Ana lleva tres años inscrita en el Registro de Donantes de Médula Ósea (REDMO), que suma más de 500.000 personas registradas, un récord nacional con el que se ha quintuplicado la cifra de donantes respecto a 2012, cuando se creó el Plan Nacional de Médula Ósea (PNMO). La joven de 24 años siempre ha donado sangre, y esto le pareció “el siguiente paso”.
La motivación fue sobre todo personal: decidió apuntarse cuando a su madrina le diagnosticaron leucemia. Por el momento se mantiene a la espera. Todavía no han encontrado una persona compatible, un match, que pueda beneficiarse de su donación. “Sería muy raro que hubiese un match entre mi madrina y yo, pero siempre viene bien apuntarse en el centro de donación. Si no es ella, es otra persona que lo necesita”, explica a Infobae España.
Sí ha dado ese paso Néstor, que desde 2001 se encuentra dentro del REDMO. “Estaba triste pensando que no me iba a tocar a mí. Y qué alegría que me tocara”, cuenta. Su donación fue a parar a Elena, una paciente a la que en el año 2000 diagnosticaron con leucemia linfoblástica aguda. “Salieron los síntomas súper rápido. En una semana estaba muy pálida, me cansaba muchísimo. Me hicieron una analítica y se ve que salió rojo fosforito”, relató el pasado miércoles en el evento con motivo del Día Mundial del donante de médula organizado por el Ministerio de Sanidad.
“Hicieron las pruebas a mis padres y mi hermana, pero no fueron compatibles y me dijeron que era algo muy difícil”. Con su primera tanda de quimio, comenzó la búsqueda de un donante de médula. Tardaron entre nueve y diez meses en dar con Néstor. “Una da por sentado que los padres te dan la vida, pero que una persona totalmente desconocida un día quiso hacer eso... es increíble”, expresa entre lágrimas. Para ella, es “un placer seguir estando aquí. Eso se lo debo a cierta persona desconocida que, como Néstor, ha hecho lo que ha hecho”.
“Es muy poco invasivo y no cuesta nada”
Néstor sabía de antemano cómo iba a ser la donación. “Nos imaginamos que es una cosa que no tiene nada que ver con el proceso real, que es muy poco invasivo y que no cuesta nada para el paciente”, asegura. Para él, no supusieron más de cuatro horas de hospital. “Fue muy agradable, me sentí muy acompañado en todo momento, me lo pasé muy bien el día de la donación con el equipo del centro”, asegura.
Así lo confirma Lola Hernández, coordinadora del PNMO. Según explica a Infobae España, la médula ósea se encuentra en el interior de los huesos y “es el origen de todas las células de la sangre”. “Es un órgano que se regenera, nosotros no perdemos nada”, asegura. El proceso, en el 90% de los casos, es muy sencillo: tan solo se necesitan un par de pinchazos y sacar sangre de una vena periférica, “como si te vas a hacer una diálisis”. Este método se conoce como sangre periférica.
La Fundación Josep Carreras explica en su web que, para realizarlo, habrá que administrar una o dos inyecciones subcutáneas al día, durante cuatro o cinco días. Se trata de unos agentes llamados “factores de crecimiento”, que hacen pasar las células madre al torrente sanguíneo. “Con eso se obtiene la médula suficiente para salvar una vida”, dice Hernández.
En un pequeño porcentaje de casos, este método no puede realizarse y es necesario extraerla directamente de la médula ósea. Aunque sea un proceso quirúrgico, es tan sencillo que puede hacerse en ambulatorio, afirma Hernández. “No tiene nada que ver con la médula espinal ni nadie se va a quedar paralítico. Es ir al interior del hueso, que es donde están generándose las células de la sangre, y extraerlas”, explica. Lo máximo que puede notar el donante es “una especie de agujetas”, asegura.
Cómo donar médula ósea
Antes de donar médula, es necesario cumplir una serie de requisitos. El REDMO acepta a personas de entre 18 y 40 años, que quedan inscritos hasta los 60 años, y que no tenga enfermedades graves o transmisibles. Al igual que al donar sangre, se pide un peso superior a 50 kilos y un índice de masa corporal menor de 35.
Cada comunidad autónoma tiene su sistema, pero en general solo hay que acudir a un centro de transfusión para pedir información y comenzar el proceso. En el caso de Ana, tuvo que hacerse un análisis “para poder ver que no tienes problemas” y facilitar sus datos a través de un formulario. Además, es necesario firmar “un montón de consentimientos”, para asegurarse de que has recibido la información adecuada.