La crisis de vivienda que afronta España ha provocado numerosas reacciones por parte de la población. De la huelga de alquileres a un amplio abanico de medidas por parte de las administraciones, pasando por la búsqueda de ‘culpables’: los caseros, los turistas, la falta de vivienda pública. Sin embargo, una situación muy similar están atravesando otros países, como Reino Unido, donde la carestía de alojamientos asequibles se convirtió en uno de los principales problemas para los británicos.
El problema de Reino Unido con sus casas es muy similar al de España: el precio de los alquileres ha subido más y más rápidamente que el sueldo con el que los ciudadanos pueden pagarlo. Muchos estudios sitúan el alza del coste del arrendamiento entre un 20% y un 30% en los últimos cinco años. Un meteórico ascenso propiciado, o agravado, por la falta de viviendas. Un informe elaborado por el Centro de las Ciudades aclaraba que Reino Unido debía contar con cuatro millones de viviendas más para igualar el ratio de otros países de Europa. Ante esta falta de oferta y la alta demanda, el Gobierno británico se comprometió a construir 300.000 viviendas al año.
Aumenta el número de personas sin hogar
La elevada cuantía que piden hoy los propietarios ha provocado que mucha gente no pueda acceder a un piso o una casa. Como consecuencia, el número de personas sin vivienda ha aumentado hasta alcanzar cifras de récord. Solo en la zona metropolitana de Londres, se estima que el número de personas en esta situación está muy cerca de alcanzar las 3.900, un 120% más que en 2010. Personas como Susan, una mujer de 75 años que ha explicado para un reportaje de la BBC cómo ha llegado a verse tan cerca de vivir en la calle.
Susan llevaba viviendo durante 13 años en una misma casa. Allí pagaba religiosamente el alquiler y sobrevivía gracias a una pensión estatal y una prestación oficial también por una discapacidad. No obstante, su casera decidió vender la vivienda, motivo por el que esta mujer se vio obligada a buscar otro lugar en el que poder alojarse... con escaso éxito. “Soy inaceptable para los agentes inmobiliarios, simplemente no me aceptarían”, explica Susan. Nadie la aceptaba como inquilina, algo que unido a las sumas de dinero que pedían, la obligaron a acabar pidiendo ayuda a la administración local.
Los ayuntamientos están obligados por ley a dar alojamiento a todas las personas sin hogar. Se calcula, de hecho, que actualmente, en Londres y sus alrededores hay más de 180.000 personas habitando este tipo de viviendas temporales. En el caso de Susan, lo mejor que pudieron darle las autoridades de Havering, localidad en la que se encontraba, fue una habitación de hotel en la que ni siquiera tiene cocina: solo un microondas. “Aquí es prácticamente imposible alimentarme”, lamenta, dado que su cuerpo ya no tolera este tipo de alimentos precocinados. “Sólo como fruta y galletas hasta que puedo ir a casa de mi hija para una cena adecuada”.
La propia BBC explica por qué Susan no puede irse a vivir con su hija y su nieto. De hacerlo, estarían incumpliendo el contrato de arrendamiento, algo que provocaría el desalojo de toda la familia. “Es un sistema brutal y me siento mal preparada para afrontarlo”, reconoce Susan. Ahora espera, junto a otras 2.500 personas, a que las autoridades de Havening puedan darle una casa permanente, algo que se está demorando mucho en el tiempo -el tiempo de espera alcanza el año- y que seguirá demorándose mientras la crisis de vivienda perdure.