Pese a que los aviones son consideramos el vehículo más seguro del mundo, en ocasiones se producen incidentes que pueden poner en peligro a los tripulantes y pasajeros de estos vuelos. Además, cuando un mismo avión sufre varios fallos en un periodo de tiempo muy corto, la confianza en la compañía se reduce. Esto fue lo que pasó con un Boeing 737-8K5 de la aerolínea TUI, que en solo tres días fue protagonista de dos sucesos: un fallo en pleno vuelo y un incidente durante su aterrizaje.
El 20 de octubre del año pasado, el avión con matrícula G-TAWD, que salió de la isla griega de Corfú, se salió de la pista en al aeropuerto de Leeds Bradford (Reino Unido) mientras aterrizaba. Esto fue debido a un clima turbulento, ya que había fuertes ráfagas de viento y lluvia que dificultaron llegar a tierra con normalidad. Debido al temporal, uno de los cojinetes de la rueda delantera tuvo un fallo y, debido al accidentado aterrizaje, el avión sufrió daños menores. Afortunadamente, no hubo heridos.
Un “incidente grave” tres días antes
El mismo Boeing 737 había sufrido un incidente tres días antes, en un vuelo que iba del aeropuerto de Manchester a Kos (Grecia). El avión despegó a las 6:06 horas del 17 de octubre con seis tripulantes y 187 pasajeros y únicamente seis minutos después, cuando se encontraba sobre el norte de Lincolnshire, la cabina emitió un aviso de altitud.
Según el informe, esto se produjo porque los sistemas de purga de aire del motor, que habían sido desactivados para el despegue, no volvieron a activarse después por un olvido del personal de mantenimiento, por lo que “el avión no pudo presurizarse”. Tras el aviso, la tripulación los encendió y continuó su ascenso, pero una alarma principal de precaución señaló que existía también un problema en el paquete de aire acondicionado del lado derecho, según informó Grimsby Live. Se tomó la decisión de volver al aeropuerto de Manchester, pero debido al peso del avión en ese momento, tuvieron que pemanecer en el aire hasta que se consumiese parte del combustible con el objetivo de reducir su peso.
La actuación de la tripulación fue puesta en duda, ya que el informe expresó que, pese al riesgo de hipoxia (déficit de oxígeno), no se indicó a los pasajeros que se pusiesen las máscaras de oxígeno: “la exposición a la hipoxia puede ser suficiente para afectar el rendimiento cognitivo y la toma de decisiones hasta el punto en que el deterioro sería observable en las pruebas cognitivas”. Por esta razón, “a medida que aumentaba la exposición progresiva a la hipoxia, la probabilidad de que la tripulación tomara medidas de recuperación correctas habría disminuido”.
Además, otro de los factores que el informe ha determinado como claves en el fallo se debe al agotamiento del piloto y el copiloto: pese a que estaba previsto que su servicio de guardia comenzase a las 3 de la mañana, ambos fueron avisados antes de que se les había asignado el servicio de Manchester a Kos, por lo que debían presentarse a las 4.30 de la madrugada. El comandante de la tripulación había dormido únicamente tres horas la noche anterior, lo que se suma a la gran cantidad de tareas extra que había desarrollado durante las últimas ocho semanas: “Aunque el comandante no creía que la fatiga fuera un factor en este incidente, el análisis de su turno durante las ocho semanas anteriores al incidente y el período de descanso inmediatamente anterior sugiere que la fatiga podría haber sido un factor contribuyente. Cabe señalar que la fatiga, en particular la fatiga crónica, puede ser insidiosa, de modo que una persona puede no reconocer los síntomas en sí misma”, indicó el informe.
Pese a todos estos fallos, el avión consiguió aterrizar sin problemas en el aeropuerto de Machester a las 8.10 de la mañana, sin reporte de heridos.