Carlos Goyanes falleció el pasado 7 de agosto a los 79 años en su casa de Marbella (Málaga). El empresario padecía problemas de corazón. Ya en 2016 sufrió un infarto del que se puso salvar y, el año pasado, le pusieron un marcapasos para controlar que no volviera a ocurrir. A pesar de conocer su problema, la familia Goyanes no esperaba que muriera repentinamente de un infarto.
Aun así, el productor no ha tenido una vida para nada aburrida. Su padre, Manuel Goyanes, fue un importante productor de cine español, el mismo que llevó a Pepa Flores (Marisol) al éxito con películas como Ha llegado un ángel. También produjo otras como Muerte de un ciclista, protagonizada por Lucía Bosé.
Carlos Goyanes quiso dedicar al mundo de los negocios del mercado inmobiliario. Fue presidente de la agencia A, Promociones Inmobiliarias y bingo Princesa Plaza. Ocupó el puesto de vicepresidente del Castilla C.F. e, inspirado por su padre, también merodeó por el mundo del cine como miembro del Consejo Superior de Cinematografía, vicepresidente de Uniespaña, el sindicato de productores de cine.
El primer amor de Carlos Goyanes
Él tenía 16 años, ella tan solo 14 cuando el amor entre ellos surgió. Carlos Goyanes se enamoraría por primera vez de la que había sido “la niña del régimen”, el motivo del éxito de su padre en el cine, Pepa Flores, más conocida como Marisol. Marisol había sido, desde los 10 años, un producto construido por Manuel Goyanes. Vivía en la casa con la familia Goyanes y, muy lejos de ser la niña que vendían, se dedicaba enteramente a formarse como actriz, sin vivir ninguna clase de infancia.
El hijo del productor y Pepa Flores eran adolescentes cuando cayeron enamorados el uno del otro. La que al principio sería una relación en secreto, se acabaría haciendo pública con un sí, quiero en 1969. Él tenía 23 y ella 21 cuando empezaban su vida de casados. Una de las bodas más icónica de la crónica social, llena de personalidades del momento y una luna de miel entre Portugal y Marbella que desembocarían en un matrimonio de lo más breve.
El ‘sí, quiero’ definitivo
Tres años después, en 1972, se hacía oficial el divorcio. Cada uno tomaría su camino y Carlos Goyanes lo haría rápidamente. El 20 de septiembre de 1975 llevaría al altar a Cari Lapique, una joven de la alta sociedad. Se casaron en su querida Marbella y, fruto del matrimonio, traerían al mundo a sus dos hijas: Caritina y Carla Goyanes.
Estarían a punto de empezar los años dorados de la jet set marbellí, donde ambos estuvieron muy presentes. Un ritmo frenético que compaginaban con la crianza de sus dos hijas: “Salíamos todas las noches y nos recogíamos a las mil, pero por la mañana nos levantábamos pronto para ir con las niñas a la playa y hacer vida familiar. Yo no gota de alcohol, solo agua”, contaba Cari Lapique en una entrevista para La Razón.
No todo fue color de rosa
La justicia llamó a la puerta de Carlos Goyanes. En 1989 fue detenido por estar implicado presuntamente en la Operación Mago, cómplice de un delito por tráfico de drogas. Aunque estuvo en la cárcel tan solo 5 meses, de nuevo, al año siguiente, volvería a ser detenido por su implicación en el Caso Nécora. Consiguió su libertad provisional tras pagar la fianza de 30 millones de pesetas y, pronto, acabaría absuelto.
Sus últimos años de vida
Aunque afectado por su padecimiento del corazón, Carlos Goyanes pasaba sus últimos años de vida en su casa de Marbella, donde estuvo hasta el día de su fallecimiento. Fue despedido con dolor por sus dos hijas y su esposa.