¡Eureka! Tal vez esta expresión les resulte familiar. Se le atribuye al filósofo Arquímedes cuando descubrió la clave para elaborar su famoso Principio. Una ley matemática que, como tantas otras, transformó el mundo con la misma velocidad que la del griego corriendo desnudo por las calles de Siracusa.
Miles de años más tarde, Cristina Aranda experimentó un momento de epifanía similar frente a otra revolución a la que hoy todos asistimos: la Inteligencia Artificial. Recién doctorada en lingüística, entendió enseguida cómo esta tecnología requería, aunque a muchos les suene extraño, de alguien con su conocimiento sobre el lenguaje.
Desde entonces, se ha convertido en una de las voces más importantes de nuestro país en el sector de la IA, a través de múltiples proyectos como BigOnion, consultora que dirige y de la que es cofundadora, que asesora a empresas para elaborar planes estratégicos en esta materia; o MujeresTech, asociación que ayuda a otras mujeres a formarse para liderar proyectos en el sector digital.
Sin embargo, puede que el mayor eureka de Cristina Aranda vaya mucho más allá de eso, y que de entre sus logros haya que destacar, también, su capacidad para hacernos pensar en lo que ocurre una vez la revolución ya ha llegado. Con su nuevo libro, Vidas Futuras (Aguilar, 2024), nos muestra todas las facetas de la Inteligencia Artificial con una precisión de experta que no la priva de su habilidad para hacerlo comprensible; tampoco de su sentido del humor ni, lo que es más importante, de la ilusión. Así, su libro se convierte en una mirada hacia el futuro para animarnos a aprovechar todo el potencial de esta tecnología, de cara a mejorar el mundo que está por venir.
Cuando Rafa Nadal venció a la IA
-Pregunta: El libro se titula Vidas futuras, pero empiezas hablando de tu propia formación en lingüística. ¿A qué se debe esa mirada al pasado?
-Respuesta: El primer capítulo responde a una pregunta recurrente que me hace mucha gente. ¿Qué hace una filóloga trabajando en esto? Pues chico, ¡si son todo palabras! Otra cosa es esa obsoleta forma de dividir el conocimiento entre ciencias y letras o también la falta de consideración de las humanidades. Hay muchos estereotipos que tienen que ver con que la gente de humanidades o artes tenemos menos capacidad intelectual que una persona que ha hecho una ingeniería, pero no.
-Pregunta: ¿La Inteligencia Artificial está rompiendo ese prejuicio?
-Respuesta: Lo bueno que tiene esta tecnología es que, como tiene esa interacción persona-máquina y la va a tener y la va a seguir manteniendo, es muy importante que cooperemos y colaboremos diferentes perfiles, que haya diversidad. Francesc Soler, creador de Keras, una biblioteca de datos que utilizan muchas personas que trabajan en Inteligencia Artificial, decía en un tuit que lo que realmente le preocupaba al principio de la gente que trabajaba en machine learning era que no supieran de matemáticas. Con el tiempo, se dio cuenta de que lo que realmente le preocupa y le preocupará es que no sepan de humanidades.
-Pregunta: Sobre esto, la revista Nature publicó un artículo hace poco en el que decía que la Inteligencia Artificial cada vez es capaz de solucionar problemas más complicados, pero que las cosas sencillas se le atragantan.
-Respuesta: En la Convención de Dortmund en 1957, los ‘papis’ -porque no había ninguna mujer- de la IA decidieron que la Inteligencia Artificial era igual que la inteligencia humana. Esto es muy complejo: asociaron una lavadora a una persona, una máquina a una persona. Las personas somos un caleidoscopio de muchas cosas: de lo espiritual, lo emocional, lo reflexivo, la salud, lo fisiológico, la cultura, el conocimiento... Eso, a una máquina de ceros o unos, no lo puedes extrapolar. Las máquinas no tienen, por ejemplo, parte social. Son inteligentes para hacer algo muy mecánico con la información, pero cuando la intentas incorporar a aspectos más mundanos y sociales, aún les falta mucha calle, muchísima. Por eso se dice que son tontas, y es una de las razones por las que se necesitaría también a gente que haya estudiado humanidades o, sobre todo, lingüística.
-Pregunta: En el libro también lanzas la idea de que la IA “nunca podrá igualar la estupidez humana”.
-Respuesta: Eso lo dijo la gran Pilar Manchón, también filóloga y experta en IA. Es imposible. Tú piensa que la IA repite patrones. Coge los datos, halla patrones y los replica. No funciona con un gilipollas, o con alguien que no ves venir y dices, ‘por dónde me ha salido’? Tampoco con el Ecce Homo de Borja: no lo puede hacer porque no existía previamente. Y eso es lo magnífico del ser humano.
