Alberto (nombre ficticio) tiene 60 años y el médico le ha comunicado que no podrá volver a subirse a un camión después de 38 años trabajando como conductor de mercancías peligrosas, los últimos como autónomo. El fin de su carrera laboral llegó hace 11 meses, cuando tuvo que parar de manera repentina por un dolor de pecho y ahogamiento. “Me ha causado ansiedad crónica con estrés y depresión”, explica, refiriéndose al diagnóstico final del psiquiatra. Aunque sus dolencias no son solo mentales; actualmente se encuentra en observación al haber registrado niveles elevados de PSA, el indicador que alerta del cáncer de próstata.
Es un conductor vocacional que califica la profesión de “vital para la sociedad”, aunque considera que está “herida de muerte” por las condiciones laborales que tiene y las secuelas que deja en la salud de los trabajadores. Las jornadas de los transportistas de mercancías no se rigen por el Estatuto de los Trabajadores, que fija un máximo de 40 horas semanales, sino por una normativa especial a nivel europeo que permite jornadas mayores. En concreto, se permite conducir una jornada habitual de nueve horas diarias tres días a la semana y de diez los dos restantes. A esto hay que sumar el tiempo obligatorio de descanso intermedio, de al menos 30 minutos cada cuatro horas y media, en el caso de conducir nueve horas, y de 45 minutos si son más.
En este horario no se incluyen el repostaje, la limpieza del camión, los tiempos de espera en los almacenes y las labores de carga y descarga que todavía se realizan en algunos casos, pese a haberse prohibido, por lo que las jornadas terminan siendo de una “disposición” del conductor de entre 13 y 15 horas diarias. El límite de trabajo semanal establecido a nivel europeo son 60 horas. Además, la ley permite estar hasta 21 días sin pisar la residencia habitual. “¿Qué cuerpo humano aguanta eso? Es el sector más sacrificado”, critica Alberto, y añade que la creciente competencia empresarial en el sector es a través de la reducción del sueldo y las dietas de los camioneros. Esto provoca que muchas de las noches que duermen fuera lo hagan en una litera en el propio camión y sin posibilidad de acceder a una ducha porque el salario no alcanza para pernoctar en hostales.
Estas condiciones elevan la siniestralidad, la morbilidad y la mortalidad de los transportistas, que reclaman acceder a una jubilación anticipada sin recortes en la pensión a través de la fijación de coeficientes reductores. “No podemos tener a gente con 65, 66 o 67 años encima de un camión con toneladas en la vía pública; es un peligro para él y para terceros. La solución es jubilar antes a la gente”, señala Agustín López, responsable de Comunicación del sector de Carretera y Logística de CCOO. “Está demostrado con estudios científicos y médicos que, al no tener enfermedades profesionales reconocidas, la mortalidad se dispara, y siempre entre perfiles de elevada edad, a partir de los 50 años, que es cuando hay más accidentes mortales”, añade.
Esta era la principal reivindicación del sector que ocasionó la convocatoria de huelga, desconvocada este jueves al conseguir que una de las patronales del transporte de mercancías por carretera, CETM, haya accedido a solicitar conjuntamente a la Seguridad Social en el plazo de 20 días la tramitación de los coeficientes reductores. No es la primera vez que el sector lo reclama: los representantes de los trabajadores realizaron una solicitud en 2011, pero lleva 13 años “guardada en un cajón”, denuncian.
Al menos 149 conductores murieron trabajando en 2023
Según los datos de siniestralidad del Ministerio de Trabajo, los conductores de vehículos para el transporte urbano o por carretera concentran la mayor parte de los accidentes laborales mortales, superando con diferencia al resto. En 2023, se registraron 149 muertes de conductores en el trabajo, lo que supone el 20% del total de muertes laborales para una ocupación que solo tiene un peso del 4% en conjunto de trabajadores en España. Los conductores también presentan elevada siniestralidad en los accidentes leves y graves, concentrando el 6% y el 9,8% del total respectivamente.
En consecuencia, la incidencia entre los transportistas alcanza los 4.771 accidentes laborales con baja en jornada por cada 100.000 trabajadores en 2023, una cifra que duplica a la media de todas las ocupaciones en España, 2.812. Aunque otros trabajos tienen una incidencia más elevada: la mayor se da en los peones de las industrias manufactureras, con 16.989, debido a más accidentes leves y graves.
A pesar de estas cifras, Alberto cree que continúa habiendo infradeclaración al contarse algunos accidentes laborales de tráfico solo como accidentes de tráfico. “Por desgracia, se tergiversa mucho los que mueren en la carretera. Ojalá las cifras fueran las reales, pero muchas veces la Dirección General de Tráfico contabiliza como accidentes normales”, señala. Achaca estos sucesos a las jornadas “más largas que las de cualquier trabajador”, por lo que pide que se reconozca el derecho a la jubilación anticipada. “A partir de los 55 años, el conductor tiene una merma de facultades fisiológicas que se ven reflejadas en accidentes y en muchos casos resultan en fallecimiento en el puesto de trabajo”, insiste.
Accidentes más graves y bajas más largas
La incidencia y la gravedad de los siniestros crece con la edad. Según un estudio de UGT publicado en junio de 2024 a partir de microdatos de accidentes laborales en el sector del transporte, el 57,5% de los conductores que sufrió un accidente laboral de tráfico en 2022 tenía 45 o más años y el 21,4 % más de 55. Del total de accidentes de trabajo con resultado de muerte en 2022, el 45% lo sufrieron personas con 55 o más años. Lo mismo sucede con la frecuencia y la duración media de las bajas, que alcanza los 57 días entre los conductores de 55 y más años frente a los 34 días de los de menos de 35.
El documento del sindicato identifica como enfermedades más frecuentes de los conductores los trastornos músculo-esqueléticos, metabólicos, fatiga, somnolencia, síndrome de la apnea del sueño, estrés crónico y determinados tipos de cáncer, el de vejiga y el de próstata entre los más comunes. No obstante, no son reconocidas como enfermedades profesionales. Es el caso de Alberto, que solicitará la incapacidad permanente por contingencias comunes, a pesar de que sus dolencias derivan del trabajo.