Pantanos y búnkeres. Estas son dos de las claves del plan de infraestructura que llevó a cabo Francis Franco. Así, la mayor fortificación militar que se construyó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial se hizo en España como respuesta a una de las órdenes del caudillo.
Bajo el nombre de Organización Defensiva de los Pirineos, el régimen de Francisco Franco construyó, desde 1937 y hasta mediados de los años cincuenta, una extensa red de búnkeres a lo largo de la frontera con Francia. El objetivo era reforzar esta zona ante una posible invasión, ya fuera por parte de republicanos exiliados, maquis y sus aliados tras la Guerra Civil española, o por otros frentes externos.
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Además, la dictadura también temía una incursión relámpago de las tropas nazis de Adolf Hitler, cuyo deseo de controlar todo el continente europeo era cada vez mayor. Aunque oficialmente la vigilancia de los pasos fronterizos recaía en el régimen de Vichy, la Gestapo supervisaba estos pasos en suelo francés, asegurando los intereses estratégicos de la Alemania nazi en la región.
La línea P
En un principio, el proyecto de la Línea P preveía la construcción de cerca de 10.000 búnkeres a lo largo de los 500 kilómetros de la cordillera pirenaica, desde el mar Cantábrico hasta el Mediterráneo. Sin embargo, el proyecto nunca llegó a terminarse y solo se completaron unas 4.000 fortificaciones, que incluían nidos de ametralladoras, puestos de observación y refugios. Hoy, muchas de estas estructuras permanecen en pie, aunque en un evidente estado de abandono.
La construcción de la Línea P implicó la movilización de miles de soldados y recursos en un esfuerzo por crear una barrera defensiva que nunca fue utilizada en combate. Con el tiempo, la línea quedó obsoleta y fue abandonada alrededor de 1980.
Una ruta por los búnkeres de la línea P
A pesar del enorme esfuerzo destinado a militarizar los Pirineos, la Línea P nunca llegó a entrar en servicio activo. Sin embargo, el ejército español mantuvo el plan operativo hasta 1985, cuando España se unió a la OTAN, consolidando su integración en la alianza militar occidental. Actualmente, quedan pocos restos visibles de esta infraestructura, aunque algunos de los búnkeres se conservan y se han convertido en un atractivo histórico en la región, ofreciendo a los visitantes un vistazo a este capítulo de la historia de defensa del país.
En Biescas, en la provincia de Huesca, se ofrece la llamada “Ruta de los Búnkeres”, que permite explorar parte del núcleo de resistencia 106 “Hoz”, ubicado en las inmediaciones de la ermita de Santa Elena. Durante los meses de julio y agosto, se organizan visitas guiadas que conducen a los visitantes por estos vestigios militares. También en Huesca, en el municipio de Canfranc, se ha restaurado el “Punto de Apoyo n.º 1″ del “Núcleo de Resistencia n.º 111″ (Los Arañones). Este conjunto de búnkeres ha sido habilitado para recibir a visitantes.
Por último, en el Pirineo navarro, localidades como Auritz/Burguete han establecido rutas para visitar algunos búnkeres de la Línea P. Estas rutas están señalizadas y son de acceso libre, lo que permite a los visitantes recorrerlas de forma autónoma sin coste alguno. Sin embargo, en ocasiones se organizan visitas guiadas. Para obtener información actualizada sobre estas actividades y posibles tarifas, se recomienda contactar con la oficina de turismo local o consultar el sitio web oficial del municipio.