Los ojos del mundo entero están puestos en Aviñón, la región francesa en la que los tribunales juzgan las constantes violaciones sufridas por Gisèle Pelicot. A sus 67 años, la mujer descubrió que su marido, Dominique Pelicot, había pasado una década drogándola para dejarla inconsciente y luego ofrecer su cuerpo a decenas de desconocidos. Ahora, con 71 años, se enfrenta a su exmarido y a los 50 hombres identificados por la policía que la habrían agredido mientras dormía. La extensión temporal del caso y el número de involucrados harán que el proceso judicial se alargue hasta finales de año. Aunque pueda parecer complejo para los jueces, para Catherine Le Magueresse, investigadora y jurista especializada en violencia sexual, no podría tratarse de un asunto más sencillo. Y es que Gisèle es una “buena víctima” desde el punto de vista patriarcal, asegura.
“Como estaba inconsciente, bajo los efectos de medicamentos, no esperamos que se resista. Hizo lo que tenía que hacer, es una ‘víctima inocente’ dentro de una visión patriarcal, una ‘buena víctima’”, explica Le Magueresse a Infobae España.
Todo quedó grabado en vídeo, almacenado en una carpeta con el título de “abusos”. Las imágenes intercalan planos generales con primeros planos, según han contado los investigadores, que califican el estado de Gisèle como cercano al coma. Aun así, los abogados de la defensa ponen en duda la falta de consentimiento de Gisèle. Algunos de sus clientes pensaban que era un juego; otros, que con el consentimiento del marido era suficiente; e incluso los acusados llegaron a afirmar que, al haber lubricación, entendían que la relación era recíproca. “Este proceso muestra los fallos del derecho francés”, asegura la investigadora de La Sorbona.
“Hace 30 años que trabajo sobre la violencia, 30 años hace que denunciamos y hablamos de ello, y siento que, si se nos hubiese escuchado un poco más, no hubiera habido Gisèle Pelicot y habría muchas menos víctimas”, lamenta.
Los fallos del derecho francés
El problema está en que “el consentimiento no está definido” y, por ello, “los agresores pueden decir que ellos creían que había consentimiento, que no han usado violencia ni coacción. Y efectivamente, no les hizo falta”, cuenta. Le Magueresse lo compara con la legislación española del “Solo sí es sí” y reflexiona que “si hubiese una definición de consentimiento positivo, Gisèle está incapacitada de decir que sí y no podrían alegar [que había] consentimiento, porque ella no dijo nada”.
El delito de violación en Francia aún está muy ligado a la idea de penetración: el Código Penal lo define como el “acto de penetración sexual, de cualquier naturaleza, cometido sobre el otro, o todo acto bucogenital cometido sobre el otro o sobre la persona autora de la violencia, coacción, amenaza o sobresalto”. Sin embargo, “la aproximación al comportamiento del agresor que lo comete, sea por violencia, coacción, amenaza o sobresalto, es el que corresponde al estereotipo de ‘la verdadera violación’”, expresa la jurista. Es decir, “la violación con violencia es la que conocemos del desconocido que va a salir de un rincón. Eso se persigue, se condena”, asegura. Pero con los otros supuestos se complica.
“La violación por amenaza va a depender del grado de gravedad de la amenaza”, explica. Así, no será lo mismo que digan que van a matar a tu hijo, que se considera “bastante seria”, a que digan que te van a despedir. “Ella podría dejar su trabajo”, suelen pensar los jueces, “como si fuese fácil encontrar uno nuevo”, critica Le Magueresse. En la coacción, la económica todavía está poco reconocida en el Derecho, “aunque es un verdadero método de coacción”, explica. “Incluso sin estar recogido en el texto jurídico, vemos que el legislador pensó en la ‘violación verdadera’, en el estereotipo de violación”, señala la jurista.
Por ello, algunos de los acusados se enfrentan a delitos de menor castigo. Mientras unos podrían acabar hasta 20 años en la cárcel por un delito agravado de violación, otros podrían caer por agresión sexual al no haber ningún tipo de penetración, lo que conlleva sentencias de máximo siete años.
“Se han equivocado de siglo”
Incluso sin una definición de consentimiento positivo, la jurista aclara que al estar inconsciente no puede darse una aprobación. “Eso es algo que el derecho francés reconoce desde mediados del siglo XIX: cuando una persona está dormida, bajo hipnosis, productos químicos o el alcohol y no está en estado de dar su consentimiento, no lo hay”, explica.
Por ello, pese a las alegaciones de la defensa, ella tiene claro que su relato no se corresponde a las pruebas que han aportado los expertos: “Han dicho claramente que ella estaba en un estado cercano al coma y los intercambios muestran que ellos lo sabían y que, con conocimiento de causa, fueron a la casa”.
Para aquellos que apuntan al consentimiento del marido, Le Magueresse les dice que “se han equivocado de siglo”, pues “hace tiempo que sabemos que no son los maridos los que dan su acuerdo. Eso dice mucho de su visión de la autonomía de las mujeres”. “Podrían investigar violaciones conyugales en esas parejas, por ejemplo, porque, en mi opinión, son personas que no deben estar pidiendo el consentimiento de sus cónyuges”, añade.
La única defensa posible, a su juicio, es que no supieran verdaderamente lo que estaba ocurriendo y que, como han expresado algunos de los abogados de los acusados, pensasen que se trataba de un juego y que ellos no tenían la intención de violar. Sin intención criminal, por tanto, no habría violación, según la legislación francesa. Pero “es evidente que no se sostiene” con las pruebas presentadas. “Son estrategias de defensa, pero no serán aceptadas por los magistrados. Al menos, eso me atrevo a creer”, afirma.
Una marea feminista “como en España”
Desde París, Le Magueresse ve que el caso Mazan ha supuesto un “cataclismo” en la sociedad francesa. “Parece que ha habido un sobresalto, un despertar”, asegura. Ella espera que este malestar se traduzca en una marea “como la hubo en España para apoyar a la víctima de La Manada”. Este sábado, colectivos feministas de todo el país se citan en las calles para mostrar su repudia al horror sufrido por Gisèle Pelicot.
Más allá de la protesta, Le Magueresse confía en que este caso reabra debates en Francia “sobre lo inadecuado del derecho penal francés para tratar temas de violencia, sobre la necesidad de definir positivamente el consentimiento en el Código Penal, de modo que los agresores no puedan decir ‘Pensaba que ella consentía’ sin haber tomado medidas razonables para asegurarse de ello; sobre hasta qué punto vamos retrasados en las políticas de prevención de la violencia y en la educación sexual y afectiva de los jóvenes”, así como por los efectos de la pornografía. Pero, sobre todo, “que haga que los hombres se cuestionen de forma colectiva su virilidad violenta y depredadora”, concluye.