El olor a barro lo impregna todo en las calles de Catarroja, un municipio de cerca de 3.000 habitantes pegado a Valencia hasta donde están llegando centenares de personas para paliar los efectos de la devastadora Dana que cayó el martes y que ya ha dejado más de 200 fallecidos. Voluntarios y vecinos se afanan en retirar el lodo de las calles con cubos, cepillos o cualquier utensilio que se pueda convertir en pala improvisada para apartar toda esa masa marrón que todo lo cubre. Unos se animan a otros y, entre lágrimas y abrazos, se preguntan cómo están mientras observan hasta donde ha llegado el nivel del agua, pues en esta localidad tan duramente golpeada por la riada se pueden ver marcas de hasta dos metros de altura.
En Catarroja no ha sido hasta este viernes, 76 horas después de la tormenta, cuando han podido recuperar el servicio eléctrico, aunque aún hay muchas calles donde los vecinos siguen sin luz y sin agua. Ana, que cepillo en mano y con barro hasta las rodillas ayuda a limpiar a la vecina del bajo cuya casa ha quedado destrozada, se siente afortunada de vivir en el cuarto piso del edificio y de haber perdido “solo el coche”. “Al final es algo material, pero no sé cómo vamos a recuperarnos de esto”, cuenta consternada a Infobae España, que se ha trasladado hasta esta zona de la provincia de Valencia tan castigada.
Elena, estudiante universitaria de 22 años, explica que “todo pasó muy rápido”. No ha parado de limpiar y ayudar a retirar escombros y, al igual que otros muchos vecinos, asegura que han estado totalmente desinformados, “sin ni siquiera saber cómo había afectado el desastre al pueblo de al lado”. “Como estábamos incomunicados y todo el rato limpiando, solo sabíamos lo que había ocurrido aquí en Catarroja. Ahora empezamos a ser conscientes del alcance de la tragedia”.
La joven lamenta que las autoridades no dieran antes la alerta antes porque así “al menos se habrían evitado muchas muertes” y critica que tengan que ser los vecinos de otros pueblos quienes están ayudando en las labores de limpieza en lugar de equipos profesionales y de qué el Gobierno que dirige Carlos Mazón envíe más ayuda. De hecho, son muchas las asociaciones falleras formadas por jóvenes que en estos días se han convertido en auténticas cuadrillas de limpieza y siguen al pie del cañón tres días después de la DANA, la peor de todo este siglo.
Entre el caos, cientos de personas buscan ya a los culpables en la gestión de la tragedia. Responsabilizan, principalmente, a la administración pública por los avisos tardíos y la falta de personal para hacer frente a las consecuencias de las fuertes lluvias. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que había activado el nivel rojo de alerta para el día, comenzaba a informar de los efectos de la DANA a las 7:00 horas: las precipitaciones ya superaban los 100l/m2 en la franja que va desde Pinet, pasando por la Pobla Llarga, Castelló, Alberic, Tous, Cortes de Pallás y Dos Aguas. Desde entonces, la fuerza de la lluvia solo fue en aumento. A las 8:45 horas, la Aemet ya difundía vídeos de calles inundadas en municipios como Catadau. Pero la Generalitat valenciana no solicitó la ayuda de la Unidad Militar de Emergencias (UME) hasta las 20:36 horas.
Elena, que sigue con el cepillo en la mano, también se pregunta dónde están los políticos en estos momentos tan complicados para la población. “Aquí todos los que estamos limpiando dejándonos la piel somos los vecinos, no he visto a ningún político limpiando. Hablan mucho, pero ninguno viene aquí a quitar el barro”, dice indignada.
No han visto a políticos asomarse por Catarroja, pero tampoco ha aparecido el Ejército, lamentan, y aunque las patrullas de Protección Civil y la UME están continuamente recorriendo las calles, es la propia población la que prácticamente de manera exclusiva se está encargando de las labores de limpieza, además de sostenerse y dar apoyo al de al lado.
El agua bajó del barranco
El escenario en Catarroja sigue siendo dantesco a pesar de que en la tarde de este viernes el sol faltaba con fuerza, lo cual ayuda a que el barro se seque. Aun así, el lodo inunda cada calle y tanto los pisos bajos de las viviendas y garajes como innumerables negocios han quedado completamente destrozados tras el paso de la tormenta. En el caso de Teresa, propietaria de una guardería Mi primer cole, ubicada en la Avenida La Rambleta, una de las calles principales del pueblo, no ha podido salvar nada, pero por suerte “los niños fueron desalojados a tiempo” y no ha habido que lamentar daños mayores, dice aliviada enfundada en sus guantes y llena de barro. “Aquí el martes ni siquiera llovía, pero el agua llegó del barranco de Poyo con mucha fuerza y destrozó todo a su paso”, explica a este periódico.
Por su parte Faustina, una vecina de Tavernes Blanques que no ha dudado en acudir a Catarroja a ayudar, aún sigue sin dar crédito a todo lo que ha ocurrido. En su pueblo, por suerte, no afectó la tormenta pero sus vidas, admite, no volverán a ser las mismas. “Aún hay muchos cuerpos atrapados en los garajes, no sabemos con qué se encontrarán los efectivos de seguridad cuando puedan acceder”.
De hecho, el número de víctimas sigue en aumento porque es ahora, casi tres días después de la tormenta, cuando se empieza a ver la magnitud de la tragedia, de forma que van apareciendo cadáveres en lugares a los que no se había podido acceder. Aunque este viernes 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, es festivo, en la Comunidad Valenciana no hay nada que celebrar y va a tener que transcurrir mucho tiempo para que la población se recupere, así como el comercio y la economía de la zona.
Al igual que en Catarroja, la situación sigue siendo de extrema gravedad en otros municipios valencianos como Massanassa, Alfafar, Chiva y Paiporta, donde empieza a caer la noche y los vecinos siguen limpiando lodo y esperando la ayuda de las instituciones.