-Pregunta: En el ajedrez, hace varias décadas, pusieron a Kasparov a jugar contra un ordenador y Kasparov intentaba en las primeras jugadas despistar a la máquina haciendo jugadas que no tenían sentido.
-Respuesta: Y vete a otra cosa. Nadal, por ejemplo. El Big Data decía que iba a perder el Australian Open y luego ganó. No tuvo en cuenta que en el tenis el 80% del tiempo se está sin tocar la bola. Es un juego muy psicológico. Vete tú a saber si la otra persona empieza a sentir debilidad, temor, incertidumbre y Nadal se crece. Las máquinas no lo pueden abordar. En el arte también lo vemos, el arte te mueve y conmueve. Una pieza musical o una obra de arte, o una performance de poética, de lírica. Ahí está la genialidad.
“¿Quién teme a la calculadora?”
-Pregunta: Pero a pesar de esto, hace unos días el ensayista Yuval Noah Harari afirmó en una rueda de prensa que lo de la Inteligencia Artificial no se podía comparar con nada previo porque jamás se había “inventado una bomba atómica capaz de fabricar otra bomba atómica”.
-Respuesta: En parte tiene razón, en tanto que estas inteligencias artificiales se nutren de contenido que han trabajado. De hecho, si ese material está sesgado y yo lo cojo y las vuelvo a entrenar con eso, estás haciendo una bola de nieve de muchos sesgos y de un contenido totalmente perverso. Es muy complejo, pero de ahí que necesitemos ese acuerdo mundial y esa regulación de los datos y del uso de la IA y que la gente sea responsable de las decisiones que se toman con ella. De todos modos, uno nunca sabe lo qué va a pasar, si se va a invertir o va a haber una falta de inversión o si aparecerá otra tecnología totalmente disruptiva. Lo que pasa es que la Inteligencia Artificial nos ha afectado por completo.
-Pregunta: ¿Crees que somos del todo conscientes de los cambios que está provocando o que solo vemos la punta de un iceberg?
-Respuesta: Nunca se va a ver todo, porque quien lo ve todo son las grandes tecnológicas que tienen el control de la Inteligencia Artificial. Pero sí que, gracias a este acceso masivo de las inteligencias artificiales, las personas han tenido una mayor conciencia de lo que es la Inteligencia Artificial y todo su potencial. De ahí que sea necesario que haya tanta divulgación. El Gobierno de Finlandia, por ejemplo, ofrece una divulgación pública de lo que es la Inteligencia Artificial, para que tú seas consciente de que puede ser contraproducente, lo mismo que lo puede ser una ayuda como lo es la calculadora. ¿Quién teme a la calculadora? Yo no la temo. Estamos hablando de lo mismo, pero como es algo lingüístico y el lenguaje es inherente al ser humano, impresiona más.
-Pregunta: Un aspecto que mencionas bastante en el libro es el movimiento AI For Good, que persigue el ideal de emplear la tecnología para impulsar proyectos con un impacto positivo en la sociedad. Me recuerda un poco al sentimiento utópico que había cuando surgió internet, que se creía que con eso iba a mejorar el mundo. ¿Ese optimismo es el mismo que se tiene con la Inteligencia Artificial?
-Respuesta: Aquí hay que ser escépticamente optimistas. Se está vendiendo mucho lo de que la IA va a acabar con nosotros, pero es que ya nos está ayudando desde hace mucho tiempo a detectar tempranamente el cáncer, a detectar conductas suicidas e incrementar llamadas al Teléfono de la Esperanza, a detectar la dislexia en educación. También en todo el transporte: hace tiempo que la utilizamos en los aviones o los trenes y y no nos hemos dado cuenta. El AI For Good son emprendedores y emprendedoras sociales con proyectos que ponen realmente a la persona en el centro. Como dice la gran científica Nuria Salam, “las ciencias, incluidas las sociales, me permiten conocer el mundo, pero con la tecnología puedo cambiarlo”. Y es cambiar el mundo, no pensando en mi beneficio económico, ni en los accionistas de mi empresa, sino en el bien común. Que aparezcan, por ejemplo, premios como el de Tecnologías Humanitarias de la Cruz Roja, en el que cada vez se presentan más startups y más proyectos increíbles.
-Pregunta: En el libro mencionas un proyecto AI For Good que a mí me resultó un poco paradójico. Hablas de las grandes empresas que se lanzan con la IA solo para ganar dinero, y pienso en Google, en Meta...
-Respuesta: Alibaba, Amazon...
