En un momento en el que prima el capitalismo y el consumismo, ahorrar se ha convertido en una tarea complicada. Cada vez son más las necesidades que creemos tener y la tecnología ha potenciado que cada vez deseemos tener más, ya que a través de internet y las redes sociales estamos continuamente viendo productos nuevos que nos llaman la atención y queremos poseer. Para evitar el consumismo compulsivo es importante aprender a ahorrar, lo que nos permitiría enfrentar imprevistos y alcanzar metas a largo plazo: para ello también es necesario contar con una educación financiera que nos permita desde que somos jóvenes aprender a hacer un uso responsable de nuestro dinero. De esta manera, en un futuro podría haberse acumulado suficiente capital para proyectos importantes, como la compra de una vivienda, financiar los estudios o iniciar un negocio.
El método japonés Kakebo, que cada vez es más conocido dentro y fuera de su país de origen, es un sistema sencillo y eficaz que permite recuperar el equilibrio financiero y gestionar mejor el presupuesto, con el fin de tener una mejor salud económica. Este método cuenta con una dinámica particular y cada vez más personas lo utilizan para administrar sus gastos e ingresos.
‘Kakebo’, un sistema que impulsó la autonomía de las mujeres japonesas
El sistema Kakebo, que en japonés significa ‘libro de cuentas del hogar’, surgió en Japón en el siglo XX, concretamente en 1904. Fue creado por una de las primeras mujeres periodistas japonesas, Hani Motoko, que quiso diseñar un método que ayudase a las amas de casa a hacerse cargo de la economía doméstica. De esta manera, comenzó a dárseles un lugar a las mujeres en la sociedad y aprendieron poco a poco a gestionar las finanzas de forma independiente.
Como la herramienta japonesa surgió en un momento en el que la digitalización todavía no había comenzado (sumado a que Japón en esa época todavía no se había convertido en una gran potencia), el método Kakebo consistía en registrar manualmente los gastos y previsiones en una libreta. Pese a que cada vez es menos frecuente utilizar la escritura manual, diversos estudios científicos han ponderado los beneficios que tiene escribir con papel y boli frente a con aparatos tecnológicos: nos permite ser una mayor concentración y memoria, así como un enfoque más consciente y reflexivo. Por esta razón, en plena era digital, se recomienda que el método Kakebo se siga realizando de forma tradicional.
En qué consiste el método ‘Kakebo’
La herramienta japonesa está especialmente diseñada para reflexionar sobre nuestros propios gastos, lo que nos lleva a cuestionarnos el consumo que hacemos y provocar un cambio para empezar a ahorrar. De esta manera, los usuarios que lo utilizan pueden tomar conciencia de sus propios hábitos y reducir los gastos innecesarios.
El método comienza al plantearnos cuatro cuestiones: ¿cuánto dinero tenemos?, ¿cuánto dinero nos gustaría ahorrar?, ¿cuánto dinero gastamos? y ¿cómo podemos mejorar nuestro gasto? Estas preguntas posibilitan la formulación de proyectos a medio y largo plazo, así como ser conscientes de nuestra propia economía y realistas con respecto al dinero que podemos gastar.
Tras estas cuestiones, en la libreta también deben anotarse los gastos e ingresos, lo que nos permite visualizar rápidamente en qué gastamos fundamentalmente nuestro capital y de qué podemos prescindir. Por ejemplo, algunos expertos recomiendan dividir los gastos en cuatro categorías:
- Gastos esenciales: comida, higiene, vivienda...
- Gastos opcionales, pero que aportan placer: salidas, compra de ropa...
- Gastos culturales: libros, música, teatro, cine...
- Gastos imprevistos que deben anticiparse: reparaciones urgentes, gastos sanitarios...
Con este desglose, se puede observar fácilmente cuáles de nuestros gastos son innecesarios y podemos reducir en caso de querer conseguir un mayor ahorro o evitar un desembolso excesivo en el siguiente mes. Los expertos también recomiendan otras estrategias efectivas, como la reducción de los “gastos hormiga”: son pequeños pagos diarios que, aunque parecen insignificantes, pueden acumularse en sumas considerables a largo plazo. Se incluyen en esta categoría las compras cotidianas como el café, el agua embotellada, los snacks, las suscripciones a plataformas de streaming o los servicios de transporte como Uber.
La clave no se encuentra en eliminar por completo todos estos gastos y únicamente gastar en productos y servicios de primera necesidad, sino en tomar consciencia de los pagos diarios que realizamos y comenzar a reducir poco a poco aquellos que son menos importantes. Ahorrando esa pequeña cantidad, podremos hacer frente a imprevistos y proyectos futuros de una forma más eficaz.