Cuando este árbol llegó a España, todavía existía el Imperio Otomano, el rey Alfonso XIII volaba en el dirigible España, Mahatma Gandhi era arrestado en Sudáfrica y se inauguraba el estadio de San Mamés en Bilbao. Hace más de 100 años, en 1913, unos frailes dominicos trajeron consigo un regalo desde Puerto Rico, un ficus que plantaron en la Iglesia de San Jacinto, en el barrio de Triana, Sevilla. Como buen anciano, necesitaba un bastón para sostener su peso. Sin embargo, este vecino centenario de Sevilla, considerado patrimonio histórico, se ha dado por muerto.
La polémica ha durado años. La comunidad de frailes pidió su tala debido a la peligrosidad para los viandantes y feligreses que visitan la iglesia. La tala contó con el apoyo del Ayuntamiento de Sevilla, que a su vez optó por dar su consentimiento tras un dictamen de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía. Hubo informes técnicos que detallan caídas de ramas que estuvieron a punto de matar a una mujer, que obtuvo la incapacidad permanente por las secuelas del accidente, y que hirió a cinco personas. Pero la decisión provocó el descontento de parte de la comunidad.
En defensa del árbol caído
Un grupo de ecologistas sevillanos llegó a encadenarse al ficus, al que “vivo o muerto” prometió mantener como “emblema de la ciudad”. En un primer momento, ganaron la batalla: en 2022, un juez ordenó paralizar la tala, pero la decisión llegó tarde, puesto que los operarios trabajaron de noche para acelerar los cortes con sus motosierras, antes de que interviniera la justicia. Esa poda terminó por matar al ficus. Se estima que este intento de tala acabó con el 70% del árbol, que perdió toda su capacidad para “vivir, nutrirse y respirar”, explica la Plataforma en defensa del Ficus de San Jacinto. También cree que no se ha hecho lo suficiente como para preservar el ficus, poniendo de ejemplo otros casos similares en los que el árbol logró recuperarse.
“En la práctica no se ha hecho absolutamente nada. Y cuando decimos absolutamente nada es porque los cuidados que se tenían que haber prestado se han hecho tarde”, defiende David López, portavoz de la plataforma. “Si la ciudadanía se tiene que volver a encadenar al árbol, se va a volver a encadenar. La ciudadanía no va a consentir la tala”, avisan. El ficus se mantiene a día de hoy sin hojas y apenas tiene capacidad de hacer la fotosíntesis.
Posibles soluciones
Aunque desde la Plataforma ya asumen las dificultades de mantener con vida al árbol, plantean el escenario de conservarlo aún muerto, con las medidas de seguridad que haya que tomar. Sugieren añadir un soporte que refuerce la estructura o instalar una urna a su alrededor.
Del mismo modo, plantean la posibilidad de aplicar un tratamiento de madera para que perdure, como se hace con los muebles. Además, el portavoz de la plataforma recuerda que en el intento de tala en 2022 se retiraron ramas del árbol que pueden servir para plantar un nuevo ficus.