Ser puntuales o incluso llegar con antelación a los sitios es una virtud muy valorada, sin embargo, la psicología apunta que esta costumbre revela aspectos profundos de la personalidad y el control emocional. Las personas que llegan siempre a la hora son vista, generalmente, como responsables, organizadas y con un alto nivel de autocontrol. No obstante, este hábito también puede estar motivado por aspectos algo menos evidentes, como la preocupación excesiva por agradar a los demás o el deseo de evitar la incertidumbre.
El psicólogo social británico Oliver Burkman, en una entrevista en la BBC, analizó esta conducta y señaló que aquellos que llegan temprano tienen una percepción del tiempo más precisa y una menor tendencia a procrastinar. Esto se relaciona con una especie de “preparación para el peor escenario”, un hábito que les permite tener un alto grado de control sobre sus actividades y desplazamientos, minimizando posibles contratiempos.
La puntualidad sinónimo de autocontrol
Las personas que llegan siempre pronto suelen demostrar un nivel superior de autocontrol, lo que les permite gestionar mejor su tiempo y evitar distracciones o aplazamientos, aspectos que suelen afectar a quienes tienen dificultades para cumplir con los horarios estrictos. Esta percepción del tiempo y esa necesidad de querer tenerlo todo bajo su control les lleva a organizar su agenda con gran antelación y a prever cada aspecto de sus citas.
Además de su precisión, Burkman menciona que estas personas prefieren tener un margen de tiempo suficiente para afrontar posibles imprevistos, lo que refleja una especie de “perfeccionismo anticipatorio”. Este rasgo, aunque a menudo resulta positivo en el ámbito laboral, puede convertirse en una fuente de frustración cuando el exceso de previsión termina generando tensiones.
El lado negativo de la extrema puntualidad
Aunque llegar temprano se considera una cualidad de las personas profesionales, la psicología advierte sobre las desventajas de esa puntualidad extrema. La ansiedad o preocupación excesiva por complacer a los demás es uno de los factores que puede motivar a estos individuos a ser siempre los primeros en llegar. Una actitud que revela una sensibilidad ante el juicio de los demás y una voluntad por ser vistas como fiables, lo que puede generar un estrés innecesario.
El propio Burkman señala que, para los “madrugadores”, la espera se convierte a menudo en una experiencia frustrante. Quienes llegan mucho antes de la hora acordada suelen impacientarse al tener que esperar y, en muchos casos, tienden a juzgar a los que llegan con menos puntualidad. Esta reacción puede provocar conflictos en el ámbito laboral o personal, al generar una cierta hostilidad hacia quienes no comparten el mismo grado de control del tiempo.
La relación entre la puntualidad y el miedo a la incertidumbre
Desde una perspectiva psicológica, llegar siempre pronto puede responder a un intento de controlar la incertidumbre y, de alguna manera, minimizar el riesgo de imprevistos. Las personas extremadamente puntuales suelen organizar su vida de tal manera que evitan la improvisación y las sorpresas, un enfoque que refleja una necesidad de seguridad y previsibilidad.
Según los expertos, este tipo de actitud es habitual en personas que desean tener el control de cada aspecto de su vida, una estrategia que reduce la ansiedad al disminuir las probabilidades de que algo salga mal. Sin embargo, este tipo de planificación constante puede llegar a limitar la capacidad de adaptación y de disfrutar el momento presente, al estar siempre pensando en el siguiente paso.