La Agencia Espacial Europea (ESA) ha contratado a la empresa española Deimos para desarrollar un satélite que, una vez lanzado, solo permanecerá en el espacio un máximo de 12 horas. Un proyecto como este podría considerarse contrario al objetivo de la propia ESA de hacer sustentable a la industria espacial y al estudio del universo, pero nada más lejos de la realidad. La reentrada a la atmósfera de los sistemas que, tras años operativos, han dejado de funcionar es el método más efectivo para limpiar la órbita terrestre de deshechos espaciales, dado que estos se desintegran durante el viaje de regreso a la Tierra. Sin embargo, los científicos no saben a ciencia cierta qué le ocurre a un satélite a lo largo de todo este proceso y, justamente, es lo que se quiere averiguar con Draco, nombre que ha recibido esta misión valorada en 17 millones de euros.
Pese a su política de “basura cero” en el espacio, la ESA no ha encontrado mejor forma para estudiar la desintegración de un satélite al reingresar al planeta que construir una nave especialmente diseñada para ser destruida. “Actualmente es imposible recrear las circunstancias exactas sobre el terreno”, ha explicado el jefe del proyecto Draco, Stijn Lemmens. “Podemos recurrir a la experimentación para probar diversos materiales y elementos de una nave espacial en túneles de viento a escala limitada, pero aún no es posible imitar fielmente la increíble velocidad, la fuerza y los movimientos de una reentrada incontrolada”, ha remarcado.
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De esta manera, la compañía Deimos ha recibido el encargo de liderar un equipo industrial internacional para construir el satélite de la misión, el cual será ensamblado en las instalaciones que la empresa posee en Puertollano (Ciudad Real), ciudad hasta donde se han trasladado este martes representantes de la Agencia Espacial Europea para firmar el acuerdo de la primera fase del proyecto, por un presupuesto de tres millones de euros. “El consorcio reúne a los mejores expertos de toda Europa para garantizar el éxito de este ambicioso proyecto. Es un honor para nosotros liderar esta misión crucial y esperamos trabajar en estrecha colaboración con nuestros socios para lograr sus objetivos”, ha asegurado el directo general de Deimos, Simone Centuori.
Protocolo de destrucción
Prácticamente de forma inmediata tras su lanzamiento, el cual tendrá lugar en 2027, Draco se sumará a los cerca de 10.000 satélites que, a lo largo de 70 años de viajes espaciales, han reentrado a la atmósfera para quemarse durante el vuelo, pero con una salvedad: mientras la mayoría de ellos permanecen pasivos al tiempo que son engullidos por la atmósfera, Draco será la primera misión que reingrese de forma controlada. El satélite que se construirá en Puertollano aprovechará las capacidades de dirección del cohete con el que será lanzado para alinearse para una reentrada rápida. Tras un vuelo de no más de 12 horas, durante el cual alcanzará una altitud máxima de 1.000 kilómetros, el sistema reentrará sobre una zona deshabitada del océano.
Para poder recabar la mayor cantidad de información, el sistema que construirá Deimos estará equipado con 200 sensores y cuatro cámaras que registrarán su abrasadora desaparición y almacenarán los datos de forma segura en una cápsula de 40 centímetros diseñada para, como si de la caja negra de un avión se tratase, sobrevivir a las llamas. Los dispositivos a bordo deberán ser “lo suficientemente resistentes para que puedan recoger datos el mayor tiempo posible mientras el satélite que los rodea se quema”, ha señalado Lemmens.
Sin embargo, los riesgos de la misión no habrán acabado una vez que Draco haya ardido, ya que la cápsula, que podría girar a gran velocidad durante la caída, debe ser capaz de abrir un paracaídas independientemente de su orientación. Una vez a salvo y descendiendo más suavemente, la cápsula tendrá solo 20 minutos para, antes de hundirse en el mar, conectarse con un satélite geoestacionario al que transmitirle la valiosa información recopilada.