Gisèle Pelicot ya “ha ganado el juicio de la opinión pública” en Francia, país que se resistía a hablar de consentimiento sexual

El juicio contra Dominique Peliciot, acusado de drogar a su mujer durante una década para que decenas de hombres la violaran, durará hasta finales de año. ‘Infobae’ habla con la abogada Carla Vall sobre cómo este caso ha marcado un antes y un después en el país galo, que ahora se plantea cambiar su código penal

Gisele Pelicot, who has allegedly been drugged and raped by men solicited by her husband Dominique Pelicot at their home in the southern French town of Mazan, is seen during the trial of her husband with 50 co-accused, at the courthouse in Avignon, France, October 3, 2024. REUTERS/Manon Cruz

No son muchas las víctimas de violencia sexual que deciden defender sus derechos a cara descubierta como lo está haciendo Gisèle Pelicot en Francia, la mujer que fue drogada por su marido, Dominique Pelicot, durante una década para que decenas de hombres la violaran en su propia casa. Ella decidió que el juicio fuera público, así como los nombres y caras de sus agresores, con el objetivo de que la “vergüenza cambie de bando” y poder ayudar a todas aquellas mujeres “que quizás nunca sean reconocidas como víctimas”. Y aunque es pronto para saber si su ahora exmarido y los 51 hombres implicados serán condenados, pues acaba de comenzar la séptima semana de un juicio que se extenderá hasta finales de año, lo que sí ha conseguido esta mujer de 72 años es “ganar el juicio de la opinión pública”, explica a Infobae España la abogada penalista Carla Vall.

Nada tiene que ver este caso con lo que hace dos décadas ocurrió en España con Nevenka Fernández, que aunque fue la primera mujer en ganar un juicio por acoso sexual contra un político, el entonces alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez (del Partido Popular), fue sin embargo condenada por la opinión pública y una sociedad machista que seguía defendiendo a su agresor, por lo que la mujer, que apenas tenía 26 años, tuvo que marcharse a Reino Unido para rehacer su vida y allí sigue viviendo a día de hoy junto a su familia.

Gisèle Pelicot, la mujer víctima de violaciones de su marido, Dominique, que la drogaba, y de decenas de otros hombres a los que la ofrecía por voyeurismo, declara ante el Tribunal de lo Criminal de Vaucluse que los juzga, en la duodécima jornada de juicio. (Edgar Sapiña Manchado/EFE)

“Nevenka tuvo que exiliarse porque el pueblo siente que es una mentirosa, que ha colaborado con la violencia que ha sufrido”, recuerda Vall, criminóloga experta en derechos humanos y prevención de violencias machistas, mientras que Gisèle Pelicot “puede recoger el tiempo de otra era y decir que nada de esto fue su culpa por más que los agresores lo intenten” durante el juicio que se está celebrando en la localidad francesa de Aviñón desde el pasado 2 de septiembre.

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Sus agresores, que en general han apuntado a que Dominique Pelicot era un “jefe de orquesta” que organizaba los encuentros y han dicho sentirse manipulados, han utilizado toda clase de excusas, desde que se trataba de violaciones “involuntarias” hasta alegar que “son personas mayores para entender el consentimiento”. La abogada de uno de los acusados, Nadia El Bouroumi, ha llegado incluso a cuestionar la inconsciencia de la mujer y a burlarse de ella a pesar de que las imágenes muestran claramente cómo bajo el efecto de los ansiolíticos no podía haber dado su consentimiento.

“Es evidente [que es una víctima] porque se la trata como un cuerpo inerte y porque creo que puede rebatir todos los argumentos machistas que hemos oído tantas veces en los últimos años”, indica Vall, y a diferencia de otros casos, en este también cuenta con el apoyo de su familia, ya que en muchas ocasiones cuando la violencia sexual se produce en el marco familiar, muchas personas prefieren que “los problemas se arreglen de puertas para adentro y al final dan un apoyo muy tibio a la víctima”.

Marcha en apoyo a Gisèle Pelicot en Mazan, la localidad francesa donde ocurrieron las decenas de violaciones durante una década. (REUTERS/Manon Cruz)

“Lo que está haciendo Gisèle es un cambio de paradigma, porque con el lema de que la vergüenza cambie de bando está consiguiendo realmente que esto sea así y, al haberse enfrentado a 51 agresores, está dando un relato muy empoderante a otras mujeres, les está diciendo a mí me ha pasado esto, pero también vamos a cuestionarnos que os puede haber pasado a vosotras”, añade Vall a este periódico.

El hecho de que la abogada Nadia El Bouroumi haya intentado ridiculizar a la víctima evidencia, en su opinión, que “no están siendo conscientes del cambio de era y creen que haciendo este tipo de cosas todavía hay una parte de la sociedad que puede recibir y acoger mensaje de que esto es culpa de Gisèle, cuando en realidad hay una mayoría social está diciendo basta”.

