David tiene flow. Él mismo lo dice, y algo de verdad habrá en ello si posee la capacidad de transmitir nítida e intensamente su mensaje. Lleva más de ocho años ofreciendo conferencias, siete de los cuales han sido a través de la Fundación Pegasus, un proyecto creado para ofrecer “una nueva forma de conseguir la igualdad” que acabe con las etiquetas que, a día de hoy, persiguen y condicionan la vida de las personas con alguna discapacidad.
David la tiene: una parálisis cerebral que ha condicionado su forma de caminar, pero que no ha determinado su vida. Y lo que es más. En algún momento se dio cuenta de que su mayor impedimento para lograr todo lo que se proponía, o mejor dicho, para lograr lo más simple y necesario, que es ser feliz, contaba con otra discapacidad que todos, absolutamente todos tenemos: el miedo.
Lo mío no es normal, pero lo tuyo tampoco (Vergara) es su primer libro, donde en un tu a tu con el lector, “como si lo tuviera enfrente”, no tiene reparos en mostrar los mejores y peores momentos de su propia vida. Tampoco de compartir sin disimulos su forma de ver ese mundo que se propone cambiar. Y es que, lejos de las discriminaciones, los paternalismos, a beneficencia, la rabia o la pena o, por supuesto, el miedo, propone que todas las personas se amparen en lo que las une, en vez de buscar aquello que las separa.
La necesidad de lo diferente
- Pregunta: ¿Para ti qué es la normalidad?
- Respuesta: La normalidad no existe como tal. Es una creencia, un canon que socialmente ponemos para lo común. Creo que lo bonito, y lo que intentamos transmitir con el eslogan y el título del libro, es demostrar que por fuera somos muy distintos, pero por dentro somos exactamente iguales porque todos tenemos miedo, envidia, rabia o amor. La normalidad que nos han vendido no existe y ser diferente es lo normal, lo que pasa es que no estamos acostumbrados.
- Entonces, ¿la normalidad se utiliza para señalar a los diferentes?
- Sí, pero hay que entenderlo. Vivimos en sociedades que buscan la eficiencia para que todo funcione. Hay un miedo muy grande a lo diferente, porque ese miedo a lo diferente te enfrenta a otro miedo todavía más grande, que es el miedo al rechazo.
- ¿Y crees que el libro que has escrito es un libro normal o diferente?
- Es muy diferente, partiendo de la base de que hay un capítulo en el que hablo de mi primera paja (ríe). No sé si hay muchos que hablen de eso, aunque sea de una manera psicológica. Es diferente porque todo el rato estoy preguntándote y hablándote a ti. Luego el estilo de escritura, el humor: yo no he leído libros de autoayuda o de psicología que sean simpáticos. Al final, creo que es un libro distinto porque primero te habla de la discapacidad de una manera diferente, te habla del enfoque social de una manera distinta y, además, te lo cuenta de una manera bastante diferente a lo que se suele escribir, al menos que yo haya leído.
- En el libro, de hecho, reivindicas que pretendes alejarte todo lo posible de los libros de autoayuda
- Para mí había dos cosas importantes. Una, escribir yo el libro, y dos, que la gente se cuestionen sus pensamientos, sus creencias, sus ideas, porque ahí es donde realmente están la libertad y el crecimiento social. Si nos enganchamos en quién creo que soy y todo ese tipo de cosas, al final acabamos como los políticos: peleándonos y sin conseguir nada. Lo que yo buscaba era eso, un acompañamiento y un nuevo enfoque, y también yo mismo cuestionarme mis ideas porque, ¿de qué vale querer cambiar el paradigma de la discapacidad si lo que estoy creando es otro paradigma para identificarme con él?
- ¿Y cuál es el paradigma actual sobre la discapacidad?
