Venecia, que recibe más de 30 millones de visitantes cada año, es una ciudad poco convencional. A diferencia de otras urbes europeas con elevadas tasas de afluencia turística, como Londres, Madrid o Barcelona, en esta pequeña ciudad italiana —con tan solo 156 kilómetros cuadrados de superficie terrestre— todo gira alrededor de sus canales de agua. En Venecia, no hay carreteras por las que puedan circular coches o transporte público, ni instalaciones subterráneas por las que atraviese el metro. A pesar de que los monumentos o atracciones turísticas de la ciudad son fácilmente accesibles a pie, por la poca distancia que hay entre unas y otras, las opciones de transporte público acuáticas son muy limitadas.
En primer lugar, existe la opción del Vaporetto, el cual se trata de un bus acuático que atraviesa la ciudad de punta a punta, recorriendo el Gran Canal de Venecia. Venecia es también conocida por ser la ciudad de las góndolas, con las que podrás navegar por los canales; el traghetto es una especie de góndola que sirve para cruzar a la otra orilla del Gran Canal por un precio muy económico. Por último, se encuentran los water taxi, aunque estos son especialmente caros; solo salen rentables si son contratados por grupos grandes, ya que cuentan con una capacidad de hasta 10 personas.
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El peligro de los canales venecianos
A pesar de que los canales de Venecia son el gran reclamo turístico por el que la ciudad recibe millones de visitantes cada año, estos son un peligro para la integridad de las personas, sobre todo si las personas no siguen las recomendaciones de seguridad y se asoman demasiado al borde de los canales. Esto fue lo que le sucedió, el pasado 26 de septiembre, sobre las 16 horas de la tarde, a una turista francesa.
La mujer se encontraba comiendo junto a su familia en la pizzería Ae Botti alla Palanca, cerca de la Giudecca, el canal que desemboca en la cuenca de San Marcos. En un momento dado, la mujer vio cómo su hija pequeña se acercaba temerariamente a la orilla del canal, y salió corriendo para detenerla. Desafortunadamente, la mujer resbaló y cayó a las aguas del canal. El propietario de la pizzería fue testigo del incidente y no dudó ni un instante en lanzarse para salvar a la mujer. “Yo estaba allí, vi la escena. Y cuando se cayó, corrí, pero estaba bajo el agua. Los niños gritaban, así que salté”, explicó Fabio Bognolo a una revista italiana.
El gesto heroico del propietario pizzero parece que viene de familia, porque su mujer, Valentina Comin, tuvo un gesto parecido a principios de 2024. En febrero, Comin se lanzó al agua inmediatamente después de observar cómo un perro caía al canal que está al lado de su establecimiento. Al igual que en el caso de la mujer, se trata de aguas profundas, con un torrente que arrastraría a cualquier persona que se cayese.
En España, somos conscientes de la peligrosidad del agua, especialmente en verano, época del año donde se producen más muertes por ahogamientos porque, en muchos casos, actuamos de forma temeraria, sin hacer caso de las recomendaciones de los servicios de emergencia.