En el plenario de su 41 Congreso Federal, el Partido Socialista Obrero Español ha aprobado una enmienda para no añadir las siglas Q+ para referirse al colectivo LGTBIQ+ en las referencias que se hacían dentro de su ponencia marco. Diferentes corrientes feministas del seno de la formación llamaron la atención sobre el significado “misógino, ultraliberal y antifeminista” de esa letra, por lo que solicitaron esta medida.
No obstante, para Sumar, socios de los socialistas en el Gobierno, esta ha sido una decisión errónea y han alegado que “la lucha por los derechos no puede dejar a nadie atrás”. “No se lucha contra la extrema derecha con las ideas de la extrema derecha”. Otra de las medidas propuestas en el ideario del PSOE era excluir a las mujeres trans de las competiciones deportivas. Además, cabe recordar que esas mismas corrientes dentro del partido ya plantearon ciertos reparos con la ley trans en el anterior Congreso Federal.
La letra de la disputa: qué significa la letra que ha quitado el PSOE
Como es sabido, cada letra del colectivo representa diferentes orientaciones sexuales, identidades o expresiones de género. La ‘L’ sería para las lesbianas, la ‘G’ para los gays, la ‘T’ para los y las transexuales, la ‘B’ para los y las bisexuales y la ‘I’ para los intersexuales, personas que nacen con órganos reproductivos o sexuales que no coinciden del todo con lo asociado a los géneros femenino y masculino.
La letra ‘Q’, por su parte, haría referencia al conocido como colectivo Queer. En él se integran personas que no sienten que su identidad de género no se incluye en las categorías “hombre” o “mujer”, es decir, las personas no binarias. También aquellas que extienden este mismo principio a su orientación sexual, la cual tampoco corresponde a ninguna de las ideas establecidas. No solo acostándose con personas sin que por ello tengan que ser etiquetadas, sino además abriéndose a otros modelos alejados de la monogamia. Del mismo modo, el símbolo ‘+’ es para quienes no se sienten representados por ninguna de las siglas anteriores, como las personas asexuales o pansexuales.
“Queer” es, no obstante, una palabra cuyo significado se ha visto ampliado. Su origen se remonta a cuando se utilizaba de manera peyorativa -su traducción suele escribirse como “torcido”- para personas homosexuales, pero el colectivo acabó apropiándose de la palabra para autodenominarse. Así surgió, por ejemplo, la Nación Queer, un movimiento surgido en los años 90, por ejemplo, para reclamar una mayor inversión en políticas de salud e investigación sobre el sida.
Las teorías queer y la disputa del género
El significado actual del término queer llegó también antes de la llegada del siglo XXI. En 1990, se publicaba El género en disputa, un libro en el que la conocida conocida Judith Butler señalaba cómo el feminismo -y la sociedad- siempre había dividido a las personas entre dos categorías: ser hombre o ser mujer. Sin embargo, este género siempre se había asociado a un determinado sexo biológico, algo que podría no ser así: ni una persona con pene tiene por qué ser considerada un hombre, ni una con vagina una mujer, por no hablar del hecho de que esa persona podría no ser ni una cosa ni la otra.
El pensamiento de Butler, en realidad, parte de una noción muy sencilla: nacer hombre o mujer no determina ningún comportamiento. No obstante, la sociedad nos educa de una determinada manera para ser más masculinos o femeninos. De este modo, nos enseñan a “comportarnos” como hombres o mujeres o, dicho de otro modo, ser hombre o mujer es solo haber aprendido a serlo para cumplir con lo que la sociedad puede determinar. La identidad de género de cualquier persona, como consecuencia, puede ir mucho más allá.
La comunidad queer, por lo tanto, pretende alejarse la “tiranía” de la identidad. No quieren ser identificados, puesto que consideran que cualquier etiqueta puede resultar simplista y limitante. Sin embargo, esto no parece convencer a algunas de las voces más autorizadas del PSOE. “El feminismo ha vuelto a tomar su puesto en el PSOE. Hemos ganado. Esa es la valoración. Hemos desterrado el lenguaje queer. Hemos frenado su agenda de explotación. Hemos demostrado capacidad y unidad”, posteaba la socialista Amelia Valcárcel.
¿Feminismo “clásico” o “tránsfobo”?
Y es que el llamado “feminismo clásico” que impera en el partido socialista, considera que solo existen dos géneros, así como sexos biológicos que determinan lo que es ser hombre y lo que es ser mujer. No obstante, lo cierto es que ni siquiera hay un acuerdo unitario en el seno del partido, puesto que Víctor Gutiérrez, secretario -ahora- LGTBI del PSOE, ha asegurado que esta decisión tomada por su formación es errónea: “Cuantas más siglas, cuantas más realidades de personas que sufren discriminación y cuantos más derechos se vean reconocidos y garantizados mejor”.
Más lejos ha ido la exministra de Igualdad, Irene Montero, que ha acusado la medida de tránsfoba: “Las mujeres trans son mujeres y los derechos trans son derechos humanos”. Esto se debe a que el ideario clásico del feminismo imperante en el PSOE implica también un cambio en el concepto que se tiene de la persona transexual. Las mujeres transexuales que nacen con un cuerpo de hombre son, en ese momento, hombres, y hasta que no se operen y cambien sus órganos sexuales siguen siendo hombres. Es por esto mismo que la medida también ha recibido críticas de diversas entidades del colectivo, que han visto la decisión también como un ataque contra las personas trans.