En España, cada año se suele superar el medio millón de despidos. No tiene por qué ser un dato alarmante de por sí, puesto que el echar a alguien de un determinado puesto de trabajo estimula la movilidad en el mercado de trabajo. Pero por desgracia, los despidos muchas veces provocan directamente la expulsión del mundo del trabajo de muchas personas que, por diferentes motivos, no pueden encontrar otro empleo.
Unido a ello, en muchas ocasiones los despidos no están justificados con razones de peso y se valen de cualquier excusa para efectuarse, aun a riesgo de acabar en los tribunales. Un encarnizado debate sobre este asunto es lo que se ha visto en Francia este verano, donde desde distintos medios de comunicación se ha seguido un caso particularmente llamativo: el despido de una mujer de 51 años por no haber denunciado un robo realizado por uno de sus compañeros.
La desaparición del dinero
La historia de Fatou, la empleada despedida, nos la cuenta el medio galo Ouest-France. A principios de mayo, este periódico hablaba con la mujer, que explicaba cómo el dinero sustraído, 400 euros, había sido almacenado en una taquilla “sin vigilancia ni llave”.
Fatou trabajaba en la asociación Aide accueil, responsable de dar acogida, descanso y alojamiento a personas sin hogar y recursos en la ciudad de Angers. De este modo, una usuaria de una de las casas de acogida le pidió a un compañera de Fatou que la acompañara al cajero automático para cobrar parte de su subsidio por discapacidad.
“Esta mujer, en la calle, había sido extorsionada muchas veces”, explicaba Fatou. “Vivía con el miedo en el estómago. Mi colega me dijo que puso el sobre en la taquilla y que la mujer pasaría al día siguiente a recogerlo. Sin decir más”. Sin embargo, al día siguiente, dicho empleado se fue de vacaciones y, cuando Fatou abrió el armario para darle el dinero a la mujer, el sobre con los 400 euros había desaparecido.
Ante el tribunal
La víctima del robo le contó a otra persona sin hogar lo que había sucedido, y fue esta quien se quejó a la dirección de la asociación. “Pero yo no tengo nada que ver con eso”, protestaba la mujer al medio francés. “No acompañé a la mujer, no prometí mantener el dinero a salvo. Se me critica por no haber avisado a la dirección, pero ¿por no haber dicho qué?¿Por no haber vendido a mi compañera? No soy responsable de lo que él pudiera haberle dicho a la mujer”.
Unido a esto, la defensa también alegó ante el tribunal que, al no tener taquillas cerradas ni para empleados ni para usuarios, el sitio no era seguro. “Se produce, por lo tanto, un grave incumplimiento de las obligaciones del empresario”. La asociación, por su parte, alegaba que entre las funciones de sus empleados estaba “tener una relación de confianza con los usuarios”, algo que podía verse dañado al no haber denunciado el robo.
Pese a que desde la institución había pedido que se desestimara la denuncia, el tribunal ha dictado sentencia favorable para Fatou esta misma semana. En su escrito, alegan que el despido no tuvo “motivos reales ni serios” y que, por ello, fue “improcedente”. Por ello, ha obligado a la asociación a indemnizar a la mujer con tres meses de salario, además de otros 4.600 euros por daños y perjuicios.