Micropagos en videojuegos, una puerta a la ludopatía para los más jóvenes que ahora Europa pone bajo lupa: “Hay una similitud entre jugar y apostar”

Recientemente, la Organización Europea de Consumidores (BEUC) ha presentado una queja formal ante la Unión Europea, solicitando medidas para regular estas microtransacciones dentro de los videojuegos

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Un niño jugando al popular
Un niño jugando al popular juego 'Fortnite', de Epic Games. (EFE/ J.L. Fdez-Checa)

El fenómeno de los micropagos ha transformado con celeridad el sector del entretenimiento online, incidiendo principalmente en la industria del videojuego. Estos pagos, pequeños y recurrentes, permiten a los usuarios adquirir contenido digital adicional, como mejoras, objetos e ítems estéticos o incluso desbloquear niveles adicionales en juegos. Sin embargo, su rápida implementación no ha quedado exenta de críticas. La preocupación sobre los micropagos se centra en su transparencia, sus prácticas comerciales y la protección de los consumidores, especialmente entre los usuarios más jóvenes. Recientemente, la Organización Europea de Consumidores (BEUC) ha presentado una queja formal ante la Unión Europea, solicitando medidas para regular esta práctica.

El crecimiento de estos micropagos en el sector de los videojuegos ha sido exponencial en los últimos años. En 2020, un año marcado por la domesticidad provocada por la pandemia, los micropagos generaron más de 46.000 millones de euros en ingresos globales, lo que representa aproximadamente el 25% de los ingresos totales del mercado de videojuegos. En España, la adopción de los micropagos también ha seguido una tendencia al alza, especialmente entre la población joven, que utiliza este método de pago no solo para videojuegos, sino también para apoyar a creadores de contenido en plataformas de streaming como YouTube y Twitch. De hecho, a menudo son estos creadores los que incitan o provocan que los más jóvenes gasten dinero en estos micropagos, al querer replicar en sus juegos lo que ven en Internet.

Problemática y críticas a los micropagos

A pesar de su extensión, los micropagos han sido objeto de polémica debido a la forma en que se implementan en muchos videojuegos o plataformas. Uno de los problemas más comunes es la falta de transparencia en el coste real del contenido digital. Generalmente, el usuario no paga directamente con dinero real, sino que debe comprar una moneda o token virtual (como “gemas”, en el Clash Royale o “pavos” en Fortnite), que luego se utiliza para adquirir el contenido. Esto introduce un paso intermedio que puede ocultar el costo real del producto, ya que la relación entre la moneda virtual y el valor en dinero real no siempre es clara al estar sujeta a ofertas o promociones.

REUTERS/Jana Rodenbusch/Foto de archivo
REUTERS/Jana Rodenbusch/Foto de archivo

La BEUC ha destacado que esta práctica puede llevar a los consumidores, especialmente a los más jóvenes, a gastar más de lo que planean, ya que no es sencillo convertir la moneda virtual en su equivalente en euros. Además, muchos juegos solo permiten comprar paquetes ya establecidos de su moneda virtual, lo que puede obligar a los usuarios a gastar más dinero del necesario para adquirir un determinado ítem. Por ejemplo, si un objeto en el juego cuesta 450 gemas, el usuario podría verse obligado a comprar un paquete de 500 gemas, generando un gasto adicional que realmente no se necesitaba en un primer momento.

Otro punto crítico es el uso de tácticas manipulativas para incentivar las compras. Los juegos frecuentemente utilizan notificaciones, temporizadores o recompensas diarias para fomentar la compra impulsiva y crear un sentido de urgencia en el jugador. La BEUC ha señalado que estas tácticas son particularmente problemáticas en el caso de los niños y adolescentes, quienes son más susceptibles a estas prácticas. Algunos de los juegos cuyos micropagos están más extendidos son la serie FIFA, de EA Sports, que además del importe del videojuego incluye la opción de micropagos en su popular modo de juego Ultimate Team. Otro de los juegos que incluyen estas microtransacciones es el Fortnite que, pese a ser gratuito, incluye elementos estéticos que incentiva a los jugadores, que no debemos olvidar que son en su mayoría jóvenes, a gastar dinero para mantenerse al día con las tendencias.