Un país que “se ha resistido” a hablar de consentimiento

Para la experta también es importante que esto esté ocurriendo precisamente en Francia, que fue uno de los catorce países que en febrero de 2024 se opuso a incluir el consentimiento como eje clave en la lucha contra las violencias sexuales dentro de la Directiva europea sobre violencia de género, la primera en la historia de la Unión Europea. “Siempre ha sido un país que se ha resistido a hablar de consentimiento bajo el paraguas de la libertad sexual” y, de hecho, no fue hasta 2021, tras una oleada de denuncias de abusos sexuales contra menores, cuando el parlamento fijó en los 15 años la edad mínima de consentimiento para actos sexuales -y 18 en el caso de relaciones incestuosas-, ya que hasta entonces el sexo entre personas adultas y niños, niñas y adolescentes no estaba penado.

Ahora que el caso Pelicot ha relanzado el debate en Francia sobre el consentimiento en la definición del delito de violación, tanto el presidente Emmanuel Macron como el ministro de Justicia, Didier Migaud, ya han mostrado su interés en modificar el artículo del Código Penal sobre ese delito para que “se incluya el consentimiento”, por lo que Vall no tiene dudas de que este caso “marcará un antes y un después” en el país galo y que la ley acabará cambiando, tal y como ocurrió en España tras el caso de La Manada en 2016, cuando cinco hombres violaron en grupo a una joven durante las fiestas de San Fermín en Pamplona. Tras las manifestaciones que el caso provocó y la exigencia de parte de la sociedad española de reformar las leyes para proteger a las mujeres de ataques sexuales, en 2022 se aprobó la ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, más conocida como ley del ‘solo sí es sí’, que definió el consentimiento sexual en el Código Penal por primera vez, creando un amplio paraguas de protección para las víctimas de esta violencia, si bien la norma ha permitido la rebaja de penas de numerosos agresores debido a un error

Mujeres aplauden a Gisèle Pelicot en los juzgados de Aviñón donde se está celebrando el juicio. (REUTERS/Manon Cruz)

Cabe también recordar que en Francia a lo largo de 2023 se registraron 114.000 víctimas de violencia sexual por los servicios de seguridad, es decir, más de 300 al día, según datos del Ministerio del Interior recogidos por la agencia Efe. Un país donde el año pasado también fueron asesinadas 94 mujeres a manos de sus parejas o exparejas, según las estadísticas del Ministerio de Justicia, aunque organizaciones feministas como Nous Toutes (Todas Nosotras) elevan la cifra a 134 feminicidios.

Prensa y público pueden ver los vídeos de las violaciones

El juicio contra los agresores de Gisèle Pelicot dio un giro importante el pasado 4 de octubre, cuando el presidente del tribunal autorizó a que la prensa y el público puedan ver los vídeos de las violaciones, que contradicen la defensa de los acusados, pues las imágenes muestran cómo la mujer estaba inconsciente. Esto se traduce en que “ya no hay espacio para las teorías de la conspiración de las defensas sobre si se hacía la dormida, si participaba o si es una exhibicionista, si bien tienes que ser muy fuerte y muy valiente para mostrar imágenes mientras te están agrediendo”, aclara Vall.

Por lo general, a las víctimas y a las supervivientes de violencia sexual, como explicaba recientemente la investigadora Bárbara Tardón, “nunca se las va a creer, ya que es una de las bases de la cultura de la violación”, ese sistema de creencias que, sustentado en falsos mitos y prejuicios, reproduce, normaliza e invisibiliza ese tipo de violencia. Y en el que caso de quienes han sido sometidas a sumisión química como Gisèle Pelicot, tienen aún más obstáculos ante la Justicia, porque además de no recordar con claridad lo ocurrido, a veces no existen las “evidencias científicas” suficientes que les ayuden a corroborar esa agresión sexual.

Manifestación en París en apoyo a Gisèle Pelicot el pasado mes de septiembre. (REUTERS/Abdul Saboor)

En ese sentido, Vall también recuerda que la violencia sexual se basa en la impunidad y en el silencio, y que precisamente las estrategias que tienen los agresores para afrontar estas situaciones “es esperar que la víctima no hable jamás, y en el caso de que decida hablar, tratarla como una embustera”. Si ninguna de ellas funciona, la tercera estrategia del agresor “es decir que la víctima es él”. “Por eso creo que estamos iniciando un nuevo tiempo en que entendemos que la mayoría de nosotras hemos sufrido violencias sexuales y que en ningún caso esto nos resta valor”, concluye la abogada.

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