Alberto Rojas, reportero en Ucrania: “En el ejército ruso no importa nada la vida de sus soldados. Son material reemplazable”

‘Infobae España’ conversa con el autor de ‘Vivir la guerra’, donde relata una docena de viajes a Ucrania desde que comenzó el conflicto

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El reportero y autor de
El reportero y autor de 'Vivir la guerra', Fernando Rojas. (Imagen cedida por Alberto Rojas)

Los ucranianos encaran ya el tercer invierno desde que comenzó la invasión rusa el pasado 24 de febrero de 2022. A las temperaturas bajo cero, y ahora a las recién llegadas tropas norcoreanas, se añade la incertidumbre que provoca el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, que puede poner todo en jaque si cumple con algunas de sus promesas, como dejar de enviar ayuda militar a Ucrania. Aún así, el espíritu de lucha entre los ucranianos continúa intacto.

Alberto Rojas es uno de los reporteros españoles que mejor conoce el horror de esta guerra y la ha relatado desde las trincheras congeladas hasta las ruinas de lo que en un pasado fueron hogares. En su nuevo libro, Vivir la guerra, el periodista de ElMundo conversa con civiles y militares, describe el “punzante” olor de la muerte y muestra cómo es el día a día de una invasión que borra las ciudades a base de bombas. En resumen, innumerables crónicas e historias personales que si no se plasman en un libro corren el riesgo de hundirse en el océano de internet. Rojas parte desde un tren en Polonia y en el trayecto se detiene en cada uno de los frentes, incluidas la zona más contaminada del mundo y el despacho del presidente.

Pregunta: Antes de centrarnos en el desarrollo de la propia guerra, me gustaría hablar de los protagonistas, que son las personas. ¿Cómo describirías al soldado ucraniano?

Respuesta: El soldado ucraniano que me he encontrado es un soldado que considero que es irrompible, invulnerable. Es un tipo de ser humano que no se rinde, que no da su brazo a torcer. Incluso bajo condiciones de de vulnerabilidad alta o de precariedad en los recursos muy alta, y frente a un enemigo cuya capacidad bélica es apabullante. Puede caer prisionero o puede caer herido o puede morir. Pero es muy difícil encontrarse con situaciones en las que se ha rendido. ¿Por qué sucede esto? Porque la moral alta o baja no es la medida de su capacidad combativa. Lo que marca la capacidad combativa es la necesidad que tiene de proteger su casa, proteger a su familia, proteger su cultura, proteger su idioma, que es todo lo que está en peligro si la Rusia de Putin acaba ganando la guerra.

P: En tu libro hablas de que la guerra guarda muchas similitudes con la Primera Guerra Mundial, ya que prácticamente lo que estamos viendo ahora es una guerra de posiciones. Se avanza un poco. Se retrocede un poco.

R: Creo que la guerra no ha cambiado tanto desde principios del siglo XX hasta hoy. Las imágenes que vamos a ver, por ejemplo este invierno con las trincheras congeladas, se parecen mucho a las de la Primera Guerra Mundial. Lo que pasa es que en la Primera Guerra Mundial, para observar el frente se usaban globos y ahora se usan drones. La gran mayoría de ataques ya se hacen con drones. El mayor cambio desde que tuvieron lugar la Primera y la Segunda Guerra Mundial es el uso masivo de todo tipo de drones.

P: Más allá de los de los soldados, los civiles con los que te has encontrado, ¿siguen teniendo los ánimos tan altos como antes?

R: La población civil está agotada por la guerra. Estoy haciendo una media. Pero sí es cierto que las personas que viven más cerca de la guerra, sobre todo en el este de Ucrania, están mucho más afectadas. Y miles, por no decir decenas o centenares de miles, es más, me atrevo a decir millones de ucranianos, lo han perdido todo. Hay regiones enteras devastadas por la guerra. Y entonces, claro, eso para la población civil es una situación muy, muy complicada. Pasa un poco lo mismo que con los soldados. La medida no es ‘tengo la moral alta o la moral baja’. La medida es ‘no tengo otra opción que seguir luchando porque, si paro de luchar, Rusia va a ganar la guerra’. Y si Rusia gana la guerra, las consecuencias de esa derrota van a ser mucho peores que seguir luchando. La población ucraniana está metida en una trampa de la que es muy difícil salir ahora mismo. Tiene que seguir luchando hasta que las condiciones mejoren.

