Francia ha empezado la semana con el recuerdo de un nuevo juicio seguido por los medios de comunicación. Se trata, en esta ocasión, de uno cuya primera vista tuvo lugar el viernes del pasado fin de semana. En la acusación, además de la Fiscalía, estaba como particular un hombre de 76 años, que desde el 20 de mayo de 2023 intenta ser compensado por el accidente al que se vio abocado por el paso de un crucero que salía de Burdeos atravesando el río Garona.
El barco era el Seven Seas Splendor, uno de los cruceros más lujosos del mundo al contar con “más de 46.000 pies cuadrados de mármol italiano y 375 suites”, que pasaba a una velocidad cercana a los 30 kilómetros por hora. Esta potencia era tal, que acabó por provocar una gran ola en el río, la cual acabó por impactar con fuerza en la costa y causar fuertes destrozos en las inmediaciones, dañando también a un hombre de 76, llamado Serge Caravaca. Él, según ha informado en el juicio, “se vio morir” cuando se vio violentamente empujado por el agua, desde donde sacó fotografías del barco.
Una multa por exceso de velocidad
El impacto con el agua provocó una serie de lesiones a Caravaca, algo que le hizo presentar la denuncia que finalmente se ha materializado estos últimos días. No obstante, un asunto que se ha discutido mucho es quién debía estar sentado en el estrado de la acusación: el capitán del barco, un representante de la empresa o el piloto. Finalmente, fue este último quien acudió al juicio, tratándose de un hombre natural de Burdeos de 52 años.
El piloto se enfrenta a dos cargos diferentes. Por un lado, a una infracción del Código de Transporte, “es decir”, tradujo el viernes el presidente del tribunal, “el hecho de que cualquier capitán, jefe de guardia o cualquier persona que ejerza la responsabilidad o el control de un buque, viole normas de tráfico marítimo”. La velocidad está fijada en un convenio aprobado en 1972, a lo que habría que sumar el segundo delito de lesiones involuntarias que le causaron a Caravaca.
Un ‘polémico’ responsable
El problema, y gran parte de la polémica suscitada, es que dicho piloto no figura ni siquiera entre los trabajadores de la empresa, sino que es un empleado público responsable de guiar a los barcos en el trecho del río que conecta la ciudad con mar abierto, una costumbre que se remonta al siglo XVI. Su función, por lo tanto, era simplemente llevar el barco sin salirse de un canal que tiene 150 metros de ancho, si bien las órdenes las daba el comandante en guardia, que era quien sustituía al capitán en el puente de mando.
“Cada grado de alineación contaba, pero no tenía el poder de dar órdenes”, ha insistido el piloto durante la vista. De hecho, fue él mismo quien se dio cuenta de que la velocidad era demasiado alta y quien alertó de que había que reducirla: “Cuando escuché que el cuarto generador iba a arrancar dije que se parara inmediatamente”. Sus abogados han insistido en que él no tenía la última palabra, y que el garante de la seguridad según la jurisprudencia vigente es el comandante o el jefe en turno. “Son ellos los que se ven afectados por los textos dirigidos a la prevención. No el piloto”. Ninguno de estos mandatarios fue, no obstante, entrevistado durante el juicio.
De hecho, incluso el abogado de Caravaca solicitó el sobreseimiento de la causa, alegando que su cliente sufría “estrés postraumático y dolores de espalda” con el objetivo de ver si se lograba implicar a la empresa y al capitán. No obstante, el juez desestimó enseguida su petición, por lo que la sanción máxima podría ser de 5.000 euros, que es lo solicitado por la fiscal adjunta del caso. La sentencia podría llegar a mediados de diciembre, si bien ya hay medios del país, como el Sud Ouest, que señalan que esta “gran ola dará lugar a una gota de agua”.