La parvovirosis o el parvovirus canino es una enfermedad infecciosa de tipo vírica grave y potencialmente letal. Por lo tanto, ante cualquier sospecha es recomendable acudir rápidamente al veterinario.
El parvovirus también puede afectar a los gatos, aunque es más común verlo en los perros, especialmente en los cachorros que han cumplido las cuatro semanas de vida o en los perros sanos que no hayan sido vacunados previamente. Además, algunas razas tienen dificultades para generar anticuerpos, por lo que es conveniente revacunar, según ha recomendado el hospital veterinario especializado SURvet.
Cómo se contagia
‘La Parvo’, como se conoce popularmente a esta enfermedad, se contagia mediante contacto oral/nasal directo de un perro infectado a otro perro, a través de las heces de un perro infectado o también vía intrauterina, es decir, de una madre infectada a sus cachorros durante el embarazo. Asimismo, el virus puede estar presente en superficies que hayan estado en contacto con las heces del canino infectado (bolsas, suelo, otros perros, insectos...).
El parvovirus canino es considerado como muy contagioso y tiene un periodo de incubación muy corto (de cinco a diez días). Una vez se ha producido el contagio, el virus afecta a los órganos que tienen un mayor recambio de células, como el sistema digestivo, la médula ósea o el sistema respiratorio.
Posteriormente, y como consecuencia del proceso infeccioso de la enfermedad, el virus puede acabar afectando a otros órganos, lo cual puede producir la muerte del cachorro.
Síntomas de ‘La Parvo’
Por lo general, el parvovirus ataca primeramente al tejido linfático e intestinal, por lo que los primeros síntomas son diarrea (que suele ir acompañada de hemorragia), vómitos, fiebre, falta de apetito, apatía, depresión, pérdida de peso, dolor al tocar el abdomen y, en los casos más graves, deshidratación severa y muerte del perro.
No obstante, en algunas ocasiones, la enfermedad puede darse sin necesidad de que se den los anteriores síntomas, por ejemplo, en los perros adultos, que son más resistentes a la enfermedad. El virus actúa lesionando las células del epitelio intestinal (las que absorben los nutrientes) y es habitual que las bacterias que normalmente están presentes en la flora intestinal deriven al torrente sanguíneo.
Esto provoca una infección bacteriana generalizada, derivando en un shock séptico o endotóxico (insuficiencia aguda multiorgánica de los pulmones, riñones e hígado) que puede ir acompañado de una coagulación intravascular diseminada (CID).
La gravedad de los síntomas en el cachorro dependerá de su estado inmune, su edad, el número de vacunas para prevenir el contagio y la cantidad de virus a la que haya sido expuesto, además de la raza del cachorro, ya que hay algunas más propensas a sufrir esta enfermedad, como el dóberman, el pinscher, el rottweiler y el pastor alemán.
Tratamiento del parvovirus
El diagnóstico se confirma mediante una analítica de sangre o por una detección del virus en una prueba de antígenos en las heces del animal. Durante el tratamiento, va a ser necesario realizar diferentes pruebas hematológicas y bioquímicas para controlar la evolución del canino, además de otros seguimientos especiales si el virus ha afectado a órganos como el corazón, los pulmones o la médula ósea.
Para combatir la enfermedad, será necesario aplicar terapia antibiótica y monitorizar la analítica de sangre. Lamentablemente, no existe ningún sistema eficaz que combata directamente el virus, sino que su cura se enfoca en paliar las consecuencias y dar soporte al sistema inmunitario.
Por lo tanto, la mejor manera de evitar el parvovirus es a través de la vacunación de los cachorros y evitando que los que aún no hayan recibido la vacuna salgan a la calle o interaccionen con perros adultos. El parvovirus no se contagia a los seres humanos.