Una madre llora en el
Una madre llora en el entierro de su hijo en Lviv. (Imagen cedida por Alberto Rojas)

P: Hablemos de su líder, de Volodímir Zelenski. Has podido entrevistarle en uno de tus viajes. ¿Dónde os reunisteis? ¿Cómo fue aquel encuentro?

R: Una semana antes de entrevistarle a él, tuve la posibilidad de entrevistar a su mujer en la misma oficina, en la oficina presidencial. Y ese encuentro fue mucho más productivo, porque con su mujer pude estar mucho más tiempo, hacer una entrevista mucho más personalizada. Su mujer me contó cosas de él que luego me fue muy difícil conseguir de él en la propia entrevista, que era con más periodistas. Entonces solo teníamos derecho a hacer una o dos preguntas. Fue mucho más limitado, pero aún así, poder conocerle en persona y, por ejemplo, poder acceder a su círculo personal, pasando todos los círculos de protección que tiene a su alrededor, es muy interesante.

[Zelenski] es muy interesante. Yo le pregunté si él era o se consideraba la persona más amenazada del mundo y en ese momento me dijo que probablemente la persona más amenazada del mundo era Putin. Y es verdad, porque [la entrevista] fue unos días después de la rebelión de Prigozhin en Rusia. Al final le estás dando la mano y estás hablando probablemente con una de las personas que más influencia va a tener en todo lo que suceda en Europa en el siglo XXI.

“Lo que liberan los rusos son ruinas porque ya no queda nada. La ciudad ya no existe”

P: En ‘Vivir la guerra’ hablas de los tres infiernos de la guerra: el asedio Mariúpol, el cautiverio ruso en Olenevka y la masacre en Bajmut. Los rusos hablan de liberar Ucrania, pero ¿cómo está siendo el ‘modus operandi’ de los rusos en esta guerra? ¿Es una liberación o una masacre?

R: Los rusos normalmente saben que el combate urbano es muy duro. Es probablemente lo que más bajas te hace. Y lo que más ventajas da a los defensores. Entonces lo que hacen es directamente demoler la ciudad sistemáticamente. Lo hemos visto en Bajmut, lo vimos en Mariúpol, lo vimos con bombardeos masivos y ahora, por ejemplo, lo estamos viendo en Pokrovsk. Ellos lanzan bombas aéreas, bombas guiadas de tres toneladas, y van derribando todas las infraestructuras de una ciudad, hasta el punto en que llega un momento en que es indefendible. Y ya también el ejército, que tiene que defenderla, ve que no tiene sentido porque lo único que está defendiendo son ruinas. Lo que el ejército ruso libera, entre muchas comillas, como tú dices, son ruinas, porque ya no hay nada. Son ciudades invivibles porque la ciudad se ha borrado. Yo estuve en febrero de este mismo año en Pokrovsk comiendo en un restaurante del centro. Había alguna destrucción de algún edificio, pero la ciudad estaba llena de gente, y estuve hace dos semanas, y los rusos todavía no han llegado a conquistarla, pero a distancia la están demoliendo. Esa es la la liberación rusa. En el norte, en el frente de Járkov, la situación es la misma. La ciudad ya no existe. La han demolido por completo.

Misa oficiada por dos sacerdotes
Misa oficiada por dos sacerdotes militares para los soldados de la Brigada Edelweiss cerca del frente de Bajmut. (Imagen cedida por Alberto Rojas)

P: En Bucha, donde fueron puerta por puerta masacrando a la población, ahí no estamos hablando de objetivos militares.

R: En ningún caso la guerra ha tenido objetivos militares claros, pero los civiles sí que han estado en el objetivo. ¿Por qué? ¿Por crear terror a la población? En realidad no es una táctica muy diferente de lo que los rusos hicieron en Chechenia con los bombardeos masivos sobre ciudades. Anoche tuvimos un buen ejemplo en Járkov, donde lanzaron bombas guiadas contra un edificio de viviendas. Járkov es un ejemplo claro de que Putin o la Rusia de Putin lo que pretende es hacer invivibles las ciudades y crear terror en la población ucraniana para conseguir que se rinda. Lo de Bucha fue una cosa totalmente orquestada. No fue un grupo de soldados a los que se les fue la mano. En Bucha había un método. ¿Para qué? Para que toda la población, probablemente de Kiev, viera lo que estaban haciendo y no se resistieran. Luego, ese crimen, uno de los más documentados de la historia, probablemente fue negado por la propia Rusia y por toda la propaganda diciendo que era imágenes teatralizadas por parte de Ucrania, cuando en realidad si tú vas después puerta por puerta como periodista, preguntando a los vecinos qué pasó, los vecinos supervivientes de aquella masacre te lo cuentan sin ningún problema. Ellos asistieron a eso desde sus ventanas. Incluso muchos tienen grabadas imágenes en vídeo, es decir, todo lo que ha ido pasando, incluidas las fosas comunes de Izium, con 478 cuerpos asesinados con un tiro en la nuca y las manos atadas a la espalda. Es una estrategia de terror.

