Las cirugías estéticas son un negocio que en España mueve más de 4.000 millones de euros al año. Mamoplastias, liposucciones o rinoplastias son algunas de las más habituales, de las que se pueden llegar a realizar cientos de miles anualmente.
Aunque este tipo de intervenciones entraña una serie de riesgos, no son tratadas como el resto de operaciones y existe una mayor libertad en quién puede realizarlas y dónde. Esto ha llevado a situaciones críticas, siendo una de las más conocidas la muerte de Sara Gómez, una mujer de 39 años que falleció tras someterse a una lipoescultura con un cirujano no especialista. Un caso que despertó gran revuelo, llegando hasta el Gobierno, que promulgó la conocida como ‘Ley Sara’.
Una niña “muy coqueta”
Según la describe su familia en una entrevista con El Mundo, Sara era una niña que vivía “en el mundo de las princesitas” y “muy coqueta” desde bien pequeña. Tras terminar la EGB encadenó diferentes trabajos, recogiendo limones, limpiando o en una joyería, pero no fue hasta los 19 años, cuando fue madre, que comenzó un curso de agente inmobiliaria y abrió su propia empresa.
Le gustaba mucho viajar y tan solo 30 días antes de la operación estaba planeando un viaje a Egipto. Siempre estuvo muy atenta de su propia imagen y calculaba con una precisión milimétrica cada una de sus comidas. Su primera operación quirúrgica fue para levantarse el pecho a lo que le siguió una abdominoplastia.
La oferta del Black Friday
En 2021 decidió hacerse un nuevo retoque y se propuso realizarse una operación de lipoescultura, que se realiza para eliminar los depósitos de grasa localizada entre la piel y el músculo. En ese momento medía 1,60 m y pesaba 52 kilos.
Eran finales de año y por la proximidad del Black Friday se encontró con una oferta en la que, en vez de cobrarle los habituales 8.500 euros que cuesta esta intervención, solo debía pagar 5.700. Al verlo, Sara no dudó y contactó con el cirujano para poder llevar a cabo la operación y ahorrarse un dinero.
Tras la realización de la intervención el informe del cirujano aseguraba que todo había salido bien y que la mujer estaba en estado óptimo. Sin embargo, Sara no se encontraba bien. El 2 de diciembre acudió al Hospital Centro Médico Virgen de la Caridad de Cartagena y entró en un quirófano del que nunca salió.
Lo que vieron los médicos ese día fue un cuerpo totalmente destrozado, con incontables cortes y traumas en las vísceras. En el informe de la operación, al que tuvo acceso El Mundo, se pueden leer problemas como “Múltiples perforaciones intestinales de hasta dos centímetros”; “Perforación del duodeno con salida del contenido biliar”; “Necrosis en el colon”; o “Necrosis en la pared abdominal”.
La investigación que se desarrolló tras su muerte sacó a la luz que el cirujano que realizó la operación, que se publicitaba en redes sociales como un especialista en cirugía estética “con mucha experiencia”, era en realidad un cirujano cardiovascular, pero no tenía la especialidad, ni la formación, ni experiencia en intervenciones de este tipo. Sumado a esta negligencia, la de Sara fue su primera operación de este tipo.
La ‘Ley Sara’
Esto ha puesto en el banquillo al autor de la intervención, en un proceso que todavía está abierto y en el que se le acusa de homicidio imprudente. Por el momento, lo que si se ha conseguido es la emisión de una Orden por parte del Ministerio de Sanidad, conocida como ‘Ley Sara’, cuyo principal punto es que solo los especialistas en operaciones estéticas puedan llevarlas a cabo.
Sin embargo, este 11 de noviembre se ha dado a conocer la noticia de que la Audiencia Nacional ha acordado la suspensión de esta orden, por lo que la deja, aunque sea momentáneamente, en suspensión. La familia de Sara ha explicado al periódico La Verdad que esta decisión «ha sido una tremenda decepción. Sentimos rabia e impotencia. No nos imaginábamos que poner sentido común y tratar de salvar vidas iba a costar tanto».