-Pregunta: Precisamente mencionas a Amazon, pero después esta empresa tiene también un proyecto solidario con la Cruz Roja para, con la ayuda de la asistente de voz Alexa, ayudar a las personas mayores en situación de soledad no deseada.
-Respuesta: ¿Es un ethical washing [lavado de cara]? Sí, pero a mí me parece un proyecto muy bonito. Igual que menciono otro proyecto en el libro sobre la detección del estado de ánimo de personas con cáncer. Eso lo hace Saturno Labs en colaboración con Amazon. Lo que pasa es que ahí lo digo porque Amazon es quien pone el dinero, y en mi compromiso de ayudar a la Cruz Roja, si los menciono, igual les ponen más pasta para hacer más proyectos. Yo estoy colaborando ahora en un proyecto con impacto social de Ashoka que está apoyado por Google. Es muy positivo, pero eso no cambia mi enfoque de decir que estas grandes empresas hacen ethical washing con estas cosas.
-Pregunta: Supongo que esa ambigüedad forma parte del juego...
-Respuesta: Totalmente, y el juego se llama capitalismo.
Máquinas injustas, personas injustas
-Pregunta: ¿Los sesgos son el principal problema de la Inteligencia Artificial?
-Respuesta: Es uno de los principales problemas. Los sesgos de los datos y los sesgos de las propias personas que tomamos decisiones. Ya existen sesgos a la hora de por qué escojo estos datos y no otros. Si el algoritmo va a tomar decisiones, por ejemplo de selección de personal, tendré que entrenar el mismo número de currículums de hombres o de mujeres, o decirle al algoritmo que neutralice esas variables de identidad.
-Pregunta: En Vidas Futuras mencionas a muchas mujeres como referentes. A raíz de esto quería preguntarte si, en el campo de la Inteligencia Artificial, las mujeres sí están teniendo la posibilidad de liderar proyectos y que se las reconozca por ello.
-Respuesta: Sí, pero al mismo tiempo siguen sin liderar. Hay muy pocas mujeres dirigiendo Inteligencia Artificial. Hay muy pocas mujeres que están en los equipos de desarrollo tomando decisiones. Eso tiene que cambiar. De ahí que sea necesario mencionar a las que están y exigir a las empresas que haya más diversidad para hacer que esas decisiones sean más inclusivas y más justas. Es lo que dice el premio Nobel Daniel Kahneman: si tienes una ansiedad pornográfica por ganar dinero, y estás en un equipo de los mismos señores blancos, heterosexuales, sin discapacidad, educados en las mismas universidades y que van a las mismas barbacoas o a los mismos campos de golf, se van a tomar siempre las mismas decisiones. Les va a traer al pairo que un sistema traductor no contemple que las mujeres podemos ser juezas, por ejemplo, o que el algoritmo me deniegue determinado crédito por ser mujer o que no me reconozca una imagen por ser negra o ser negro.
-Pregunta: A nivel profesional, ¿cómo te han afectado a ti los sesgos humanos?
-Respuesta: Me han echado de empresas por ser como era y decirme, incluso compañeras de recursos humanos, que era como un tío. Se presupone que la asertividad, la decisión, el coraje y la valentía son cosa de hombres. Y la sumisión, el cuidado y demás es de mujeres. Pues no, chicos, no. No sé quién se ha inventado eso.
-Pregunta: Bussines Insider, Emprendedores, Merca2... Te han mencionado en mil listas de ‘las persona más influyentes’.
-Respuesta: Y lo más importante, en la contraportada del Diario del Alto Aragón (ríe).
-Pregunta: Con esa contraportada y con esas listas, ¿crees que tu también te has convertido en una referencia como las que mencionas en el libro? No solo en el sector ahora, sino también para las generaciones que vienen.
-Respuesta: Me ha pasado dar una charla hace años y que dos chicas que ahora ya están estudiando ingeniería te digan que gracias a esa charla les inspiré para hacer dos startups de impacto social. También se me encogió el alma cuando una profesora de instituto de un pueblo de Asturias me dijo que había visto muchas charlas mías y que cuando ella estaba de bajona, veía las charlas y que le motivaba. ¿Con tan poco puedo hacer tanto? Aunque no te conozca de nada, te puedo ayudar como a mí me ayudó en su día escribirle a Pilar Manchón. La vi en una charla en una época en la que yo estaba en paro, que no sabía qué hacer con mi vida. Le escribí en LinkedIn y me contestó con una respuesta maravillosa. Para mí fue espectacular: el empujón. Y yo ahora puedo empujar. Esto es un efecto dominó, una transferencia de energía para que se una todo el mundo y ayudar a cambiar las cosas.