“Rusia mandó a sus soldados cavar trincheras y dormir en la zona más contaminada del mundo. Se expusieron a una radiación prolongada”

P: Uno de los episodios que me ha parecido muy curioso en tu libro es una crónica que escribes cuando estás en Chernóbil. ¿Cómo es la situación allí desde que comenzó la guerra? Hablas de que los propios soldados rusos están cavando trincheras dentro de tierra contaminada.

R: Chernóbil, por la posición en la que está en el mapa, era la vía más rápida para llegar a la capital. Y fue lo primero que tomaron, la central nuclear y todos los aledaños. A la guarnición que pusieron a custodiar toda la zona de exclusión, la pusieron a cavar trincheras, que es lo que en realidad hacen o harían en cualquier sitio. Con una condición: la tierra de alrededor de la central nuclear es la zona más contaminada del mundo. Y no solo cavaron, sino que durmieron en esas trincheras y en refugios cavados en el suelo radioactivo. Expusieron a sus soldados a una radiación prolongada, por ejemplo, en zonas muy cercanas al Bosque Rojo. En una de las visitas pude ver esas trincheras y fotografiarlas. Incluso granjas que todavía se mantienen en pie de la época del accidente de Chernóbil. Están muy, muy contaminadas y allí también durmieron cientos de soldados rusos. Probablemente el mal de la radiación no lo van a padecer inmediatamente. Pero me decía un experto de la propia central que con los años podrán desarrollar cáncer de tiroides por esa exposición. Además, normalmente la radiación, una vez que visitas la zona de la central, la llevas en la suela de los zapatos. El polvo radioactivo lo llevas pegado a ti. Eso no tiene ninguna repercusión si vas 24 horas porque no te hace daño al cuerpo. Pero si tú te tumbas en el suelo, tus órganos sí que están en contacto con la tierra y con ese polvo radioactivo. Y ahí sí que pueden empezar a cargarse de radiactividad.

P: ¿Les dijeron algo sus oficiales sobre los peligros que podría conllevar eso?

R: Los oficiales sí sabían que esa tierra estaba contaminada. Mi sensación sobre el uso y el abuso de la carne de cañón en el ejército ruso es que no les importa nada la vida de sus soldados y la ven como material totalmente reemplazable. Es decir, que si se tienen que contaminar de radiación, que se contaminen, y si tienen que morir en un asalto, que mueran. Tienen mucha población porque es el país más grande del mundo, con 200 millones de habitantes. Además, tienen cierto desprecio por la población de repúblicas lejanas a Moscú y San Petersburgo, y son sobre todo los que están mandando a morir, pues a ellos no les importa. A ellos no les importa nada. Y lo que pasó en Chernóbil con todos estos soldados lo he visto repetido en otras zonas de la misma manera.

Soldados ucranianos dentro de un
Soldados ucranianos dentro de un vehículo blindado. (Imagen cedida por Alberto Rojas)

P: La guerra en Ucrania es un conflicto que desde sus inicios se ha dicho que es de los más opacos que ha habido. En su momento, era imposible que los periodistas pudiesen cubrir lo que ocurrió en Mariúpol. Ahora que la atención está, digamos, desviada hacia lo que está pasando en Oriente Próximo, ¿crees que hay un poco más de transparencia sobre lo que ocurre?

