En determinados tramos de las carreteras españolas, los puntos de peaje siguen estando presentes y, por ende, siguen siendo motivo de crítica de miles de conductores. La Red de Carreteras del Estado está formada por más de 26.000 kilómetros, de los que 12.000 kilómetros corresponden al término conocido como vías de alta capacidad. Son calzadas destinadas al tráfico rodado susceptible de soportar el paso de gran cantidad de vehículos. Aunque, en los últimos años, se está observando una tendencia hacia la gratuidad de estos peajes, 1.453 kilómetros requerirán, todavía, el cobro de peaje directo.
Uno de los últimos tramos de autopista que ha visto eliminado el peaje ha sido el de la AP-7, que discurre por la circunvalación de Alicante y es una de las vías más transitadas en España. Aun así, la cifra de peajes obligatorios en España alcanza un total de 27.
Adiós a las cabinas de peaje
Habitualmente, cuando los vehículos se aproximan a las cabinas de peaje, deben ir reduciendo la velocidad, sacando la tarjeta de crédito o el dinero en efectivo, o colocándose en el carril correspondiente en función de la modalidad de pago seleccionada por el conductor. Estas pequeñas acciones pueden provocar pérdidas de tiempo y retenciones, si los vehículos se equivocan de carril de peaje.
Con el objetivo de agilizar estos pagos y evitar retenciones innecesarias, se está extendiendo por Europa el empleo de un sistema novedoso llamado free flow. Aunque en países vecinos —como Portugal y Francia— y otras naciones más lejanas, como Noruega, esta tecnología está implantada en miles de kilómetros de sus autopistas, la adopción de este sistema en territorio español está siendo mucho más lenta. El primer y único tramo que cuenta con el sistema free flow es la autopista A-636 en el País Vasco, que conecta Beasain y Bergara.
Si el empleo de esta innovadora tecnología genera resultados positivos en el trayecto de los vehículos, se espera que este sistema se vaya ampliando, poco a poco, por el resto de las carreteras españolas.
Cómo funciona el peaje ‘free flow’
La principal diferencia en comparación con el peaje tradicional es la eliminación de las cabinas, donde los cobradores del peaje se ubican para interactuar con los clientes, devolver el cambio en efectivo o efectuar el control de la caja registradora. Si ya no hay cabinas ni barreras que atravesar, ¿cómo funciona el peaje free flow?
Este sistema consiste en la utilización de pórticos equipados con tecnología avanzada (cámaras de lectura de matrículas y aparatos telemáticos en los vehículos), que son capaces de registrar el paso de los vehículos y cargar el importe correspondiente por recorrer el tramo de autopista. No obstante, los vehículos deberán estar dotados de un aparato similar al VIA-T —telepeaje implantado en todas las autopistas españolas, que permite abonar cómodamente el importe sin tener que detenerse en las cabinas de peaje—; o, en su defecto, los usuarios podrán registrar su matrícula en determinadas páginas webs oficiales, donde se podrán adquirir bonos con anterioridad al trayecto.
Si el usuario no cuenta con el VIA-T ni ha registrado su matrícula, está utilizando un servicio por el que no ha pagado. Por lo que, debido a las cámaras que este sistema incorpora, una carta llegará al domicilio del conductor, informándole sobre el importe pendiente y las instrucciones para realizar el pago. El incumplimiento del pago del peaje supondrá una multa, que oscila entre los 100 y 200 euros.
Entre los beneficios que promete el uso del peaje free flow, el más evidente es la eliminación de las paradas o detenciones en las cabinas de peaje convencionales, lo que se traduce en una conducción más fluida y eficiente. La eliminación de las detenciones también supone una importante reducción en la emisión de contaminación y en el consumo de combustible.