Hay ofertas que llegan en el momento oportuno y suponen un antes y un después en la vida de algunas personas. Eso es lo que le pasó a Maryline, una mujer de 74 años que, ante una orden de desalojo y una oferta inusual de una pareja de compradores, comenzó a vivir mucho más tranquila y ahora cuenta con dos miembros más en su familia.
Obligada a vender su casa en Cossé-en-Champagne (Mayenne, Francia) donde había vivido durante más de cincuenta años, Maryline se llevó una de las sorpresas de su vida cuando la pareja que había adquirido su casa, Grégory y Jean, le propuso quedarse en su hogar y convivir los tres juntos. Desde entonces, Maryline y la pareja, de 47 y 42 años, llevan año y medio viviendo en total armonía.
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Según han explicado a medios franceses, la mujer llegó a la casa el 23 de diciembre de 1972. Se trata de una fecha grabada en la mente de Maryline, que dice mucho del vínculo que la une a la finca, ya que, realmente, la vivienda ha permanecido en el círculo familiar de generación en generación. Fue esa víspera de navidad cuando Maryline y su marido se mudaron a la casa, para no abandonarla nunca más.
En 2018, el marido de Maryline falleció. Aunque la viuda ya no se veía asumiendo el mantenimiento de las 15 hectáreas, su relación con la finca Groies estaba lejos de terminar. En noviembre de 2019, puso oficialmente la propiedad a la venta, pero tras cuatro cancelaciones de promesas de compra, reflexionó: “Esta casa no quería que la abandonara”.
A finales de 2022, Grégory y Jean, dejaron la capital parisina para instalarse en Mayenne. La finca les sedujo de inmediato, ya que respondía a muchas de sus expectativas: “Queríamos un terreno natural, un río, un entorno natural propicio para desarrollar una actividad agrícola autosuficiente”, explicaron al medio francés France Live.
No hay prisa por que Maryline se marche de la casa
La pareja no tardó en darse cuenta de que Maryline estaba estrechamente unida a la casa en la que había pasado medio siglo de vida, lo que les tocó el corazón y les hizo reflexionar: “No podíamos imaginar decir gracias y adiós, te vas de un día para otro. Pensamos que lo único que teníamos que hacer era ofrecerle quedarse allí”, admitieron.
Para la septuagenaria, que había entregado su juego de llaves con el corazón encogido y tenía problemas para encontrar un lugar donde vivir, la oferta llegó en el momento justo. Los hombres le propusieron ser su compañera de piso -algo que ellos ya habían experimentado en la capital- y pagar un pequeño alquiler. Por ello, para los hombres “No hay ninguna urgencia” para que la viuda abandone la vivienda.
De hecho, Maryline, se lleva muy bien con los hombres, y quizá ese sentimiento vaya un poco más lejos, ya que sin dudarlo, hoy en día admite: “Tengo dos hijos más y ¡ya está!”.