El E-6B Mercury no es un avión cualquiera. Esta aeronave, en lugar de transportar pasajeros o mercancías, lleva sobre sus alas el poder de decidir el destino del mundo. Popularmente conocido come el avión del juicio final, esta fortaleza aérea no es un bombardero ni una nave de combate común sino un puesto de mando volador que, en situaciones extremas, permite a las autoridades más altas de Estados Unidos activar y controlar todo el arsenal nuclear del país.
El apodo que ostenta esta aeronave no es una exageración, ya que el propio avión evoca un futuro caótico y catastrófico pese a no ser en sí misma una máquina de destrucción directa. A diferencia de otros aviones de guerra como el B-29 Enola Gay, que arrojó las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, el E-6B Mercury es un centro de operaciones desde el cual se puede coordinar el uso de armas nucleares. Su función principal no es lanzar bombas, sino garantizar que, en caso de que los sistemas de mando en tierra sean desactivados, Washington aún pueda ordenar ataques nucleares, asegurando así la capacidad de respuesta del país en una guerra de dimensiones apocalípticas.
El pasado 4 de septiembre, uno de los 18 E-6B Mercury en servicio activo fue avistado lejos de su territorio habitual, sobrevolando el mar Egeo, acompañado de un avión cisterna. Este avistamiento fue inusual, ya que el E-6B Mercury generalmente solo patrulla el espacio aéreo estadounidense, preparado para responder a una amenaza nuclear desde casa. Sin embargo, esta vez, la unidad se encontraba a más de 8.000 kilómetros de la capital estadounidense, en una misión cuidadosamente calculada. No estaba perdido ni fuera de rumbo: se trataba de una clara demostración de fuerza por parte de Estados Unidos.
El mensaje iba dirigido a un solo hombre: Vladimir Putin. Según fuentes militares citadas por medios franceses como Le Canard Enchaîné, la aparición del avión del juicio final sobre el cielo europeo fue una advertencia directa al líder ruso en el contexto del conflicto con Ucrania. Estados Unidos quería dejar claro que mantiene una vigilancia estricta sobre las acciones de Moscú y que cualquier paso en falso podría desatar una respuesta de dimensiones globales.
Características del avión del juicio final
El E-6B Mercury, aunque de apariencia discreta y sin armamento visible, es un verdadero gigante tecnológico. Con una longitud de 45,8 metros, una envergadura de 45,2 metros y una altura de 12,9 metros, este avión cuatrimotor puede pasar casi desapercibido a simple vista. A bordo, una tripulación de 14 personas coordina las operaciones y, gracias al apoyo de un avión cisterna KC-135, puede mantenerse en vuelo durante hasta tres días seguidos.
Este puesto de mando volador tiene un alcance de 12.000 kilómetros y es capaz de operar a más de 12 kilómetros de altitud, lo que le permite monitorear, comunicarse y ejecutar órdenes sin necesidad de aterrizar. Con esta capacidad para mantenerse operativo por largos períodos y controlar desde el aire el destino del mundo, el E-6B Mercury refuerza su reputación como un símbolo tanto de poder como de la vulnerabilidad del equilibrio nuclear global.