Las asambleas por la vivienda digna son mucho más que un lugar donde se buscan soluciones a los desahucios, los pisos turísticos, las cláusulas abusivas o prácticas injustas por parte de arrendadores y fondos buitre. Se han convertido en un refugio, un bálsamo contra la incertidumbre y malestar que estos problemas generan a tantas familias y jóvenes. Las asambleas, además, comparten otra peculiaridad: están mayoritariamente formadas por mujeres. Ellas son quienes lideran la lucha por el derecho a la vivienda en España.
Así lo plasmó en su último documental la periodista y cineasta Georgina Cisquella, ¿Dónde vamos a vivir? Mujeres contra el desahucio, en el que rinde homenaje al trabajo de los movimientos sociales por el derecho a la vivienda, pero especialmente a ellas por su “protagonismo fundamental en esta lucha”. “Son quienes han estado en primera línea para tratar de impedir los desahucios” desde la crisis de 2008, explicaba hace unos meses la directora durante la presentación de la película, en la que también muestra cómo las asambleas son un lugar donde “la tristeza se convierte en fuerza”, donde pueden comprobar que no están solas.
Son también las mujeres quienes tienen mayor riesgo de ser desahuciadas -especialmente las que están a cargo de otras personas, las migrantes y víctimas de violencia de género- porque históricamente han tenido más dificultades para acceder a una vivienda digna, son las que desempeñan trabajos más precarios y las que han asumido el rol de los cuidados, de sostener la vida, en definitiva.
En este último tiempo en el que los desahucios han seguido produciéndose a diario en toda España a pesar de la moratoria y el escudo social, el porcentaje de mujeres en las asambleas de vivienda no ha dejado de crecer y son también ellas, desde los movimientos sociales, quienes principalmente están organizando la manifestación del 13 de octubre en Madrid, cuyo objetivo es lograr una huelga de alquileres. Y una de las razones que explican que la lucha por la vivienda sea una lucha feminista, según explica a Infobae la socióloga Laura Barrio, es porque las mujeres “tienden a tejer redes, a colaborar y ayudar a la compañera”, y eso hace que permanezcan más tiempo en las asambleas, un trabajo con el que han logrado implementar algunas “medidas técnicas para paralizar por un tiempo los desahucios”, lo cual ha sido fundamental para muchas familias vulnerables.
Las asambleas, asegura la activista por el derecho a la vivienda en Madrid, son “espacios amables donde se valora mucho cómo se sienten, el cuidado mutuo, y eso hace que las mujeres se sientan a gusto”, por lo que más allá de un lugar de lucha por unos derechos, “son espacios de convivencia, de amistades”. “Aquí se te quita el estigma y la etiqueta de pobre, fracasada o mala madre, porque todas estamos igual y nos revalorizamos unas a otras. Ese empoderamiento femenino engancha”, resume.
Por el contrario, los hombres suelen dar un paso atrás cuando entran en espacios altamente feminizados, “porque a veces se sienten incómodos” y, en las asambleas de vivienda, en concreto, generalmente hacen preguntas a nivel práctico sobre artículos de una determinada ley o qué trámites deben hacer en el juzgado, pero “les cuesta mucho construir redes de apoyo mutuo”.
El feminismo ha puesto en valor el trabajo no remunerado
Comparte esta misma opinión la activista Valeria Racu, portavoz del Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Madrid, que tiene claro que “son las mujeres quienes sostienen la lucha por la vivienda” y que el feminismo ha sido el movimiento que ha puesto en valor no solo ese esfuerzo, sino el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que durante tanto tiempo han realizado y aún realizan. De hecho, a pesar de los avances sociales, las mujeres dedican casi 7 horas de media al día (412 minutos) al cuidado de los hijos, el doble que tiempo que los hombres, que ocupan unas 3,7 horas, según una encuesta publicada en enero por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que también reflejaba que son ellas quienes dedican más tiempo a las tareas del hogar, casi 3 horas de media al día, mientras que ellos destinan 2 horas.
“El feminismo ha logrado que se ponga en el centro todo el trabajo que sostenemos y que es realmente el que sostiene la vida, porque durante siglos hemos sido nosotras las que hemos cargado con ese trabajo de los cuidados, el acompañamiento, sin que fuera reconocido ni remunerado. Al final una mujer no solo se encarga de su vida, sino de la vida que tiene alrededor”, señala Racu, que en el movimiento por el derecho a la vivienda echa especialmente en falta “la participación de los hombres en los desahucios”.
Políticas sin perspectiva de género
El hecho de que la precariedad laboral afecte en mayor medida a las mujeres -el paro femenino es superior al masculino desde hace más de dos décadas, tal y como indican los datos del SEPE- también “se traslada a una precariedad en la vivienda”, recuerda Barrio, ya que los hogares liderados por mujeres generalmente tienen peores condiciones de vivienda, “son casas más pequeñas, más viejas y situadas en barrios más pobres”. Esto también explica, en su opinión, la feminización de la lucha por la vivienda, si bien también influyen los roles de género que se les ha asignado.
“Si a esas peores condiciones laborales, es decir, menor poder adquisitivo, se le añaden unas cargas familiares mayores, es decir, menos tiempo para poder entrar en el mercado laboral, obtenemos que las mujeres están francamente en desventaja respecto al derecho a la vivienda, y mucho más cuando se trata de hogares monomarentales, que tienen mucho más riesgo de exclusión residencial”, añade Barrio. La activista también critica que las políticas públicas sobre vivienda carezcan de perspectiva de género, especialmente cuando se producen desahucios de mujeres con hijos a su cargo, porque “no hay espacios de atención públicos adaptados” a sus necesidades.
Manifestación del 13 de octubre
Mientras tanto, los preparativos de la manifestación que han convocado para este domingo 13 de octubre más de una treintena de grupos sociales en Madrid, entre ellos el Sindicato de Inquilinas, la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca (PAH) o la Federación Regional de Asociaciones Vecinales, siguen avanzando. Bajo el lema “Se acabó, bajamos los alquileres”, la protesta recorrerá el centro de la capital, partiendo a las 12:00 horas desde Atocha para llegar hasta Callao para pedir que “los políticos actúen”, pues recuerdan que los salarios no suben al mismo ritmo que los alquileres y son muchas las personas que destinan más de un 50% de su sueldo a pagar la renta mensualmente.
“Hay una mayoría social que lleva demasiado tiempo pagando la crisis de la vivienda, mientras una minoría se enriquece a costa de su esfuerzo y trabajo”, señala el sindicato, una situación de la que no solo responsabilizan al Gobierno central, “por no haber frenado la especulación inmobiliaria y la burbuja de los alquileres”, sino también al Ejecutivo regional que lidera Isabel Díaz Ayuso y los gobiernos municipales “por su absoluta dejadez de funciones y sus políticas a favor de las inmobiliarias”.
Este llamamiento a tomar las calles se produjo después de que el 17 de septiembre el Congreso de los Diputados rechazó tramitar una proposición de ley promovida por organizaciones sociales y de inquilinos para combatir el uso fraudulento de los contratos de alquiler de temporada y de habitaciones después de que Junts votara en contra, en lugar de abstenerse como habían anunciado, si bien el texto también fue rechazado por el PP, Vox y UPN.
El objetivo final de las organizaciones que luchan por el derecho a la vivienda es que esta manifestación desemboque en una “huelga de alquileres” para forzar a los rentistas a reducir el precio de los arrendamientos.