Las devastadoras consecuencias de los desahucios en la salud mental: “El shock postraumático es como el de un terremoto”

Durante los tres primeros meses del año en España se ejecutaron 82 desalojos al día, según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial. Los expertos advierten del peligro de normalizar este tipo de situaciones

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Luisa en el balcón de su casa, antes de ser desalojada del edificio Dignidad de Móstoles en julio de 2023. (Fernando Sánchez / Europa Press)
Luisa en el balcón de su casa, antes de ser desalojada del edificio Dignidad de Móstoles en julio de 2023. (Fernando Sánchez / Europa Press)

Aunque ocurren a diario, los desahucios apenas ocupan ya espacio televisivo. Se han vuelto un fenómeno silencioso. Y es que a pesar de la moratoria recientemente prorrogada, durante los tres primeros meses del año en España se ejecutaron 82 desalojos al día, según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial, lo que supone un 12% más que en el mismo periodo de 2023, la mayoría por no poder pagar la subida de los alquileres. De hecho, ya son más de un millón desde que estalló la crisis inmobiliaria en 2008. Detrás de ellos hay historias como la de Zhora o Juan José, que han sido desahuciados sin tener alternativas habitacionales, o como la de Matilde, que se quedó sin casa tras avalar a su hija con el 20%, o la de Elsa, víctima de violencia de género y con un hijo enfermo a su cargo que de momento se ha salvado y ha conseguido un año más de alquiler social. Independientemente del caso, todos destacan el brutal impacto que estos procesos generan en la salud mental.

Enfrentarse a un desahucio es tan demoledor que el shock postraumático “se asemeja al que puede producir una catástrofe natural como un terremoto o un incendio”, explica a Infobae España la socióloga Laura Barrio, activista por el derecho a la vivienda en Madrid, que advierte del peligro de normalizar este tipo de situaciones y no darle la atención que merece, sobre todo ahora que hay tantas personas afectadas por los altos precios del alquiler.

Además, no solo se trata de los problemas que genera el propio desalojo, sino también de “la amenaza de perder la vivienda, la inseguridad que genera la escasa duración de algunos alquileres o tener un contrato de palabra” en lugar de alquiler regulado por ley, así como la dependencia económica de una pareja. “Todo eso ocasiona trastornos mentales, un sufrimiento constante que te impide proyectar tu vida, hacer planes, y es que la vivienda, en vez de ser un lugar de cobijo y estabilidad, pasa a ser una fuente de desesperación y de preocupación”. El insomnio, la depresión, los ataques de ansiedad, o los trastornos de conducta alimentaria son algunos de los problemas que más afectan a quienes se ven obligados a abandonar su casa, si bien fruto de esa inestabilidad también se desarrollan adicciones tanto a ciertas sustancias como a actividades relacionadas con el juego, el sexo o las compras.

Romper el aislamiento y la vergüenza

En ese sentido, Barrio advierte de que la precariedad económica también aísla a las personas de las relaciones sociales, porque “cuando no dispones de los suficientes recursos, las actividades de ocio se van reduciendo al igual que al final van disminuyendo las ganas de socializar”, ya que muchas veces “están sumidas en la vergüenza, las preocupaciones y se van separando de la gente”.

“Uno de los efectos más grave de la crisis de vivienda tiene que ver con esto, con el individualismo y el aislamiento, porque es imposible salir de esto solos. Este es un problema estructural, colectivo y político y no podemos interpretarlo en términos de algo particular que tengamos que solucionar nosotros mismos porque precisamente ese planteamiento, que es el más común, te va aislando y hundiendo en el pozo cada vez más”, asegura la experta.

Una mujer sujeta un megáfono durante una protesta contra los desahucios. (Matias Chiofalo / Europa Press)
Una mujer sujeta un megáfono durante una protesta contra los desahucios. (Matias Chiofalo / Europa Press)

El desahucio es impactante, señala por su parte Guillermo Fouce, doctor en Psicología y profesor en la Universidad Complutense, porque “supone una derrota, la pérdida de esperanza de tener una vivienda, por lo que también se rompe el factor identidad, el futuro”. De ahí la importancia, destaca, de tratar de “romper el aislamiento y la vergüenza” para que los afectados puedan contar qué les ocurre y apoyarse en otras personas, ya que así también se pueden evitar posibles suicidios. Las plataformas por el derecho a la vivienda recuerdan que los desahucios son la cara más cruda de la presión inmobiliaria y aún son muchas las personas que deciden poner fin a su vida antes de ser desalojadas, tal y como ocurrió el pasado mes de julio en Barcelona, cuando dos hermanas de 54 y 64 años se suicidaron en su domicilio.

Efectos sobre la infancia

Los desahucios también ponen en riesgo las necesidades básicas para el crecimiento óptimo de los niños, niñas y adolescente, hasta tal punto, señala Barrio, de que hay casos graves en los que se produce “un retraso madurativo” del menor, es decir, no se desarrollan a la misma velocidad que el resto. La situación de pobreza, además, también genera un estigma y “a muchos niños y niñas se les tacha en el colegio de okupas y se les aparta del resto de escolares”. Por ello, desde el movimiento por el derecho a una vivienda digna abogan por dar siempre a los menores una explicación en casa sobre lo que está ocurriendo y no dejarles al margen del problema, ya que “pueden pensar que sus padres han hecho algo malo y por eso les han echado de casa”. “Hay que acompañarles en un proceso adaptado a su edad”, añade la experta.

A pesar de que el pasado mes de mayo el Gobierno aprobó un decreto para prorrogar cuatro años más la suspensión de los desahucios hipotecarios de la vivienda habitual para deudores en situación de vulnerabilidad, hasta el 15 de mayo de 2028, los desalojos se siguen produciendo día tras día, recuerdan los colectivos. En muchas ocasiones se debe a que los requisitos de vulnerabilidad económica que se deben acreditar para paralizarlos son demasiado exigentes y no todas las personas afectadas pueden cumplirlos. A esto se suma que el proceso de desahucio no se suspende inmediatamente en caso de que se acrediten los requisitos fijados, sino que depende de la decisión del juzgado de turno.

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En ese sentido, Barrio asegura que los desahucios deberían estar prohibidos cuando no haya una alternativa habitacional y, en caso de que se produzcan, se debería asegurar que el traslado sea “más digno, adecuado y respetuoso”, y siempre con el acompañamiento de un equipo multidisciplinar con trabajadores sociales y psicólogos, algo que a día de hoy no sucede.

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