Trabajaron durante años para conseguir un hogar. Ahorraron todo lo que pudieron para encontrar un asentamiento donde formar una familia y cumplir sus proyectos. Y ahora no les queda nada. Esto es lo que le ha pasado a una treintena de personas en Calais, Francia, que han visto sus sueños desmoronarse debido a una presunta estafa inmobiliaria.
Según ha informado el medio francés France 3, a finales de 2022 alrededor de 30 familias invirtieron sus ahorros en la construcción de una serie de promociones de viviendas que nunca llegaron a completarse porque la compañía responsable fue declarada en liquidación judicial, dejando a los afectados en una situación de incertidumbre y pérdida.
Él mismo me dijo: “Si fuera un delincuente, no la llamaría, la dejaría sin noticias”
Una de las víctimas, Lynda Labou, ha compartido su experiencia con el medio galo y ha explicado que en noviembre de 2022 conoció al empresario encargado de construir su casa. En ese momento, estaba buscando una vivienda y, confiada en el constructor y su proyecto, no dudó en pagar los fondos necesarios para iniciar el proyecto.
Sin embargo, los problemas comenzaron a surgir cuando el constructor empezó a solicitar más dinero, mostrando supuestas cartas de proveedores que justificaban la necesidad de ingresos: “Empezó a pedir otras convocatorias de fondos, nos mostró cartas de sus proveedores, indicándonos que teníamos que comprar ahora porque en febrero de 2023 iba a haber una aumento de los precios de los materiales. Hicimos otros lanzamientos…” explicó.
De repente, el constructor y sus trabajadores dejaron de ir a trabajar. “Todo era una excusa para no venir a trabajar. Estaba enfermo, se había cortado un dedo, estaba quemado, se estaba divorciando, su camión se había averiado, su mujer estaba enferma, tenía un muchas muertes en su familia… “, e incluso el estafador sabía como tranquilizar a la mujer: “Él mismo me dijo: “Sabe usted, señora Labou, si fuera un delincuente, no la llamaría, la dejaría sin noticias”, detalló la mujer.
Ahora, la pequeña estructura creada como prueba del inicio de la construcción, apenas rodeada por unas pocas filas de ladrillos, se deteriora con el tiempo. Mientras tanto, el constructor ha dejado de responder a sus llamadas, aumentando la frustración y el desamparo de las familias afectadas. Lynda Labou llegó a pagar 130.000 euros “y hoy no tenemos ni una losa”, lamentó.
El caso de Labou no es aislado. Otras familias en la región han enfrentado situaciones similares, donde sus inversiones se han desvanecido sin obtener las viviendas prometidas. Las autoridades locales y los afectados buscan ahora soluciones legales para enfrentar esta situación y recuperar, al menos en parte, lo perdido.
La confianza depositada en el constructor se ha convertido en una amarga experiencia de engaño y pérdida patrimonial. Este tipo de estafas inmobiliarias no solo afectan económicamente a las familias, sino que también tienen un profundo impacto emocional. Los sueños de un hogar propio se ven truncados, y el patrimonio que se esperaba dejar a las futuras generaciones se desvanece.