En la casa de Lydia Sáez, una joven de 23 años que vive en la localidad valenciana de Picanya, muy cerca del barranco del Poyo, casi todo ha quedado inservible tras el paso de la DANA. Se trata de un chalet de dos plantas en el que ya no hay cocina ni salón. La riada destrozó muebles y electrodomésticos, pero también se llevó por delante recuerdos y toda clase de objetos personales. Las paredes han aguantado, pero como el agua alcanzó los dos metros y quedó estancada durante horas, ahora “están llenas de humedad y moho”, por lo que la casa sigue siendo inhabitable. “Hay que ventilar bien y esperar a que las paredes se sequen. Vivimos a 30 segundos caminando del barranco”, cuenta a Infobae España. Y es que a pesar de que la familia de Lydia y sus amigos se han pasado 10 horas al día limpiando durante 9 jornadas tras aquel fatídico 29 de octubre, en la valla de ladrillo aún se puede ver un vehículo incrustado y sigue quedando mucho trabajo por hacer.
Por suerte, aunque dañadas por el barro que tantos destrozos ha provocado, las fotos familiares se han podido salvar. De hecho, la Universidad de Valencia (UPV) ha puesto en marcha un servicio gratuito para restaurar las fotografías deterioradas por la DANA y evitar así que todo ese legado irremplazable se pierda. En el caso de Lydia, su padre y sus abuelos fallecieron años atrás, por lo que recuperar esas imágenes familiares se vuelve aún más relevante. En cuanto tenga medios para poder desplazarse a Valencia, explica, las llevará a la facultad.
“Cuando el 29 de octubre el nivel del agua empezó a subir, yo ni siquiera estaba en casa. Mi madre y hermano me llamaron para decirme que el barranco se estaba desbordando y pensé que estaban exagerando. Al día siguiente el agua llegaba hasta el techo de la primera planta. En esos momentos no te importan las cosas materiales, los muebles o electrodomésticos, pero sí las fotos. Y, de hecho, en un primer momento me enfadé con mi madre y mi hermano por no haber rescatado más objetos personales, pero en seguida comprendí que su vida había corrido peligro y que no tuvieron tiempo de nada”, explica al otro lado del teléfono, aún conmocionada por los destrozos que la riada ha provocado en Picanya, una localidad de unos 10.000 habitantes especialmente castigada por las inundaciones que se sitúa a tan solo 5 kilómetros de Valencia.
Por suerte, aunque muchas fotos están dañadas por el barro, Lydia cree que se pueden salvar. “Yo no tengo más fotos de mi padre que las que tenemos en casa, solo me quedan esos recuerdos, así que para mí es muy importante recuperarlas”, añade esta joven universitaria que también trabaja en la hostelería.
El trabajo de la UPV
Un día después de la tragedia, conscientes de que no solo había que cubrir las necesidades básicas, el área de Patrimonio de la Universidad de Valencia quiso ayudar a quienes también se enfrentaban al dolor de perder los recuerdos, por lo que en seguida lanzaron una campaña para recuperar las fotografías familiares dañadas por el barro y el agua, de forma que serán tratadas e intervenidas “para devolverlas a un buen estado de conservación que favorezca su salvaguarda y perpetuación en el tiempo”. Piden a las familias que aunque las fotos y álbumes presenten un elevado grado de deterioro, no se deshagan de ellos, y recuerdan que es imprescindible escribir los datos personales (nombre, apellido, dirección, correo electrónico y teléfono) en cada bolsa o caja que se entregue para que el material no se extravíe.
“Lanzamos la iniciativa casi de forma inmediata y rápidamente las otras cuatro universidades públicas valencianas se sumaron al proyecto”, dice Marisa Vázquez, directora de Patrimonio de la Universidad de Valencia, quien explica que muchas de las fotografías quedarán parcialmente dañadas, “pero sin afectar a la imagen”. Para quitar el barro, explica, llevan a cabo “lavados con agua destilada y después se hacen secados con papel secante, un proceso bastante ágil mediante el cual el soporte se va asentando gradualmente”, aunque si la imagen se ha diluido total o parcialmente en buena parte del campo fotográfico “será irrecuperable”.
De momento, las fotografías que están recibiendo abarcan más de un siglo y diferentes generaciones, pues algunas son de principios del siglo XX y, aunque depende del tamaño de la imagen, en un solo día pueden tratar y recuperar decenas de ellas. “Las familias nos hablan de las fotos de los bisabuelos y bisabuelas, abuelos y abuelas o de la boda de la madre, es la historia familiar de muchas personas, mientras que desde el punto de vista técnico, tenemos la evolución de la fotografía analógica hacia la digital, lo que implica soportes y técnicas distintas”, añade la experta.
Si las fotografías no se despegan con facilidad, la Universidad de Valencia recomienda dejarlas como están y guardarlas así, y si se despegan, lo mejor es separarlas con papel de horno en cajas de plástico con algún tipo de ventilación. También es recomendable separar las imágenes que están muy húmedas o tienen hongos de las que tienen menos humedad.
Las personas interesadas en que se restauren sus fotografías pueden hacerlo enviando un mensaje a cualquiera de estos dos correos electrónicos: patrimoni.cultural@uv.es o restauracion@upv.es. Eso sí, ante el volumen de imágenes que les están llegando, la UPV pide paciencia a los afectados.
Dos semanas después de que la riada provocara enormes daños en un total de 70 municipios valencianos, las labores de limpieza continúan y debido a la existencia del polvo en suspensión, la Generalitat Valenciana aconseja a los vecinos el uso de la mascarilla, especialmente en la población más vulnerable como niños, embarazadas, mayores o personas con enfermedades, y recuerdan la importancia de protegerse de que cualquier persona que vaya a manipular el barro se proteja con manga larga, pantalón, botas, mascarillas, guantes y gafas.