En la isla de Capri, hace más de seis décadas, un cuadro desechado pudo haber cambiado el destino de una familia italiana. De hecho, aún está a tiempo de hacerlo. Andrea Lo Russo, junto con sus hermanos, está decidido a demostrar que el misterioso lienzo encontrado por su padre no es otro que una obra auténtica de Pablo Picasso. “Mi madre decía que era feo”, recuerda Lo Russo sobre el cuadro, que ha pasado de adornar la sala de estar de su hogar a un restaurante familiar en Pompeya.
El legado del cuadro comienza a principios de la década de 1960, cuando el padre de Lo Russo, un comerciante de chatarra, lo recogió de un vertedero en Capri. Sin sospechar el valor de la firma en la esquina de la pintura que rezaba “Picasso”, lo enmarcó modestamente y lo colocó en su casa. La familia vivió con el cuadro durante cerca de 50 años, hasta que Andrea Lo Russo, inspirado por una lección de historia del arte en la escuela, comenzó a investigar su posible autenticidad.
“Cuando mi madre lo colgó en la pared para decorar la casa, poniéndole el nombre de ‘el garabato’, por la extrañeza del rostro de la mujer retratada, yo ni siquiera había nacido”, relata Lo Russo en una entrevista con CNN. Con el tiempo, y a medida que creció su interés, Lo Russo descubrió que el cuadro era sospechosamente similar a las obras de Picasso realizadas en honor a Dora Maar, una artista y amante del pintor español.
A lo largo de los años, el reto de autenticar la obra llevó a la familia a consultar con distintos expertos en arte, muchos de los cuales ofrecieron conservarla sin garantizar su autenticidad. “Por las historias de mi padre, sé que se recuperaron dos lienzos del vertedero de Capri; sin embargo, solo uno fue firmado por Picasso”, explica Lo Russo. Para proteger su hallazgo, registraron la pintura con la policía patrimonial italiana, que les permitió conservarla debido a que no estaba oficialmente autenticada.
La perseverante búsqueda de la verdad condujo a la pintura a permanecer en una caja fuerte en Milán desde 2019. Finalmente, el impulso más significativo vino cuando Cinzia Altieri, una grafóloga de un tribunal de patrimonio de Milán, verificó la autenticidad de la firma de Picasso. “No hay duda de que la firma es suya”, aseguró Altieri entonces.
El último paso
La familia todavía enfrenta el desafío de convencer a la Fundación Picasso en París, que tiene la autoridad última para ratificar oficialmente la autenticidad del cuadro. Un respaldo de esta magnitud no solo incrementaría el valor del mismo, que actualmente se estima en unos 6 millones de euros, sino que también proporcionaría un cierre a la larga odisea de la familia Lo Russo.
“Estoy feliz, pero esperemos y brindemos; todavía hay un paso que dar antes de dar por terminada esta increíble historia”, expresa Lo Russo. Confiado en las pruebas proporcionadas por la Fundación Arcadia, Lo Russo espera que París se convenza finalmente de la autenticidad de la pintura.
Lo Rosso y sus hermanos cuentan que, en caso de que el lienzo sea reconocido por la Fundación Picasso, que podría duplicar con creces su valor, entonces lo subastarán en honor a su padre, que quería que el cuadro fuera certificado y vendido.La familia está lista para ver finalmente la recompensa de años de dedicación y esfuerzo mientras esperan junto a Andrea al resultado que cambiaría su historia para siempre.