Anna Pujol acude cada mañana a consulta con las “gafas lila” siempre puestas. La médica de familia, que forma parte del grupo de trabajo de la Mujer de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC), explica que, una vez adaptada la mirada, es difícil no ver entre sus pacientes casos de violencia machista: una de cada tres mujeres mayores de 16 años en España es o ha sido víctima de violencia de género alguna vez en su vida y, de ellas, casi la mitad acuden a los servicios sanitarios a pedir ayuda. “Somos las personas dentro de la Sanidad que más conocemos a estas mujeres”, asegura Pujol, pues “la médica de familia la acompaña durante toda su vida. La confianza y el vínculo que se establece con los profesionales de atención primaria representa al final un buen espacio donde acompañarlas”.
La Macroencuesta de Violencia Contra la Mujer de 2019, de hecho, reveló que el centro de salud es uno de los primeros sitios en los que ellas piden ayuda. Así lo demuestran los datos: según el Informe Anual de Violencia de Género de Sanidad (2022), el Sistema Nacional de Salud detectó 16.265 casos de violencia machista en mujeres mayores de 14 años a través de su historia clínica y 7.938 casos por partes de lesiones. La mayoría se identificaron en la atención primaria.
Un protocolo casi desconocido
El sistema sanitario español cuenta con un protocolo específico de detección precoz en atención primaria para casos de violencia de género. Este establece que el personal sanitario debe estar alerta ante conductas, síntomas o signos que puedan levantar sospechas de violencia de género, y da una serie de pasos a seguir para ayudar a las víctimas.
Sin embargo, Pujol reconoce que “aunque exista protocolo, no está bien integrado”. “Muchos sanitarios todavía no lo siguen y yo creo que tiene mucho que ver con la formación que tenemos como profesionales de la medicina y de la enfermería”, explica.
Aunque los documentos de este tipo llevan en pie más de una década, en el año 2015, un 36,6% de los facultativos reconocieron al Ministerio de Sanidad que experimentaban incomodidad a la hora de abordar la violencia machista con sus pacientes. Según el informe ‘La atención primaria frente a la violencia de género. Necesidades y propuestas’, entre las principales razones estaban el sentimiento de impotencia, la carga emocional y la falta de experiencia y formación. Dicho estudio, elaborado por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, mostró que cerca de la mitad de los médicos no recibían ningún tipo de formación al respecto.
“La formación en detección y acompañamiento de violencia es muy desigual según las regiones”, asegura Pujol. “Dentro de Cataluña, por ejemplo, la formación de especialista incluye alguna formación determinada sobre detección de violencia, pero yo no la recibí como especialista”, recuerda. Así, la detección “muchas veces depende de la sensibilidad de cada profesional”, lamenta.
La falta de formación y de recursos no se acompaña con una falta de interés, dice Pujol. “Hay voluntad de formarse que, sobre todo, nace de la necesidad que tienen las mujeres víctimas y que transmiten a los profesionales”, dice. Así, casi la totalidad de los médicos de atención primaria (93,4%) considera que atender a las víctimas de violencia de género entra dentro de sus funciones.
Las señales que alertan a los sanitarios
La sanitaria sabe que tiene “muchos casos” en consulta y que “probablemente” se deja otros tantos por el camino, “pero a veces el proceso hasta la detección es largo, no es de un día para otro. Requiere de cierta confianza con la persona, verla varias veces, saber cómo encajar la pregunta”, explica. “A veces son casos más fáciles, porque a lo mejor la mujer ya está muy concienciada, pero luego hay situaciones en que nunca le ha puesto palabras a lo que le pasa”, añade.
Entre las principales señales que hacen sospechar a los médicos de que puede haber problemas en casa, están las situaciones de depresión o ansiedad sin mejoría durante años o los dolores crónicos sin causa conocida. “Síntomas que no se explican por ningún motivo, dolores abdominales persistentes que hemos estudiado y no sabemos cuál puede ser la causa, situaciones de insomnio...”, cita la sanitaria, en una lista a la que añade las infecciones de orina recurrentes, otro posible signo de abusos sexuales.
“A veces las mujeres vienen de manera muy frecuente a la consulta, son polifrecuentadoras, y con síntomas muy inespecíficos. Y detrás, muchas veces hay una situación de violencia que son incapaces de explicar si nosotras no formulamos la pregunta”. Más allá de la consulta del médico de familia, psicólogas, matronas e incluso pediatras pueden ser clave para abordar estas situaciones.
“Lo complicado, sobre todo, de acompañar a estas mujeres es que el camino que siguen no es uno al que estemos acostumbrados los médicos”, reflexiona la doctora. “Estamos acostumbradas a tener unos síntomas, diagnosticar una enfermedad y poner un tratamiento para mejorar. Pero esta situación no suele ser así. Entonces, el papel que juega aquí la médica de familia es de acompañamiento, desde que detectamos la violencia hasta que esta mujer tiene una salida”, concluye.
* Si lo necesitas, puedes llamar al teléfono gratuito de información y asesoramiento jurídico 016, un servicio público puesto en marcha por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, en funcionamiento las 24 horas del día, y en el que serás atendida por profesionales especializadas en esta materia. Este servicio garantiza la confidencialidad de los datos de las personas usuarias y atiende en 53 idiomas. También puedes comunicarte por WhatsApp en el número 600 000 016 y por correo electrónico escribiendo a: 016-online@igualdad.gob.es. Si eres menor de edad y crees que alguien de tu entorno está sufriendo violencia de género, puedes llamar a ANAR, al número de teléfono 900 20 20 10.