El lago de Garda es el más grande de todo Italia. Con sus 372 kilómetros cuadrados de agua dulce (el tamaño de la isla de La Gomera, como referencia) y rodeado de campos de cipreses, cedros, adelfas y olivos, este enclave natural es uno de los destinos favoritos de los turistas. Quizás por los numerosos y preciosos pueblos que cubren su perímetro o por las impresionantes vistas de los Andes, que se alzan, imponentes, en la zona norte del lago.
Ahí, entre olivos centenarios, asoma desde hace siglos una humilde y sobria iglesia católica, pavimentada en su interior con baldosas de terracota y cubierta de vigas de madera vista que sostienen, todavía, su tejado. La pequeña iglesia de San Pietro in Vincoli - que no debe confundirse con la basílica con el mismo nombre ubicada en Roma - contiene, además, frescos en sus paredes; representaciones de la crucifixión, de San Pedro y de la Señora de Nuestra Merced que fueron pintados por Giorgio di Federico da Riva, hermano del más conocido Giacomo da Riva, en el año 1358.
El pueblo semiabandonado de Campo di Brenzone
Esta iglesia, con su pequeño cementerio, es parte de un pequeño pueblo medieval que hoy en día sigue parcialmente en pie, si bien prácticamente abandonado. Ahí, sobre las laderas del Monte Baldo y con unas vistas impresionantes del lago de Garda, se preservan todavía las ruinas de Campo di Brenzone. Este pequeño pueblo, de pequeñas casas de piedra muy pegadas entre sí, tiene sus orígenes en el año 1023 y es únicamente accesible a pie, por los antiguos caminos de mulas que bordean el lago.
Durante mucho tiempo, según Turisti per caso, el pueblo de Campo tuvo un papel central para la comunidad campesina de antaño, y esos caminos de mulas, hoy tan silenciosos, en su día fueron cauces de personas y animales, cargados de vida y de ires y venires hasta que, a principios del siglo XX, se construyó la carretera Gardesana, que recorre 50 kilómetros bordeando el enorme lago.
A pesar de que, al llegar, uno es recibido por las ruinas de antiguas casas, a medio derrumbar, todavía queda gente que nunca se llegó a marchar. Según escribió la periodista italiana Silvia Turazza para Garda Outdoors, un medio que promueve el turismo en el lago, los viajeros que lleguen al pueblo serán recibidos por Doña Olga, una de las 7 personas que aún vive en el pueblo.
Según cuenta, al pueblo solo llega electricidad y el agua se recoge de una fuente ubicada cerca de la iglesia, lo que ya es un lujo, ya que, en tiempos de sequía, los habitantes del poblado debían cargar con pesados bidones de hierro que llenaban en el lago.
Aparte de su modesta iglesia, hay otras joyas con historia en este pequeño pueblo: la Casa de los 7 de América, bautizada como tal por los siete hermanos que habitaron en ella hasta que, uno por uno, emigraron a América en busca de fortuna, como tantos otros; o el llamado ”Poggiolo (balcón) de Romeo y Julieta” que, aunque nada tiene que ver con la tragedia de Shakespeare, es una terracita acogedora con dos sillas, una mesa, y unas vistas impresionantes del lago.
La cultura en Campo di Brenzone
A pesar de quedar tan poca gente, este pueblo acoge varios eventos a lo largo del año: cada diciembre y enero se celebra el evento “Navidad en el campo”, en el que el pueblo se decora con la exposición de 120 belenes hechos a mano en sus calles, sus patios, e incluso en la pequeña iglesia de San Pietro; y cada verano, durante las noches de San Lorenzo, se celebran las “Noches Mágicas en el Campo”, en las que el pueblo, iluminado con luces de colores, acoge las actuaciones de distintos músicos sobre un pequeño escenario rodeado de olivos.
Es tal el encanto de este pueblo que inspiró una leyenda sobre la que se grabó un cortometraje: la leyenda de “Celesta y Martino”, rodada in situ en 2019 por su director Mario Vittorio Quattrina. Esta producción está basada en hechos reales que tuvieron lugar en Campo a principios del siglo pasado: una leyenda que cuenta una historia de amor en tiempos de guerra y cuyos protagonistas, supuestamente, se reencuentran en la iglesia del pueblo cada 9 de mayo, el día de su boda, para vovler a jurarse amor eterno.
Lo que está claro es que, se busque explorar las ruinas de un pueblo medieval, gozar de unas vistas maravillosas de los Andes y del lago, o escuchar la historia del pueblo de la mano de la señora Olga o sus vecinos, el pueblecillo de Campo di Brenzone es un destino estupendo.