Joan-Ignasi Ortuño nació en 1957. Licenciado en ciencias de la información por la Universidad Autónoma de Barcelona y posteriormente también de Psicología e Historia del Arte, comenzó su trayectoria profesional en El Correo Catalán. Más tarde, se trasladó al Diario de Terrassa y, a continuación, al Periódico de Catalunya, donde ejerció durante 12 años.
Siempre ligado al periodismo cultural, trabajó también, antes de jubilarse hará un año y medio, en Barcelona Televisió y en COM Ràdio, compaginando su carrera con otras actividades como la literatura, habiendo publicado varios libros como Dry Martini para todos o Mientras me ducho; la dirección teatral; o la comunicación de espectáculos.
Según cuenta, “los últimos años trabajaba, pero no estaba asegurado”, y ni consideraba que le fuese a perjudicar, según explica: “No lo pensaba, es verdad. Pero tampoco tenía acceso a muchos trabajos. Cuando tienes una edad, es muy difícil encontrar trabajo de periodista”, explica. Quizás debido a esto, hoy cobra una pensión de 830 euros. Alquilar una habitación en Barcelona cuesta una media de 640, por lo que no tiene lo suficiente para quedarse en la ciudad donde ha trabajado y vivido desde siempre. En una entrevista reciente con RAC1.cat, tuvo “que dejar el piso porque no lo podía pagar. Pagaba 700 euros de alquiler y cobraba 830. Y si no tienes garantías, ya ni te alquilan una habitación”.
Probó suerte en Granada tras verse en esa tesitura. Pensaba, al mudarse, que no lo pasaría tan mal y que encontraría una vivienda más asequible y “una ciudad más pequeña, culturalmente firme e interesante, donde yo podría aportar cosas y vivir con 800 euros”. No fue así, sin embargo: poco a poco fue perdiendo sus ahorros y tuvo que volver a Barcelona, donde, además, tuvo que pasar unos días viviendo en la calle. Verse en tal situación de absoluta vulnerabilidad le “ha destrozado”, asegura, y es que se encontró “solo; la gente de tu entorno no se puede imaginar el grado de sufrimiento que experimentas”.
“Vivir en la calle es morir”: Joan-Ignasi no ha encontrado una solución
No recuerda exactamente cuántos días pasó en la calle, pero asegura que le marcaron profundamente: “Estaba en el metro, por el Eixample, por la estación de Sants… Me puse en un rincón, no lo sé. Por suerte no tuve ningún problema de encontrarme a alguien que me quisiera violentar. Pero al día siguiente era muy duro levantarse, ya estabas con la cabeza más débil, y cada vez más”, cuenta.
Se trató de una experiencia traumática para el periodista, que además le hizo, supuestamente, perder facultades mentales: “Tengo la memoria estropeada desde que viví en la calle”. También siente que ha perdido capacidad de concentración, de orientación, de análisis y reflexión, además de haber caído en una profunda depresión.
Asegura, además, que pasar una sola noche en la calle ya es suficiente para trastocar a cualquiera: “Quien ha vivido en la calle está mentalmente tocado”, lamenta, añadiendo, derrotado, que no puede “leer, no puedo escribir, y es mi oficio. Cuando lo intento me duele más la cabeza, siento que me explota”. Aunque actualmente está viviendo con un amigo de forma temporal, no quiere “ser una carga” para nadie, pero su baja pensión no le permite vivir dignamente por su cuenta. Aunque ha acudido a los Servicios Sociales, “la trabajadora social me dice que no puede hacer nada. He hablado con diferentes personas de Servicios Sociales y nadie me ha ofrecido ninguna solución”. Sin tener un techo bajo el que vivir y teniendo que pagar un alquiler, su pensión es insuficiente, por lo que, según cuenta, está “expuesto a vivir en la calle otra vez. Y me sabe mal expresarlo así, pero vivir en la calle es morir”.
Lo que está claro es que no debería existir la posibilidad de, después de trabajar toda la vida, verse en tal situación. Sin una pensión mayor, ni control sobre los precios de los alquileres, ni un hogar que llamar propio, Joan-Ignasi considera que tiene “una vida totalmente destruida. Estoy destrozado. Y no quiero morir, porque amo la vida, pero tengo miedo de sufrir la muerte. No tengo miedo de la muerte, el que me da miedo es llegar a un extremo en que pueda estar muy deteriorado. Tengo miedo del dolor. Tengo miedo de tener que morir como un perro. Eso me da un miedo terrible, pero no sé como solucionarlo”.