Eduardo Zaplana libra actualmente dos batallas. La primera, judicial. Antes de que acabe el año está previsto que la Audiencia Provincial de Valencia dicte sentencia por la ‘operación Erial’. La Fiscalía pide para él 17 años de prisión ya que le acusa de los delitos de blanqueo de capitales, cohecho, prevaricación, falsedad en documento mercantil y organización criminal. El inicio del caso fue rocambolesco. Un imán de nacionalidad siria que se había ido a vivir a una vivienda que antes perteneció a Zaplana se encontró cuando hacía obras con unos papeles que revelaban una compleja trama de cobro de comisiones ilegales. El imán llegó a cambiar la versión tres veces: dijo que halló la documentación en un falso techo, luego en un armario y finalmente en la basura. Se lo pasó todo a Marcos Benavent, exgerente de una empresa pública valenciana que ya estaba siendo juzgado por otro caso de corrupción y que intentaba reducir su condena colaborando con Anticorrupción tras alegar que era “un yonqui del dinero”. En su afán por ayudar a la justicia, Benavent entregó todo lo que tenía (y que presuntamente incriminaba a Zaplana) a las autoridades. Luego dijo que todo era un montaje.
La otra batalla no es menos importante. Con toda seguridad, mucho más. Zaplana combate desde finales de 2015 contra una leucemia mieloide aguda. Porque sí, Zaplana sigue respirando. A sus 68 años. Esperando que le aprueben su pensión de jubilación. A pesar de que muchos se sigan sorprendiendo (y criticando) de que el político cartagenero no haya abandonado el mundo de los vivos. El último, el hoy eurodiputado (y siempre agitador ultra) Alvise Pérez, que recientemente ha subido a su comunidad de seguidores en Telegram una foto del político con el siguiente mensaje: “¿Alguien puede explicar cómo Eduardo Zaplana, al que liberaron por un ‘cáncer mortal intratable’, lleva años fuera de prisión viviendo a todo lujo, y cuya rutina es fiesta, viajes, mujeres y un entrenador personal”?
Zaplana, en conversación con Infobae España, prefiere no entrar al trapo ni responder a “ciertos personajes”. Sigue peleando contra la enfermedad. Toma 14 pastillas al día, nueve por la mañana y cinco por la noche, con revisiones médicas todos los meses, con problemas de salud derivados del cáncer. Por ejemplo, la cortisona que le recetan daña sus ligamentos, sus músculos y su sistema inmune. Hace deporte por prescripción médica. “Me da igual lo que digan y siento que algunos les moleste que no me haya muerto. Yo voy a pelear por seguir vivo, no puedo decir otra cosa”. Asegura que “está bien, estable y muy tranquilo”. No quiere conceder entrevistas. Este diario, sin embargo, ha podido hablar con amigos de Zaplana que relatan cómo es el día a día de un hombre que lo fue todo en la política española: alcalde de Benidorm (Alicante), presidente de la Generalitat Valenciana, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, portavoz del Gobierno de España, portavoz del Grupo Popular en el Congreso, senador...
“Eduardo sigue hoy en tratamiento. El día que lo detuvieron, por ejemplo, en mayo de 2018, tenía una revisión médica, ya que le diagnosticaron la leucemia años antes. Tuvo un trasplante de médula en el que tuvieron que usar la médula de su hermana”, explica un buen amigo. Zaplana estuvo en prisión entre mayo de 2018 y febrero de 2019, en lo más duro de la enfermedad. Porque la leucemia es imprevisible. “En esos meses de prisión él iba esposado a las revisiones en el hospital, acompañado por dos guardias civiles que incluso entraban con él en la consulta. No dormía la noche antes de ir a una revisión, pensando en la que se iba a montar en el hospital”.
Fueron meses complicados, que motivaron incluso una campaña para que fuera excarcelado por razones humanitarias, a la que se adhirieron políticos en las antípodas ideológicas como Arnaldo Otegi, Ximo Puig, Pablo Iglesias y José María Aznar. Pero el juzgado siempre desestimaba la solicitud, justificando riesgo de fuga y posible destrucción de pruebas.
Le denegaron la excarcelación por motivos de salud
Zaplana consiguió que le soltaran, tras nueve meses de prisión. “Pero no por motivos de salud. El auto lo deja bien claro, los jueces argumentaron que le soltaban porque habían recuperado un dinero que supuestamente creían que pertenecía a Zaplana y habían pactado con el que creían que era su testaferro, un uruguayo. En teoría, ya no había riesgo de destrucción de pruebas”, aclaran fuentes entonces de su defensa. “Siempre le denegaron la libertad preventiva por motivos de salud, a pesar de los informes médicos que presentó.”, explica su amigo. “Cuando salió por fin de la prisión valenciana de Picassent, tenía problemas respiratorios, varios edemas y serias lesiones cutáneas que necesitaron tratamiento”, rememora. Justo antes de ser encarcelado, se había pasado 55 días hospitalizado. “Ha sufrido varios trombos, pulmonares y en las piernas”. Después de todo eso, tuvo una pequeña victoria moral, porque ya fuera de la cárcel el Tribunal Constitucional dictaminó de forma unánime que nunca debió ser encarcelado.
Zaplana vive ahora a caballo entre Madrid, en casa de su hija, y Valencia, donde realiza las revisiones médicas. Tiene todas las cuentas y bienes embargados. “Ahora ha pedido permiso para abrir una cuenta bancaria y poder percibir la pensión de jubilación. Es un jubilado más esperando a que salga la condena”, asegura este buen amigo. ¿Qué espera de la sentencia? “La absolución. Es inocente. Han pedido 19 comisiones rogatorias y no han encontrado nada. En su caso no hay arma ni cadáver, como se suele decir”.
Su enfermedad no le ha impedido, señalan sus amigos, que en estos años “haya podido preparar su defensa”. Y sobre todo, intentar averiguar quién está detrás de su detención. “Primero lo intentaron meter en el caso Brugal [otra operación contra la corrupción en Alicante], luego en el caso Lezo [por el que está siendo investigado el expresidente de la Comunidad, Ignacio González], y a la tercera fue la vencida y le metieron en esto de la ‘Erial’. Pero él tiene sus sospechas de quién está detrás de todo esto y por qué. “Esperemos a la sentencia”, explican desde su entorno. De momento está recogiendo sus reflexiones en un proyecto que se puede convertir en un libro, en unas memorias. No olvida que la Fiscalía le ha llegado a calificar de “mente criminal” por cobrar, supuestamente, comisiones procedentes de los amaños de adjudicaciones de estaciones de la ITV y de un parque eólico.
“Lo de la Fiscalía ha sido surrealista. Le han llegado a acusar de blanqueo porque durante dos veranos un amigo le dejó unos días un barco para navegar. Pero los dos veranos anteriores, en los que también le dejaron un barco para navegar con Mariano Rajoy y Jaume Matas, entonces no hubo blanqueo. En fin”, explican las fuentes antes mencionadas, que inciden en que todos estos procesos judiciales, en los que la pena de telediario condena al personaje antes que un tribunal, hacen mella no solo en el protagonista, sino también en su familia. A él le duele que a lo largo del proceso algunos han desarrollado graves enfermedades y otros incluso han fallecido. Sin olvidar el coste económico que supone tener una buena defensa. “Se ha gastado muchísimo dinero en abogados”.