“Cortes de luz, agujeros en el techo, humedades... vivo en permanente tensión”: una mujer denuncia el acoso de una inmobiliaria en Sevilla para que deje su piso

Jennifer Vargas, una joven de 32 años, tiene un contrato en vigor que le permite estar otros cuatro años más en el piso que alquiló en 2023. A los pocos meses de instalarse, sin embargo, comenzó a sufrir toda clase de desperfectos en su casa

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A Jennifer Vargas, una joven de 32 años, siempre le ha gustado el barrio sevillano donde se ha criado, Nervión, una zona que queda cerca del casco histórico y que en estos últimos años se ha transformado en uno de los centros neurálgicos de la ciudad, tanto a nivel económico como de ocio. Por eso se alegró tanto al conseguir alquilar un apartamento en abril de 2023 por 600 euros al mes donde poder vivir sola, sin tener que compartir con amigos, pareja o desconocidos, como le ocurre actualmente a la mayoría de jóvenes en España debido a los altos precios de la vivienda y la precariedad laboral. Pero su alegría no duró mucho.

Al poco tiempo de instalarse, un grupo de albañiles comenzó a hacer obras en el edificio y un hombre le comunicó que tenía que abandonar su casa. Extrañada, llamó a la inmobiliaria con la que había firmado el contrato de alquiler por cinco años y la empresa le confirmó que no tenía que marcharse, tal y como establece la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU). Sin embargo, aquel hombre siguió insistiendo y, cada vez que veía a Jennifer, le comunicaba que debía marcharse del piso.

Fue un año después de la firma del contrato, en mayo de 2024, cuando la joven recibió una carta por debajo de la puerta donde le informaron de que el edificio había sido adquirido por la empresa Vértice Ensanche S.L. y que debía abandonar el inmueble cuanto antes. Ahí decidió acudir a un abogado, quien le confirmó que efectivamente su contrato de alquiler le permitía estar otros cuatro años más, ya que aunque el edificio sea adquirido por otra empresa, “los contratos se tienen que respetar”. Como a Jennifer le había costado mucho encontrar un lugar en su barrio a un precio asequible, decidió quedarse.

Jennifer Vargas. (Cedida a Infobae)
Jennifer Vargas. (Cedida a Infobae)

Aumentan los problemas

A partir de ahí, asegura, los problemas no hicieron más que aumentar y a día de hoy sigue sufriendo “cortes de luz, de agua y numerosos desperfectos” a consecuencia de unas obras que parecen no terminar nunca.

“Un día llegué a casa por la tarde después de trabajar y me encontré la puerta rota, como si la hubieran forzado pero sin llegar a entrar, aunque anteriormente ya habían hecho un primer agujero en la azotea que rompió el techo del pasillo. También se filtró agua, supuestamente porque había una manguera abierta en la azotea, lo que me dejó toda la casa con humedades”, cuenta angustiada a Infobae España al otro lado del teléfono, al tiempo que explica que esos problemas de humedad y la presencia de moho han afectado su salud. En otra ocasión, después de volver de sus vacaciones, Jennifer se encontró su habitación inundada. “Me dijeron que iban a venir los del seguro a arreglarlo, pero aquí no ha aparecido nadie”.

Imagen de la azotea. (Cedida a Infobae)
Imagen de la azotea. (Cedida a Infobae)

La inquilina explica que como los obreros están arreglando el piso vacío que tiene al lado, “también le han roto paredes y tiene que tapar constantemente agujeros con masilla”, además de los problemas que ha tenido con el suministro eléctrico. Cuando llamó a la compañía que lo gestiona para explicarles que no utilizar ciertos electrodomésticos ni encender varios dispositivos al mismo tiempo sin que se fuera la luz, le informaron de que “alguien había pedido bajar la potencia”, ya que entonces la factura no estaba a su nombre, sino al de la empresa que adquirió el edificio.

Pese a todos los inconvenientes, esta joven, que se dedica al marketing online, no tiene intención de marcharse porque, si lo hace, tendría que pagar unos 800 euros al mes para vivir sola, 200 euros más que ahora, ya que los precios no han dejado de subir en estos últimos meses. Además, explica, en el edificio también viven otras tres personas mayores de más de 80 años con contratos de alquiler de renta antigua, una figura más protegida, y tampoco tienen intención de marcharse.

Humedades en el techo de la casa que Jennifer alquila

En el último año, según los datos de varios portales inmobiliarios, el precio del alquiler de viviendas en España ha aumentado un 10,2%, de modo que arrendar un piso tenía un coste medio de 13 euros por metro cuadrado, aunque en algunas ciudades como Madrid esa cantidad supera los 20 euros por metro cuadrado, por lo que un piso de 90 metros cuadraros cuesta de media unos 1.800 euros al mes. En Sevilla los alquileres han subido un 6,5%, de forma que el tercer trimestre del año cerró con un precio de 12,4 euros por metro cuadrado, convirtiéndose en la segunda ciudad más cara de Andalucía, solo superada por Málaga, donde el metro cuadrado se ubica en los 15 euros.

Por su parte, Vértice Ensanche S.L., que se define como una promotora y constructora, asegura que el testimonio de esta inquilina “es subjetivo” y que la empresa simplemente está llevando a cabo obras para rehabilitar el edificio. “Respetamos su espacio”, señala la compañía al ser consultada por este periódico y niega estar coaccionando a la inquilina a pesar de que ella ha denunciado ante la Policía todo lo ocurrido, aportando las imágenes de cada desperfecto ocasionado. Conscientes de que la joven tiene un contrato de alquiler en vigor, aseguran que su intención es llegar a un acuerdo con ella para que se marche del piso, pero que “respetan su opinión” si decide no hacerlo.

Lo cierto es que no es la primera vez que esta empresa presiona a sus inquilinos para que abandonen un edificio, tal y como publicó eldiario.es en un artículo de 2018, en el que varios vecinos de Valencia denunciaban prácticas similares.

La salud se resiente

Todos estos meses de presión han hecho mella en la salud de Jennifer, quien asegura haber sufrido varios ataques de ansiedad y ha tenido que tomar medicación. “Esto es vivir en tensión permanente, porque nunca sé lo que me voy a encontrar al llegar a casa”, lamenta, y ahora teme que con la llegada del invierno la situación empeore porque podría quedarse sin calefacción o agua caliente.

Al igual que Jennifer, son muchas las personas menores de 35 años para las que la vivienda se ha convertido en uno de los principales problemas, superando incluso la preocupación por el desempleo o la economía. Y no solo se trata del alto precio de los alquileres o de intentos de desahucio, sino de las dificultades para acceder a un crédito, la escasez de oferta de vivienda o la falta de apoyo institucional. De hecho, el estudio sobre vivienda y salud mental elaborado recientemente por GAD 3 para el Consejo General de la Arquitectura Técnica de España (CGATE) indica que cerca de un 40% de la población reconoce haber experimentado estrés o ansiedad, un 30% soledad y un 23% depresión en su hogar.

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