A pesar de que el número de embarazos no planificados ha disminuido en las últimas décadas, se estima que el 23% de las gestaciones a nivel mundial no son intencionadas. Las cifras se mantienen incluso en países desarrollados y con un acceso garantizado a métodos anticonceptivos. Para aquellas mujeres que, por unas razones u otras, deciden continuar con la gestación, el proceso tiene peores consecuencias en materia de salud, según un reciente estudio de la Universidad del País Vasco y el Instituto Nacional de Estudios Demográficos (INED) de Francia.
La investigación, llevada a cabo por el grupo de investigación OPIK de la UPV, junto con la institución francesa, ha revelado que los embarazos no planificados tienen un impacto significativo en la salud de las mujeres después del parto. Este hallazgo se basa en un análisis longitudinal que incluyó datos de más de 11.500 madres en Francia, donde, pese a que existe un alto uso de sistemas de contracepción, un 20% de ellas tuvieron embarazos imprevistos.
“Los resultados muestran que, aunque todas las madres experimentan un empeoramiento de la salud después del parto, el deterioro es mucho más acentuado en los casos en los que no existía una intención de tener descendencia”, ha expresado Anna Barcuscia, autora principal.
Las consecuencias del parto no deseado
El estudio de la UPV contabilizó un total de 556 nacimientos no planificados, siendo 262 en mujeres que no querían tener hijos o que, aun teniendo descendencia, no querían tener más hijos. Estas mujeres solían estar, en el momento inicial, en una peor situación económica. En general, estaban solteras y eran un año mayores que aquellas que sí planificaron su embarazo. Desde el inicio del estudio y antes del parto, ya reportaban niveles de salud autopercibidos más bajos.
Después de dar a luz “entre las mujeres que experimentaron un nacimiento planeado, se observa una disminución leve y gradual en la salud, lo que lleva a niveles de salud significativamente más bajos en comparación con los niveles previos al nacimiento aproximadamente dos años después de la llegada del niño”, expresa la investigación. Es frecuente que, poco después del nacimiento, las mujeres tengan dolores de cabeza, dolor de espalda y falta de sueño, que pueden persistir durante algunos años y conducir a niveles más bajos de salud general autoevaluada.
Las mujeres que tuvieron un embarazo no planeado, en cambio, tuvieron “una marcada disminución en la salud en el año posterior al nacimiento, con niveles de salud cayendo sustancialmente inmediatamente después del nacimiento y estabilizándose después”, revelan los resultados. El impacto, según Barbuscia, fue más acusado entre aquellas que no deseaban tener (más) descendencia.
En cambio y según recalca la autora principal del estudio, apenas había diferencias en la salud mental tras dar a luz. “En contra de nuestra hipótesis, hemos observado que el riesgo de padecer síntomas depresivos después del parto no es mayor en las mujeres con embarazos no planificados. Antes de dar a luz sí que son más propensas a sufrir efectos psicológicos, pero tras el alumbramiento los niveles no se acentúan más que en las madres con gestaciones intencionadas”, explica Barbuscia.
Peor para las más jóvenes en el corto plazo
Las consecuencias cambian también según la edad de las madres. Así, aquellas menores de 30 años sufren un empeoramiento de la salud más brusco que las mayores. “Interpretamos que los embarazos inesperados pueden ser más desestabilizantes para las más jóvenes porque su situación sentimental y laboral tiende a ser más frágil: algunas están estudiando, otras no tienen trabajos estables… Sin embargo, hemos visto que, a largo plazo, gracias a su mejor salud inicial, se recuperan con mayor facilidad que aquellas que han sido madres a partir de los 30 años”, aclara Barbuscia.