Hay pocas cosas que den tanto miedo como la idea de que un hijo desaparezca. Es cosa de pesadilla. Ya cuesta, sobre todo a padres primerizos, separarse de sus hijos aunque sea un rato. El primer día de clases de un hijo siempre es un recuerdo formativo para todas las partes involucradas, y es que es natural e instintivo el sentir una necesidad imperiosa de querer a toda costa no perder a los niños de vista.
Los tiempos modernos son muy raros por muchas cosas, y una de ellas es esta realidad: debido a las responsabilidades laborales hay que resignarse a pasar el día separados de la familia y lejos del hogar, aunque la situación es mejor que hace una década. En caso de tener hijos, el esfuerzo es aún mayor, ya que se debe depositar una confianza monumental en las insituciones que se ocupan de su enseñanza y su cuidado, asumiendo, por salud y por que si no, no se puede, que no va a pasarles nada y que van a estar seguros bajo la vigilancia atenta de los profesionales de la educación.
Perder a un niño es grave; no avisar a sus padres, aún peor
Es muy grave, entonces, el suceso que tuvo lugar en la ciudad de Latina, en Italia: una niña de dos años pudo salir de su recinto escolar y deambular sola por la ciudad. Y es doblemente grave por el hecho de que ni siquiera fue la institución la que informó a su madre, Alessia, del paseo de su hija. ¿Qué sería mejor, que no hubiesen avisado por no haberse dado cuenta o por miedo a las consecuencias? Parece ser una situación que, independientemente de los detalles, debería haberse podido evitar. Es parte del compromiso social implícito de un centro de estudios. Sin embargo, así fue: Alessia no se enteró hasta que alguien avisó por el grupo de Whatsapp de padres.
Alessia dejó a su hija en la guardería alrededor de las 8:30 de la mañana. Sobre las 11, una maestra se puso en contacto con ella para informarle de que la pequeña estaba llorando. Acudió, pues, al centro rápidamente y fue informada de que su hija había llegado a la puerta y una maestra la había acompañado nuevamente al interior. No debió registrarlo en ese momento, lo cual es comprensible porque, con esa información o sin ella, uno no se plantea la posibilidad de que un niño tan pequeño pueda evadir la vigilancia del personal, y menos con la gravedad que se alcanzó en este caso.
Por tanto, fue más tarde y a través de un mensaje en el chat de padres que Alessia obtuvo toda la información: la abuela de otro niño había encontrado a la pequeña vagando sola por la calle y la había acompañado de vuelta a la guardería. Ante esto, Alessia pidió explicaciones, pero “los profesores siguieron negándolas “. No se quedó en eso, ya que la madre de la pequeña escapista presentó una denuncia y solicitó acceso a las grabaciones de las cámaras de seguridad, las cuales confirmaron la versión de los hechos que la abuela del compañero había proporcionado.
Como es natural, esta situación generó gran aprensión al resto de padres, muchos de los cuales optaron por no llevar a sus hijos de vuelta al centro hasta poder transferirlos a otra institución. Además, los profesores implicados fueron suspendidos del servicio temporalmente, aunque más tarde volvieron a trabajar.
Por suerte, no se acabó ahí, ya que la Fiscalía de Latina abrió una investigación para esclarecer el asunto, atribuir responsabilidades, y tranquilizar, con suerte, a las familias.