R: Yo creo que la guerra de Ucrania es opaca desde el lado ruso. En el lado ucraniano hemos estado miles de periodistas internacionales e independientes cubriendo la guerra con cada vez más acceso a lo que estaba pasando. Pero, sin embargo, a la zona rusa solo acceden estos que llaman ellos los mili-bloggers, estos blogueros militares que sí cuentan con permiso para acceder a esas zonas. Muy pocos periodistas que viven en Rusia o que trabajan en Rusia han accedido. Ni siquiera su propia prensa adicta al régimen va por allí. Entonces, claro que no sabemos nada del cerco de Mariúpol. Es que el cerco de Mariúpol se cubrió por parte de muy pocos periodistas occidentales que quedaron varados allí y que salieron cuando pudieron. También lo cubrieron aquellos que hicieron la película 20 días en Mariúpol, que salieron a los 20 días exactamente y ya no sabemos nada más. ¿Por qué? Porque Rusia en sus zonas no permite el trabajo periodístico. Yo me he movido por toda Ucrania, he entrevistado a muchísima gente, civiles, militares, he entrevistado a prisioneros rusos, y he hablado con gente que es abiertamente prorrusa sin ningún problema. He visto fosas comunes, he entrado en hospitales, he entrado en trincheras y a mí nadie me ha dicho lo que tenía o no tenía que escribir.

Respecto a la fatiga de la actualidad, yo creo que eso es hasta cierto punto normal. Llevamos casi tres años de guerra y la tensión ha descendido. Es que eso pasó incluso en la Segunda Guerra Mundial. En Estados Unidos, en el año 44, durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que se estaba liberando París o avanzando hacia el corazón de Alemania, ya las noticias descendieron mucho porque la guerra llevaba ya mucho tiempo. Es decir, la atención poco a poco va cambiando. Las fotos de Robert Capa en el desembarco de Normandía no fueron portada de Life. Iban en el interior, pero no fueron portada y son probablemente las más icónicas de esa guerra. La guerra en Oriente Medio tampoco ha ayudado, porque evidentemente desvía la atención.

“Ni Rusia ni Ucrania pueden decir que ganan la guerra porque ninguno ha cumplido sus objetivos militares”

P: Caiga la victoria de un lado o de otro, parece ser que la conciliación entre rusos y ucranianos, por mucho terreno que conquistes en el campo de batalla, tardará mucho en llegar.

R: Yo creo que para eso van a hacer falta generaciones y para ello tiene que cambiar el régimen. Putin no es eterno. Putin tiene 72 años y vamos a ver qué régimen va a sustituirle. Yo creo que ese régimen es insostenible. Es un régimen que está aislado, cuyos máximos aliados son países totalitarios del tipo Irán o Corea del Norte. Y luego, además, ha perdido todos los grandes contratos gasísticos, por ejemplo, con Europa. Es decir, yo creo que esa situación o esa mentalidad no se puede sostener mucho más en el tiempo. Cuando caiga Putin, no sé lo que vendrá, pero me parece muy malo para Rusia que siga en esa retórica bélica. Respecto a Ucrania, le queda un largo camino por delante. Yo creo que esta guerra la van a perder los dos. Me resulta difícil ver un ganador en una guerra en la cual ninguno de los dos ha cumplido sus objetivos y además no están cerca de cumplirlos. Si piensas en Rusia, el primer objetivo de Rusia era decapitar el estado ucraniano y colocar a un Gobierno títere. Tomar la capital. No lo consiguió. El segundo objetivo, una vez que se fracasó, era tomar el Donbass, algo que tampoco lo ha conseguido. Pese a que ha habido avances, no tiene nada a lo que poder llamar victoria. Si nos vamos al lado ucraniano, el objetivo se cumplió, digamos, en una parte de la guerra. Era impedir que Ucrania cayera y que siguiera siendo un Estado. Pero luego el segundo no, que era echar al ocupante ruso de su territorio. Ahora mismo yo creo que ninguno de los dos puede decir que ha ganado la guerra.

P: ¿Qué ocurriría si Donald Trump decidiese poner fin a la guerra?

R: Si Donald Trump se empeña en acabar con la guerra, tiene una manera de hacerlo que sería muy lesiva para Ucrania, que es dejar de enviar ayuda. Eso sería malo para Ucrania y eso sí que podría acelerar la llegada de un alto el fuego para congelar la guerra con las actuales ganancias de Rusia. Pero eso no significaría el final de la guerra, sino un alto el fuego temporal. No da garantías a Ucrania de que Rusia, en un año o dos años, una vez recuperada de todo el desgaste que lleva encima, pueda volver a atacar. Por eso soy muy pesimista con Trump. Trump puede forzar un alto el fuego, pero no tiene ningún plan a largo plazo para acabar de verdad con la guerra.

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