Hasta hace poco, existía un vacío en el mapa mundial de los descubrimientos de ámbar. Nunca se había encontrado este fósil en el continente antártico. Pero esa brecha finalmente se ha cerrado dejando a su paso una respuesta ante las incógnitas del pasado: hace aproximadamente 90 millones de años, las condiciones climáticas en la Antártida eran adecuadas para los árboles productores de resina.
Un equipo dirigido por el Dr. Johann P. Klages del Instituto Alfred Wegener, el Centro Helmholtz para la Investigación Polar y Marina y el Dr. Henny Gerschel de la Universidad Técnica Bergakademie Freiberg (Alemania) acaba de publicar un artículo en la revista Antarctic Science, en el que describe el descubrimiento de ámbar más austral del mundo.
En el estudio, los expertos cuenta que el ámbar fue descubierto en un núcleo de sedimento que habían recuperado en una expedición con el rompehielos de investigación Polarstern en 2017, utilizando el equipo de perforación del fondo marino a una profundidad de agua de 946 metros. Han llamado al descubrimiento “ámbar de Pine Island” por su ubicación en la bahía de Pine Island de la bahía del mar de Amundsen.
El material extraído tuvo que secarse al aire y cortarse cuidadosamente en fragmentos de 1 mm de diámetro de los que se seleccionaron las piezas de ámbar. Sin embargo, se podían encontrar estructuras interesantes. “El ámbar antártico probablemente contiene restos de corteza de árbol original como microinclusiones. Teniendo en cuenta sus partículas sólidas, transparentes y translúcidas, el ámbar es de alta calidad, lo que indica su enterramiento cerca de la superficie, ya que el ámbar se disiparía bajo el aumento del estrés térmico y la profundidad del enterramiento”, explica Henny Gerschel, que hasta hace poco era miembro del personal del centro de investigación Bergakademie Freiberg y ahora es consultor en la Oficina Estatal de Medio Ambiente de Sajonia.
Una puerta abierta a otras investigaciones
“Los fragmentos de ámbar analizados permiten obtener información directa sobre las condiciones ambientales que prevalecían en la Antártida Occidental hace 90 millones de años”, explica Klages en un comunicado de prensa. “Este fascinante hallazgo también indica con más detalle cómo el bosque que reconstruimos en nuestro Estudio de Nature de 2020 podría haber funcionado”, añade el geólogo marino.
“Fue muy emocionante darse cuenta de que, en algún momento de su historia, los siete continentes tenían condiciones climáticas que permitían que los árboles productores de resina sobrevivieran. Nuestro objetivo ahora es aprender más sobre el ecosistema forestal: si se quemó, si podemos encontrar rastros de vida incluidos en el ámbar. Este descubrimiento permite un viaje al pasado de otra manera más directa”, detalla.
“Nuestro descubrimiento es otra pieza del rompecabezas y nos ayudará a obtener una mejor comprensión del entorno de selva tropical templada, pantanoso y rico en coníferas identificado cerca del Polo Sur durante el Cretácico medio”, señala Gerschel, pues el equipo también encontró indicios de flujo patológico de resina, una estrategia que los árboles utilizan para sellar la corteza dañada inducida por parásitos o incendios forestales, creando así una barrera química y física que protege de los ataques de insectos y las infecciones.