“Tomaron a un hombre muerto y lo arrojaron al pozo, y luego lo rellenaron con piedras”: la Saga de Sverris es un texto histórico noruego del siglo XIII. Cuenta, en rasgos generales, la historia de un ambicioso rey que vivió entre 1152 y 1202 y reinó Noruega en la segunda mitad del siglo XII. Sverre, hijo de Munn, el legítimo rey que habría sido asesinado por su propio hermano, dio paso a un conflicto de sucesión al identificarse como tal. Así, comenzó una guerra entre dos bandos, conformados por los hombres que juraron su lealtad a Sverre y los llamados Baglers, simpatizantes de la Iglesia Católica Romana.
Según esta historia, el rey Sverris se encontraba junto a sus aliados los Birkebeiner en el castillo de Sverresborg pasando el invierno de 1197. Fue entonces cuando el grupo de rebeldes de los Bagler atacó la fortificación, arrojando el cadáver de un hombre a un pozo, supuestamente para envenenar el suministro de agua de los asediados. Este personaje de la saga es conocido simplemente como “el hombre del pozo”.
Varios siglos después, en 1938, se descubrió un esqueleto en el interior de un pozo del castillo. Sin embargo, no fue hasta el año 2016 cuando se logró recuperar el 90% de los restos óseos y así poder realizar exhaustivas pruebas de ADN. Los huesos fueron encontrados en distintos lugares del pozo y divididos por parte corporales: en la zona al sur del pozo encontraron una mano izquierda y en otra zona el cráneo, que presentaba evidencias de haber recibido un duro golpe, posiblemente el que le causó la muerte tanto tiempo atrás. Este descubrimiento, junto al de más de cincuenta esqueletos del siglo X en Dinamarca, prometen arrojar nueva luz sobre la historia de los vikingos.
Los restos pertenecieron a un hombre robusto, rubio, y de ojos azules
El examen de los huesos fue realizado por la osteoarqueóloga Hanne Ekstrøm Jordahl, quien reveló que el individuo había sido un hombre de entre 35 y 40 años, de complexión robusta, con una altura de 175-180 cm; con rasgos faciales marcados y masculinos; y afectado por enfermedades como tuberculosis o silicosis.
El análisis por técnica de radiocarbono reveló que los restos hallados tenían más de 900 años, lo que coincide con el marco temporal de la Saga de Sverris. Sin embargo, otros descubrimientos desafiaron algunas suposiciones históricas sobre su identidad: el análisis genético realizado por Martin Ellegaard reveló que la víctima habría sido un hombre rubio y de ojos azules cuyos marcadores genéticos indicaban que provenía de la región de Agder, al sur de Noruega, por lo que no podría haber sido uno de los aliados de Sverre.
El supervisor de Martin Ellegaard, Michael Martin, subrayó la importancia histórica del descubrimiento, ya que se trata, con toda probabilidad, del caso más antiguo en el que se ha logrado obtener la información genómica de una persona mencionada en fuentes históricas antiguas: sería como encontrar los restos del Cid atados aún a su caballo.
Estos investigadores, que trabajan frecuentemente con restos óseos para resolver los misterios del pasado, pueden quedar satisfechos con este hallazgo: aunque no ha concedido todas las respuestas, incluyendo las lealtades la identidad real del hombre del pozo, a quien los investigadores se refieren como “el hombre de Adger”, los resultados han permitido una mayor concreción de este episodio particular de la historia noruega, aportando además un componente de veracidad a la antiquísima fuente histórica: efectivamente, alguien arrojó un cadáver al pozo. El hecho de que un detalle tan minucioso pueda haberse comprobado como cierto demuestra el potencial de combinar arqueología, historia y genética para arrojar luz sobre el pasado.