- Es un paradigma que está pasado en que la discapacidad es igual a un problema. Es entendible y lo comprendo, pero esa fórmula genera mucho sufrimiento en la sociedad y, en este caso, en las familias y los niños, porque nuestra cabeza está diseñada para resolver problemas y sobrevivir. Si yo pongo que mi problema es la discapacidad, voy a intentar poner todos los medios para solucionar ese problema. ¿Qué ocurre? Que la discapacidad como tal no tiene solución. Metes a los niños en procesos de operaciones de terapias con el único fin de ser normal y eso genera mucho sufrimiento y frustración. Y luego encima hay que entender que socialmente, nosotros mismos como colectivo nos aprovechamos de eso. Decimos ‘no somos iguales, somos diferentes y por eso me tienes que ayudar’. Yo siempre digo que ese paradigma y el sector de la discapacidad, más que generar gente autónoma, que es lo que tendría que generar, genera dependencia.
- Has señalado cómo se capitalizan el rechazo y el paternalismo, ¿hay algo que destaque por encima del resto?
- Es un problema sistémico. ¿Qué viene antes, el huevo o la gallina? El origen de todo eso para mí es la bajeza humana, en el sentido de que no nos cuestionamos las cosas. Yo, por ejemplo, meto mucha caña con el tema de que creo que estamos en una sociedad en la que deberíamos de cuestionarnos si discapacidad y lotería tienen que ir juntos.
“Tengo, posiblemente, los mismos miedos que tú, pero de manera distinta”
- ¿Cuál es el nuevo paradigma que buscáis establecer desde la Fundación?
- No sé cual es el absoluto, pero al final lo que buscamos es, primero, una nueva forma de conseguir la igualdad. Para nosotros lo importante es no empoderar un sector, sino empoderar lo que nos une, que todos somos diferentes y, en este caso, todos tenemos miedo. Aparte de eso. El nuevo modelo que nos planteamos es un modelo sin juicio ni crítica: que todo se ponga en común para generar un crecimiento.
- Da la sensación de que nos da miedo la discapacidad.
- Sí, pero va más allá. No es que la discapacidad de miedo: te conecta miedos, y son miedos muy grandes. Te enfrenta a la vulnerabilidad, al hacerte mayor, incluso al miedo a la muerte, por ejemplo en las familias, que es lo primero que sienten. Porque claro, ¿qué pasa con mi hijo cuando yo no estoy? La discapacidad te conecta al miedo, pero el miedo es lo que te limita. Yo siempre cuento una anécdota que a mí me pasaba cuando iba a cruzar un paso de cebra y había gente mirándome. Me costaba más andar, es más, me podía llegar incluso a caer, pero cuando no había nadie andaba normal.
- También el miedo a la soledad
- Claro. El miedo al rechazo y a la soledad son troncales. Con este miedo, tú lo que buscas es hacer de todo: por no enfrentarte a eso generas tu personalidad. En mi caso, mi humor negro, el afán por ser el tío chungo de clase, ese personaje deportista de élite o ese influencer que al final son esa huida de sentirme solo y no válido y no querido.
- ¿El miedo es una discapacidad individual o colectiva?
- Las dos. A cada uno nos limita a su manera, pero es global. Hay que entender otra cosa muy importante y es que la educación que tenemos está fundamentada en el miedo. Cuando te equivocabas de pequeño, ¿qué hacían? Te castigaban, ¿no? Ya tienes miedo, ‘no voy a volver a hacer esto, que me van a castigar o no está bien’. Al final, ese miedo está en todos nosotros. ¿Cómo no lo vamos a tener? Lo difícil es que nos hayan tratado con amor, que es lo contrario al miedo.
- ¿Y tú tienes miedo?
- Mucho.
- ¿Más o menos que hace unos años?