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Una puerta a la ludopatía entre los más jóvenes

La preocupación sobre el impacto de estos micropagos en los videojuegos no es nueva, pero ha cobrado fuerza en los últimos años debido a investigaciones que sugieren un vínculo preocupante entre estas prácticas y el desarrollo de comportamientos similares a la ludopatía. Un estudio reciente de Daniel L. King y Paul H. Delfabbro, publicado por la Sociedad para el Estudio de la Adicción (SSA), aborda el concepto de “monetización predatoria” en los videojuegos. Según este informe, los micropagos en juegos online están diseñados para disfrazar el coste real de la actividad hasta que los jugadores se encuentran en una posición comprometida tanto mental como financieramente. Como los autores explican, “los modelos de monetización predatoria contribuyen a la creciente similitud entre jugar y apostar, aumentando el potencial daño económico a las personas diagnosticadas con un trastorno de juego online”.

Estos sistemas a menudo ocultan los costes reales de los contenidos, distrayendo al consumidor del gasto total mediante el uso de divisas virtuales y ofreciendo compras adicionales que facilitan la progresión en el juego, pero que a largo plazo pueden generar un problema financiero. Esto es especialmente peligroso para usuarios vulnerables, como niños y personas con antecedentes de adicción. Además, la legislación en algunos países ha empezado a responder a estas preocupaciones. En el Reino Unido, por ejemplo, las polémicas en torno a las loot boxes o cajas de recompensa llevaron a la implementación de leyes destinadas a proteger a los consumidores, especialmente en juegos freemium (juegos gratis con micropagos integrados).

Recomendaciones de la BEUC y medidas propuestas

Entre las recomendaciones de la organización de los consumidores se encuentran:

  1. Prohibir el uso de monedas virtuales o, si no es posible, exigir que los desarrolladores proporcionen una equivalencia clara y transparente de la moneda virtual en dinero real. Esto debería mostrarse antes de cada transacción, y la información debe ser fácilmente accesible y visible.
  2. Permitir la compra exacta de la moneda virtual necesaria, eliminando la necesidad de adquirir paquetes predeterminados que obligan a los consumidores a gastar más de lo necesario.
  3. Prohibir los micropagos y las monedas virtuales a menores de edad, ya que este grupo es especialmente vulnerable a las tácticas de manipulación y puede no comprender completamente el impacto financiero de sus compras.

La respuesta de la industria de videojuegos

La industria de los videojuegos, representada por Video Games Europe, ha respondido a la queja de la BEUC argumentando que la compra de monedas virtuales es una práctica bien establecida y comprendida por los jugadores. Según la organización, sus miembros respetan la legislación europea en materia de consumo y aseguran que el costo real de las compras es claro en el momento de la transacción. Sin embargo, muchos usuarios y expertos en consumo consideran que las prácticas actuales no son lo suficientemente transparentes y que es necesario implementar regulaciones más estrictas para proteger a los jugadores.

En el contexto español, la popularidad de los micropagos ha crecido junto con el aumento del comercio online. Según datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), en el último año se registraron más de 432 millones de transacciones online, con un aumento del 15,6% en la facturación del sector. Los videojuegos, junto con los juegos de azar, lideran el ranking de compras en línea, lo que indica la relevancia de los micropagos en este mercado.

La digitalización y la creciente adopción de los micropagos entre los jóvenes han llevado a la aparición de nuevos problemas, especialmente relacionados con el acceso de los menores a las compras en línea sin el consentimiento adecuado de los padres. El Gobierno de España ha comenzado a estudiar medidas para proteger a los consumidores, especialmente a los menores, y evitar que se vean afectados negativamente por prácticas poco transparentes.

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