Este viernes, 4 de octubre, se cumplen 27 años de una de las bodas más importantes del país. La infanta Cristina y Iñaki Urdangarin se unían en matrimonio en la catedral de Santa Eulalia de Barcelona, en un evento que reunió a 1.500 invitados y que fue considerado más austero en comparación con la boda de su hermana, la infanta Elena. Sin embargo, casi treinta años han pasado y la situación no puede ser más diferente.
En 2021, Urdangarin conocía a Ainhoa Armentia, su actual pareja; en enero de 2022, el matrimonio anunciaba “la interrupción de su matrimonio” y en diciembre de 2023, se divorciaban. Una familia de seis miembros que ha visto como en solo tres años, tras muchos escándalos y un paso por prisión, su mundo cambiaba drásticamente. Sin embargo, recordamos el día del espectacular enlace que paralizó a toda la ciudad de Barcelona.
Cristina, quien ostentaba en ese momento el título de duquesa de Palma, llegaba a la Catedral de Santa Eulalia de Barcelona luciendo un vestido de seda valenciana color marfil diseñado por Lorenzo Caprile, complementado con un velo restaurado de la reina María Cristina, la tiara floral de platino y diamantes, y los pendientes de chatones, parte de las ‘joyas de pasar’. Urgandarin, que estaba a punto de pasar de ser un jugador de Balonmano a consorte ducal, había conseguido trasladar a la hija del Rey Juan Carlos I a Barcelona y se había ganado el cariño de toda la ciudad.
Tanto fue el afecto de Barcelona, que el propio Ayuntamiento le regaló a los novios el día anterior un espectáculo de agua y luces en la Fuente Mágica de Montjuic. Desde un balcón, aparecía la infanta vestida de azul cobalto, con un peinado de ondas al agua, con la mirada fija en su futuro marido y una sonrisa de oreja a oreja.
Al día siguiente, se podía apreciar como la hija de don Juan Carlos había pasado la noche en vela. Y es que, a las seis de la mañana ya se encontraban en su habitación los peluqueros y maquilladores preparándola para una ceremonia que dejó mucho de lo que hablar.
Una boda retransmitida por RTVE
Unas nupcias, en la que fueron muy características las caras del Rey, posiblemente por la fama de “don Juan” que tenía el novio. Y es que, como él bien sabe, la fidelidad es algo muy importante en un matrimonio y el monarca no podía perdonar que su futuro yerno había compatibilizado su relación con Carmen Camí con su cortejo a doña Cristina. Tal y como reveló la experta en Casa Real, Consuelo Font, en una entrevista en La Sexta, su jefe, el periodista Pepe Oneto, fue contactado por el Rey para destruir el compromiso de ambos antes de que fuera a más. “Muchos de los compañeros de prensa que cubrieron la boda estaban extrañados porque el rey Juan Carlos estaba muy serio”, reveló Font.
No obstante, el enlace se desarrolló con total normalidad y continuó con un banquete en el Palacio de Pedralbes. En este, se sirvió a los más de 1.500 invitados productos típicos de la zona, como chistorra, butifarra o jamón ibérico. Y, teniendo en cuenta las diferentes restricciones religiosas, sobre todo de las casas reales de los países de Oriente Medio como Arabia Saudí y Kuwait, se diseñaron cuatro tipos de menús. Uno macrobiótico, otro mijar, otro Kosher y un menú general para los españoles.
Dos looks muy comentados
Los estilismos fueron lo más destacado de la jornada. La infanta Elena acaparó todos los focos con un conjunto en tono rosa palo de Christian Lacroix, el cual combinó con complementos en color berenjena como los tacones y una gran pamela. Para el evento, también decidió llevar los mismos pendientes con los que se casó con Jaime de Marichalar, una joya que nace de una garra de brillantes que termina en una perla. Estos, son en realidad de la reina Sofía; y por ello, hemos podido ver a doña Letizia llevarlos en varias ocasiones desde su ascenso al trono en 2014.
Por otro lado, la reina Sofía entró a la Catedral de Santa Eulalia de Barcelona de la mano de don Felipe, en ese momento Príncipe de Asturias. La mujer de Juan Carlos I acudió con un dos piezas en oro amarillo y llevaba en su cuello un collar de oro de 18 quilates de la firma Bulgari que portaba tres piedras preciosas: peritodos, amatistas y topacios. Además, también apostó por un sombrero de tul plumeti de acuerdo con el protocolo.