- El mismo, pero de manera diferente. El miedo más peligroso es aquel del que no eres consciente. Yo, hace unos años, decía que no tenía miedo, que era feliz, que aceptaba mis capacidades, pero era mentira. Claro que los tenía, pero no podía aceptarlo porque si aceptaba eso se me caía todo mi personaje de tipo fuerte. Yo tengo muchos miedos, soy consciente de ello, que es lo bueno, y los voy trabajando poquito a poquito. Uno de mis miedos es, por ejemplo, irme apagando por las cosas que nos pasan en la vida que nos hacen daño. O no sé, me da miedo que se mueran mis padres y quedarme solo. Tengo, posiblemente, los mismos miedos que tú, pero de manera distinta.
Aprender de los errores
- En el libro, también tratas temas como la sexualidad, el acoso escolar, el suicidio, sobre a los que a muchos les daría miedo hablar
- Si no se habla de ellos, parece que no existen, pero se enquista, así que lo hago aposta. Me gusta mucho una cosa que ha hecho Broncano ahora, que pregunta lo de que si eres más racista o más machista. Me parece maravilloso, porque aceptar eso es la polla. Claro que somos machistas, claro que somos racistas. Estamos ante un cambio moral tan grande que hay gente que se va a quedar atrás, pero se va a quedar atrás por no cuestionarse las cosas. Yo siempre digo que en este libro me vas a amar y odiar a la vez. Va a haber veces que digas ‘joder, cómo conecto contigo’ y otras de ‘vaya imbécil’. Lo hago aposta porque esa disonancia te hace dudar. Al final tu cerebro no puede etiquetar algo de bueno y malo a la vez. Hablo de la sexualidad, de mi primera paja, y hablo de cómo yo, personalmente, he utilizado el sexo como una huida, buscando esa aceptación y esa paz.
- Eso te ha costado algunas opiniones contrarias y algunos ataques.
- Esta sociedad omite la sombra de la sociedad. A mí me preocupa mucho vivir en una sociedad en la que cancelamos. Voy a sacar un tema muy bestia, que es el de Errejón. Errejón lo ha hecho mal. Perfecto, estoy de acuerdo en que eso no puede ser permitido. Pero de ahí a que cancelemos a esa persona y la anulemos ya socialmente para toda su vida, me parece una pérdida de potencial. Si nosotros fuéramos capaces como sociedad de reinsertar a la gente, incluso la gente que ha ido a la cárcel, reinsertarla de verdad, aprender de sus errores y de ahí transformar... hostias, qué sociedad tendríamos.
- Si le pudieras regalar este libro a alguien con la certeza absoluta de que se lo leería, ¿a quién se lo enviarías?
- ¡Qué pregunta más buena! Me gustaría enviárselo a gente del mundillo. Al Langui sería divertido, o al que lleva la Once. Aunque, sinceramente, no lo he escrito para alguien famoso. A mí me haría ilusión que lo leyera cualquier madre y padre que le han dicho hoy, o ayer o hace tres meses que tiene un niño con discapacidad, porque creo que leyéndolo van a sufrir menos. Creo que esas familias van a necesitar otra forma de ver las cosas y que se les den herramientas para enfrentarlo de otra manera, porque si no van abocadas a mucho sufrimiento, a acabar mal con sus padres. Ojala evitar la mala relación que yo tuve con los míos y no tener que esperar 30 años para tener una conversación profunda con ellos por no haber sabido gestionarlo. Creo que les puede ayudar, y mucho.
- ¿Eso es lo que buscas con las charlas y la Fundación?¿Que la gente sufra menos?
- Sí, porque lo tenemos todo para ser felices. Y yo sufro, ¿eh? Una cosa es lo que se quiere, pero luego la práctica es difícil y es un trabajo para toda la vida. Hay que meditar, hay que ir al psicólogo, hay que hacer mucho trabajo constante para crecer. Pero sí: mi fin en la vida ya no es solo evitar el sufrimiento, sino poder decirle a la gente que es especial, que es única y que puede cambiar el mundo. Ojalá me lo hubieran dicho a mí con quince años. Estoy seguro de que me hubiera evitado muchas gilipolleces.