Las mujeres solo tienen en España una media de 1,16 hijos, la cifra más baja en décadas y la segunda menor de toda la Unión Europea, aunque se trata de una tendencia global que no afecta solo a los países desarrollados, lo que provocará una disminución de la población mundial a partir de 2030. Detrás del descenso de la fecundidad hay diversos motivos, desde sociológicos a dificultades económicas. “Muchas familias no tienen hijos porque no quieren y debemos respetarlo”, defendió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado 9 de octubre en el Congreso de los Diputados, añadiendo que “no es realista pensar que España vaya a recuperar la tasa de fecundidad de 2,1 hijos por mujer que garantiza el crecimiento de la población”.
Atendiendo solo al ámbito económico, el coste de la crianza se ha multiplicado en los últimos años, según calculan distintos estudios, y el riesgo de pobreza está aumentando entre las familias con hijos, que son las que más justan llegan a fin de mes. Tener hijos supone un desafío económico, más para una generación de jóvenes con problemas de acceso a la vivienda y salarios con un crecimiento leve. Según Raisin, plataforma de productos de ahorro, la crianza completa de un hijo en España asciende en 2024 a una media de 334.343 euros si es hombre y a 324.894 si es mujer por la diferencia en la edad de emancipación, un 8,1% y un 7,9% más que en 2022, respectivamente. El cálculo surge de la suma del desembolso hasta los 31 años y es un importe equivalente al que se necesita actualmente para comprar una vivienda en Madrid de 70 metros cuadrados, estando el coste medio del metro cuadrado a 4.756 euros en Idealista.
El encarecimiento de la crianza también lo registra otro ejercicio similar de Save the Children, que lo estima en 814 euros mensuales de media en Madrid en 2022, un 26% más que en el año 2018. Supera al aumento de los precios en ese mismo periodo (15,5%) y de los salarios (12,2%), lo que eleva el encarecimiento relativo de la crianza. “Solo el primer año de tener un hijo puede suponer hasta el 43% del salario anual medio, lo cual representa un impacto muy significativo en la economía familiar. Por eso recomendamos intentar tener un colchón financiero anticipando este gasto y ahorrar entre un 10-20% del salario mensual antes de asumir esta responsabilidad”, trasladan desde Raisin.
El problema es que no todas las familias pueden hacer frente a este coste creciente que requiere de ahorros previos, lo que se traduce en que las parejas con hijos tengan más dificultades para llegar a fin de mes. Según la última Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del INE, el 10% de los hogares con dos adultos y uno o más hijos declararon tener “mucha dificultad” de llegar a fin de mes en 2022, más que en 2019 (8,9%). Le superan otros hogares con niños dependientes (12,1%) y los hogares monoparentales, con un 21,1%, la cifra más elevada. Estos tres tipos de familia con menores a cargo son los que más problemas declaran, por encima de las familias sin hijos.
Las dificultades para afrontar gastos suelen coincidir con una mayor incidencia de la pobreza. El 23,4% de los hogares con dos adultos y uno o más hijos dependientes están en riesgo de pobreza en 2022 (1,6 puntos más que en 2019), en contraste con las parejas sin hijos (13,8%), aunque el mayor problema se concentra en los hogares monoparentales, donde el 45% están en riesgo de pobreza y la cifra se ha disparado en los últimos años. Esta tasa se calcula dividiendo los ingresos totales del hogar entre los miembros de la familia y se consideran como en riesgo de pobreza aquellos por debajo del 60% de la mediana. En consecuencia, España se encuentra entre los países de la UE con más pobreza infantil, estando en esta situación el 28,5% de los menores de 16 años.
Según señala Raisin, la crianza “representa un desafío económico significativo para muchas familias en España”, sobre todo cuando “un alto porcentaje de ingresos se destina a educación y cuidado” de los menores. Por ello, consideran que el elevado coste es “un factor que afecta la natalidad”, aunque también señalan la precariedad laboral, que “retrasa la emancipación y complica la planificación familiar”, así como las dificultades para conciliar la vida laboral y familiar. “En una encuesta mencionada en nuestro estudio, el 72% de las mujeres indicó dificultades para compatibilizar el trabajo con la crianza, lo cual refleja otro aspecto relevante en la baja natalidad”, explica.
Las ayudas no logran impulsar la natalidad
A esto se suma que las ayudas a la infancia en España (en forma de prestaciones monetarias y desgravaciones fiscales) son escasas y están mal diseñadas. Según un informe publicado por la Comisión Europea, España es el tercer país de los 27 con menos gasto en ayudas a la crianza respecto a su renta per cápita. También es el segundo, junto con Portugal, en el que más ineficiente resulta el sistema fiscal y de prestaciones para reducir la pobreza de los más jóvenes.
En concreto, las ayudas por hijo en España suponen el 4,1% del PIB per cápita, muy lejos de Austria (12%) y de Polonia (11,6%) y solo por delante de Grecia (4%) y de Irlanda (3,2%). Por otra parte, el informe califica las ayudas y concluye que de todas las destinadas a la infancia en España, el 70% no están dirigidas a reducir la pobreza. Después, entre las que sí tienen dicha finalidad, el 20% son inadecuadas, por lo que solo queda un 10% que buscan reducir la pobreza infantil y están bien diseñadas. En consecuencia, las ayudas a la infancia en España solo logran rebajar en 4,76 puntos la conocida como tasa AROPE (grupo de personas en riesgo de pobreza y/o exclusión social) de los menores, únicamente por delante de Portugal, con una reducción de 4,72 puntos. Lideran el ranking Eslovaquia (16,05 puntos) y Hungría (16,02).
Aunque España tiene margen de mejora en las transferencias destinadas a la crianza, la evidencia científica demuestra que cada vez son menos eficaces para impulsar la natalidad. Según las notas de coyuntura social publicadas por Funcas, durante la primera década del siglo XXI “la fecundidad y el gasto en políticas familiares y de infancia arrojaban correlaciones positivas: en los países con mayor gasto en porcentaje del PIB se observaba una mayor fecundidad”, pero en 2022 la relación prácticamente había desaparecido con tasas de fecundidad descendiendo en países de elevado gasto como Finlandia. Por ello, concluyen que estas políticas “han podido (y pueden ser) relevantes, pero constituyen solo una de las variables en una ecuación mucho más amplia en la que quizás los incentivos económicos no sean suficientes”.