Comprarse un coche es de esas decisiones que no se toman a la ligera. Los clientes estudian hasta el mínimo detalle para asegurarse que lo que están adquiriendo es lo que necesitan. Y una de las muchas dudas que puede tener un potencial comprador de un vehículo es si decantarse por un coche diésel o gasolina. No todo el mundo es un experto en mecánica y es por esto que conocer las diferencias entre ambos combustibles es crucial para poder escoger sabiendo lo que se está haciendo.
Al hablar de los dos principales tipos de motores de combustión, generalmente se forman dos bandos bien definidos: los defensores del motor diésel y los que prefieren los de gasolina. Sin embargo, la realidad es que no se puede afirmar rotundamente que uno sea mejor que el otro, sino que se adaptan a necesidades diferentes. En los últimos años, muchos fabricantes han dejado de ofrecer vehículos diésel debido a la estricta legislación anticontaminación. No obstante, todavía hay marcas que mantienen en su catálogo vehículos con este tipo de motores.
Si se va a usar el coche principalmente en ciudad o para trayectos cortos, lo mejor es optar por un motor de gasolina. A diferencia de sí se van a hacer muchos kilómetros en carretera, especialmente por autovía, donde el diésel es más adecuado. Si superas los 20.000 kilómetros al año, el diésel puede ser más rentable a largo plazo, aunque no debes basar tu decisión únicamente en esta cifra.
Qué es lo que ofrece el diésel
Para los más veteranos, el motor diésel se hizo muy popular en Europa debido a que consumía menos combustible. Sin embargo, este ‘ahorro’ puede acabar saliendo más caro. La realidad es que esta maquinaria es más eficiente que la de gasolina. El gasóleo tiene una mayor densidad energética, concretamente de 35,8 megajulios por litro, mientras que su rival solo tiene 34,2 megajulios.
Por otro lado, los motores de gasolina trabajan con una proporción fija de aire y carburante, es decir, existe una relación estequiométrica. Mientras que el diésel llena los cilindros de aire al máximo debido a que se enciende por compresión, sin necesidad de una chispa. Esto provoca que se aproveche al máximo el depósito, no obstante, los turbocompresores han logrado que los vehículos de gasolina también reduzcan su consumo. En lo que no puede competir el diésel es en el precio. Por norma general, los coches de bencina suelen ser más económicos; la diferencia puede oscilar entre 2.000 y 5.000 euros, dependiendo del tipo de vehículo y el segmento.
Eso sí, el carburante era un poco más barato que la gasolina, pero el aumento de los precios ha igualado, prácticamente, esa cifra. A esto se suma que la Unión Europea está presionando a los gobiernos para aumentar los impuestos sobre el diésel. Los vehículos diésel nuevos cuentan con etiqueta verde o ECO si tienen alguna forma de hibridación. Sin embargo, los vehículos diésel más antiguos suelen tener la etiqueta amarilla, lo que puede restringir su acceso a zonas de bajas emisiones (ZBE) en muchas ciudades.
Los vehículos diésel emiten una menor cantidad de CO₂ que los de gasolina, pero liberan más óxidos de nitrógeno y partículas finas, lo que tiene un impacto negativo en la salud humana. Es por eso que los coches diésel modernos incorporan filtros antipartículas para reducir estas emisiones.
Qué motor es más caro de mantener
Al presentar una tecnología más compleja, los motores diésel suelen ser más caros de mantener, aunque su fecha de caducidad tarda más en llegar. No obstante, si no se le da el uso que este tipo de coches requiere, la vida útil del aparato también podría verse reducida.
El diésel requiere cambios de aceite más frecuentes debido a la mayor cantidad de hollín que se genera en la combustión. Además, los filtros deben de remplazarse con mayor regularidad. El filtro de aire también juega un papel importante, y si no se sustituye a tiempo, puede obstruir los inyectores.
Por otro lado, los sistemas de control de emisiones de los motores diésel son mucho más complejos y sensibles. Los filtros antipartículas (FAP) y el sistema de recirculación de gases de escape (EGR) tienden a atascarse con facilidad, especialmente en vehículos que circulan principalmente por ciudad.
El embrague de los vehículos diésel suele ser más caro de cambiar; las baterías también son más caras, ya que los motores diésel requieren más corriente para arrancar. Las bujías de incandescencia y los inyectores también tienden a fallar con mayor frecuencia, lo que puede resultar en reparaciones costosas.