Una pareja de jubilados compra una autocaravana para venderla solo unos meses después: “Ojalá la hubiéramos revisado antes de comprarla”

Al principio era solo una cuestión de espacio, pero más adelante descubrieron todos los desperfectos que el vehículo escondía

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Imagen de una autocaravana. (Europa
Imagen de una autocaravana. (Europa Press)

La jubilación es una etapa que muchos trabajadores esperan con muchas ganas, después de varias décadas trabajando incansablemente para poder vivir sin preocupaciones. Así, quienes ven que esta etapa se acerca suelen diseñar planes de qué es lo que harán cuando al fin se vean liberados de su jornada laboral: viajes, cursos y toda clase de cuentas pendientes se presentan como una posibilidad, salvo que en ocasiones es mayor el entusiasmo que la felicidad experimentada cuando llega la anhelada experiencia.

El cuerpo, al fin y al cabo, ya no es el mismo, como tampoco la mentalidad se mantiene igual. Y así, si antes una intrépida y bizarra aventura podía ser algo deseable, muchos optan finalmente por retomar sus pasiones con una pizca más de comodidad. No obstante, el darse cuenta de que eso mismo que llevabas tanto tiempo deseando no es lo que en realidad querías es un proceso que lleva tiempo, o que requiere, como les ocurrió a Marie L. Mangin y su marido, encontrarse de bruces con la realidad.

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El sueño no era como ellos pensaban

“Mi marido y yo siempre habíamos hablado de comprar una autocaravana y hacer viajes épicos con ella después de jubilarnos”, confiesa esta maestra jubilada nacida en Canadá en un comentado artículo que se ha publicado en la revista Business Insider. Y, como si los deseos se cumplieran aun sin buscarlos, un día, poco después de jubilarse, se encontraron en una exhibición de coches con “una autocaravana compacta de los años 90 que se ajustaba perfectamente a nuestro presupuesto”.

El vehículo tenía, además, todas aquellas cosas que creían que podrían necesitar en esa aventura tanto tiempo deseado, “incluido un generador y espacio de cocina”. “Pensando que era cosa del destino, lo compramos al momento”. No obstante, su entusiasmo duró más bien poco: en cuanto la utilizaron, se dieron cuenta de que tal vez se habían precipitado con su compra. Y es que, durante la primera noche, vieron que el espacio era demasiado reducido. “Nos sentíamos apretados y no descansamos bien”, algo que atribuyeron más a la emoción que al vehículo en sí. “Pensamos que solo teníamos que acostumbrarnos”.

Sin embargo, Marie explica que la segunda salida “fue la verdadera prueba”. Se desplazaron hasta un festival de música que iba a durar cuatro días, en el que no tendrían acceso a agua corriente ni electricidad. “Nuestra autocaravana estaba más llena esta vez, llena de cosas como una gran nevera portátil, una parrilla, una gran jarra de agua, tumbonas y nuestras bolsas de lona”, detalla. Enseres esenciales que, a pesar de su poca cantidad, ya hicieron que el espacio se viera abarrotado.

De hecho, tan apretados estaban, que si querían permanecer dentro del vehículo tenían primero que sacar fuera todos esos objetos “y luego llevándolas de vuelta al interior para que no nos las robaran mientras estábamos viendo espectáculos”. Por otro lado, las reducidas dimensiones de la caravana hacían que su marido, de 1,80 metros, no pudiera ni estar de pie cuando se encontraba dentro. E incluso ella, de 1,50, se golpeó alguna vez con los armarios superiores.

Una retirada a tiempo es una victoria

Los problemas fueron en aumento cuando descubrieron que algunos aparatos eléctricos, como el generador o el microondas, no funcionaban. Esto, no obstante, no impedía que los costes de mantenimiento fueran cada vez más elevados. “Ojalá no hubiéramos confiado solo en la palabra de los vendedores y hubiéramos revisado la camioneta a fondo antes de comprarla”, se lamenta ella. Finalmente, tan solo unos meses después de haberla comprado, decidieron vender el vehículo a otra pareja, eso sí, advirtiéndoles de “todos los problemas que tenía”.

La pesadilla terminó al fin, y no solo eso: “Después de hacer algunos cálculos, nos dimos cuenta de que no necesitábamos una autocaravana para hacer los viajes por carretera con los que soñábamos”. Marie y su marido entendieron que, con un poco de creatividad, podían acabar saliéndose con la suya. “Por ahora, planeamos simplemente conducir nuestro coche y reservar alojamientos más económicos que incluyan desayuno gratis”, narra. “Esperemos que nuestra autocaravana se adapte mejor a los nuevos propietarios que a nosotros, y quizá nos crucemos en la carretera alguna vez”.

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