Lo que pudo ser un chollo domiciliario se ha convertido en la pesadilla de un hombre y su mujer. Dejaron la ciudad de Grand-Camp, Eure, al norte de Francia, con la desagradable sensación de haber tirado 10 años de su vida.
La historia se remonta a 2004, cuando la pareja decidió comprar una casa en ruinas y reformarla para después venderla y disfrutar de los beneficios. Por el momento, el ayuntamiento de la localidad no tenía pensado hacer una nueva construcción. Sin embargo, más tarde, se planteó la instalación de una nueva planta de aguas residuales, según ha informado France Live.
Diez años y 200 metros cuadrados
Los antiguos residentes tenían un plan de futuro en mente: disfrutar unos pocos años de la casa recién reformada y luego venderla, embolsándose unos buenos beneficios. “Era el antiguo bar del pueblo y con mi mujer trabajamos durante diez años para rehacer los 200 metros cuadrados”, ha explicado el hombre.
Pero las cosas se torcieron en 2013, cuando los rumores y la prensa local informaron sobre un proyecto para rehabilitar la planta de tratamiento de aguas residuales del pueblo, declarada en ruinas. Los planes incluían la construcción de una nueva estación, en las inmediaciones del antiguo bar.
“El pueblo es grande, estaba la solución de ponerla detrás del cementerio o en la Iglesia”, ha dicho el ahora anciano. La pareja no fue molestada por las obras de la nueva estación, pero temían los olores que esta desprendería después de su reforma. “Una estación de caña, ¡eso no se hace al lado de las casas!, ha recriminado el hombre.
Construir más lejos significa pagar más por la superficie que ocupa el municipio. Se ha estimado que el coste de construir en otro lado serían de 90.000 euros sobre un presupuesto inicial de 336.000 euros. “Fuimos a ver a los funcionarios electos, les explicamos por qué estábamos en contra del proyecto, pero no querían oír hablar de ello”, ha declarado el hombre.
“Es un abuso de poder. En ningún momento se preocuparon por si iban a arruinar familias y planes de vida”, ha añadido.
La nueva casa: sin valor
La pareja se vio obligada a denunciar tales hechos y a entrar en una batalla contra el ayuntamiento de la localidad. Al no llegar a un acuerdo, las dos partes solicitaron arbitraje a los tribunales. Al principio, los residentes ganaron el caso, pero tras una apelación y cuatro años de juicios, el tribunal administrativo validó el proyecto municipal.
“Nos sentimos realmente agraviados, porque rápidamente comprendimos que nuestra casa ya no valía nada. O la vendemos con descuento o firmamos pasar nuestra vida al lado de una depuradora”, ha recordado el demandante, quién inicialmente optó por la segunda opción.
La casa se había comprado por algo menos de 100.000 euros y en la que se habían invertido otros 100.000 más en reformas. No obstante, posteriormente se vendió por una miseria: “La vendimos por 125.000 euros, no tuvimos otra opción”, ha confesado el hombre.
Además, este hombre fue informado por la prensa y las redes sociales que la nueva depuradora había sido inaugurada el 15 de octubre por el equipo municipal. “Mi enfado hacia esta gente es inmenso. Les culpo por haber hecho las cosas a escondidas, sin pedirnos nuestra opinión”, ha indicado el demandante.
Uno de sus antiguos vecinos decidió quedarse: “Me dijeron que por la noche tenían que cerrar las puertas y no podían salir a la terraza por los mosquitos y moscas que antes no había”.