Los integrantes de la familia Goyanes Lapique atraviesan el peor momento de sus vidas. La repentina muerte de Carlos Goyanes el pasado 7 de agosto solo era el preludio de la concatenación de desgracias que golpearían de lleno al clan, roto ya para siempre. Tan solo 18 días después de la marcha del empresario, fallecía su hermano pequeño, Tito, y 24 horas después lo haría la primogénita de Carlos, Caritina Goyanes, sumiendo a sus familiares en el más profundo dolor.
Tres inesperados golpes en el lapso de 19 días han desmoronado a una familia que siempre se mostró unida. La exposición mediática y el siempre turbulento ambiente de la farándula no impidió que Carlos, Cari, sus hijas, sus yernos y sus nietos siguieran pasando las vacaciones juntos en Marbella, un idílico hogar estival de la Costa del Sol que ha tornado en sede del horror este 2024.
Según se conocía este lunes 26 de agosto, Caritina Goyanes fallecía en el hospital tras sentirse indispuesta en casa. Fue su hijo Pedro, que estaba con ella en la casa, quien salió corriendo a alertar a quienes se encontraban fuera. Finalmente, el marido de la empresaria, Antonio Matos, la trasladó al centro hospitalario, donde no pudieron hacer nada por su vida.
Caritina, más conocida en su entorno íntimo como Cari, tenía 46 años y era la más discreta de la familia. Siempre a la sombra de su madre, Cari Lapique, y de su hermana, Carla Goyanes, pasó “media vida estudiando”, tal y como confesó a Vanitatis.
Se graduó en Derecho y cursó dos másteres, pero acabó dejándolo todo para perseguir el sueño de dedicarse a la restauración. Así, acabó creando su propia compañía, Sixsens, dedicada al catering en eventos. La empresa, fundada en 2003, acabó resultando todo un éxito. De hecho, el año pasado facturó casi 1,3 millones y arrojó un beneficio de 107.722 euros.
Profunda fe religiosa
Poco prodigada en medios, Caritina apenas concedió un puñado de entrevistas en sus últimos años de vida. En una de ellas, la que concedió al canal religioso MaterMundi TV, se sinceró sobre cómo la fe católica le había ayudado a afrontar la vida de otra manera y a fortalecer su matrimonio.
Según contó, a raíz del nacimiento de su hija comenzó a tener un miedo irracional a la pérdida: “Me volví un poco loca. No dejaba hacer nada a mis hijos, y el miedo se convirtió en ansiedad”, confesaba. Eso acabó haciendo mella en su matrimonio: “Hice 25.000 cursos de mindfulness, de yoga, de todo… pero nada de eso me servía, seguía con la misma ansiedad, nervios, estrés, gritos. Tenía un matrimonio vacío. Llegaba a casa y me ponía a trabajar o a ver una serie para no pensar”.
Fue gracias al consejo de un amigo cuando Cari Goyanes descubrió la fe. Tras un retiro de Emaús, encontró las respuestas que buscaba: “Ahora sí está Dios en nuestro matrimonio”, aseveró. No obstante, tras su muerte se ha conocido que la empresaria supo recientemente, después de perder a su padre, que Antonio Matos tiene un hijo no reconocido fruto de una relación que mantuvo durante un bache en su matrimonio que, como casi todo en la familia, nunca llegó a trascender.
La religión le dio también consuelo en los momentos más dolorosos, como tras la reciente muerte de su padre, cuando seguramente aprendió aquella lección que ella misma exponía en la citada entrevista: “Hay que creer en los tiempos de Dios. Las cosas en la vida te van a pasar, a todos nos pasan. Hay que saber afrontarlo sin ese miedo o esa tristeza, a dejar de preguntarme por qué pasan las cosas, sino en para qué”. Ahora son su madre, su hermana, su viudo y sus dos hijos quienes deben intentar buscar consuelo en medio de la más absoluta devastación.