Kim Kardashian fue la primera socialité del mundo. Alejada de la política, de la cultura y del deporte, la influencer consigue resistir en un mundo cada vez más politizado con su presencia en redes sociales y las pasarelas. Para ella todo comenzó a raíz de un video sexual filtrado; no obstante, su privilegiada mente, que ha sabido encontrar el éxito en cada negocio que abre, la ha convertido en una de las figuras más conocidas del mundo.
A pesar de pertenecer a la élite de Calabasas, California, por el trabajo de su padre, Robert Kardashian, la segunda hija de Kris Jenner ha sabido crecer poco a poco en el mundo de las celebrities gracias a su reality Keeping Up With The Kardashians. Hasta casarse con uno de los raperos más conocidos del mundo y colaborar con las firmas de moda más importantes de la industria, Kim Kardashian ha conseguido ser más que una creadora de contenido.
Por ello, la líder del clan piensa que nada en este mundo se le puede resistir. Y, dentro de su sector, su figura podría asemejarse a Marilyn Monroe o Lady Di; por lo tanto, en su última aparición en una alfombra roja, la multimillonaria ha vuelto a demostrar que ella también es una estrella en lo suyo. La exmujer de Kanye West decidió lucir en la 13º edición de la Gala Anual de Arte y Cine del museo LACMA el pasado 2 de noviembre en Los Ángeles la Cruz de Attallah, un collar de piedras preciosas conocido por ser lucido en varias ocasiones por la Princesa de Gales.
Se trata de una cruz formada con amatistas de corte cuadrado y diamantes circulares, que decidió combinar con un vestido de Gucci, patrocinador del evento, largo hasta el suelo y con un gran escote de pico en color blanco. El look fue lucido en varias de sus historias de Instagram, su red social de cabecera donde acumula 359 millones de seguidores, y llegó a compararse con Lady Di vistiendo la joya en 1987.
La pieza fue creada en 1920 por Garrard y, según afirma El Mundo, tiene un peso de 5,25 quilates y mide 136x92 milímetros. Sin embargo, su importancia no reside en su belleza, sino en la figura que lo llevó. La princesa Diana acudía en 1987 a una gala de la ONG Birthright, apostando por un vestido negro y violeta de terciopelo de la firma Catherine Walker. Pero, lo que más sorprendía a la prensa, fue la joya que colgaba de su cuello. “En cierta medida, este inusual colgante simboliza la creciente confianza de la princesa británica en sus elecciones de ropa y joyas en ese momento de su vida”, explicó la casa de subastas Sotheby’s, quienes pusieron en el mercado el collar el pasado año.
Al conocerse que la cruz formaría parte de la venta anual Royal and Noble de la casa de subastas, muchos se cuestionaron por qué no formó parte de la herencia de Diana de Gales; no obstante, esta nunca fue de ella. Según la revista Hello!, se trataba de un préstamo de su amigo Naim Attallah, exdirector de la joyería Asprey & Garrard, y que la Princesa de Gales pensaba lucir en más de una ocasión. Aunque, debido a su trágico final, no pudo volver a vestirlo. Por ello, numerosos medios de comunicación estadounidenses y británicos comenzaron a definirlo como un accesorio maldito.
Este rumor no fue un motivo para que Kim Kardashian no apostara por él, ya que su obsesión por volver a dar vida a piezas emblemáticas del mundo de la moda va más allá. “Raramente llegan al mercado joyas que la difunta princesa Diana poseía o usaba, en especial una pieza como la Cruz Attallah, que es tan colorida, audaz y distintiva”, comentó el portavoz de la casa de subastas londinense, Kristian Spofforth. Y, en cuestión de cinco minutos, el collar se encontraba fuera del mercado y de camino al hogar de la socialité. “Estamos encantados de que esta pieza haya encontrado una nueva vida en manos de otro nombre mundialmente famoso”, concluyó Spofforth.
Coleccionista de piezas únicas
Y es que, Kardashian ha comentado en más de una ocasión en su reality de E!, ahora en HULU, la admiración que tenía por la aristócrata británica desde pequeña y cuánto le afectó su fallecimiento. Aunque, la princesa no fue la única figura popular que ha sido un referente en su éxito. Ya que, además de la Cruz Attallah, Kardashian sorprendió a todos los medios y asistentes de la MET gala de Nueva York de 2022 cuando apareció en la alfombra roja con el mítico vestido que Marilyn Monroe lució en el evento demócrata en el que cantó Happy Birthday al entonces presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en 1962.
La empresaria y dueña de SKIMS tuvo que perder siete kilos en tres semanas. Vistió un traje de sauna dos veces al día, recorrió decenas de kilómetros en la cinta de correr, eliminó totalmente el azúcar y los carbohidratos y apostó solo por verduras y las proteínas más limpias, reveló en The Kardashians. Y esa misma noche, disfrutó de una pizza extra grande en compañía de su entonces pareja, Pete Davidson. Ambos acudieron meses antes al museo Ripley’s Believe It or Not, donde se encuentra custodiado el traje desde que fue subastado en 2016 por 4,8 millones de dólares, y allí descubrió que vestirlo no sería tarea fácil, ya que supuestamente, según indica Vanity Fair, fue cosido en el propio cuerpo de Marilyn Monroe por Jean Louis. Sin embargo, en una noche en la que se iba a honrar la moda americana, Kardashian pensó que no había nada más “americano” que ese momento.
Aunque no fue confirmado, muchos medios estadounidenses aseguraron que la exmujer de Kanye West rasgó en algunas partes el diseño. Aunque, más tarde se confirmaría en su reality que Kim Kardashian vistió una réplica para la cena posterior a la alfombra roja. “Vi todo esto como una señal de la forma en que todas las estrellas se alinearon. Será para siempre uno de los mayores privilegios de mi vida poder canalizar mi Marilyn interior de esta manera, en una noche tan especial”, publicó la hermana de Kendall Jenner en Instagram.