¿A quién no le ha dado pereza alguna vez ir a hacer la compra? Puede ser uno de esos días en las que levantarse del sofá y dar un paso puede equivaler a atravesar el mundo entero, o una de esas tardes en la que la lista de cosas por comprar alcanza longitudes -o precios- de kilómetros.
Por el contrario, hay quienes disfrutan del trámite y lo afrontan con ganas. Hay, de hecho, quienes aprovechan la experiencia de ir al supermercado, como se ha comentado tanto estos días en España y esta extraña idea de ligar en un Mercadona.
Pero, en cualquier caso, seamos el tipo de personas que seamos, lo cierto es que ir a comprar forma parte de nuestra rutina, y en la mayoría de los casos esta cotidianeidad es compartida por todos: ir al súper más cercano, o al más barato, o al que tiene los mejores productos. Tres opciones que a todos nos suenan, pero que en situaciones determinadas puede ser la razón por la que se produzcan situaciones realmente extrañas.
Comprar en tres países
Situaciones como la que ha compartido Sara, una joven periodista y tiktoker que actualmente reside en Basilea. Esta es una ciudad que pertenece a Suiza, pero cuya urbanización se extiende hasta traspasar las fronteras de dos países más: Francia y Alemania. Una situación realmente curiosa que ha influido, precisamente, en la forma en la que Sara hace su compra.
“Vivir en una triple frontera quiere decir hacer la compra en tres países”, empieza diciendo ella. “Básicos en Alemania, compra semanal en Suiza y compra gourmet en Francia”. Es precisamente en la parte francesa donde graba con su móvil mientras va al supermercado. “Me diréis: ‘¿qué tiene esto de gourmet? Los que vivís en Suiza me entenderéis, porque cuesta mucho encontrar verduras con sabor”.
Una compra francesa a la española
De modo que se mueve hasta nuestro país vecino para comprar fruta y vegetales. Después, es el turno de los caprichos: mini gofres, patés, galletas, latas de atún y navajas, “mermelada, que es la especialidad en Alsacia” y otras guarrerías difíciles de encontrar en Suiza, como un tipo específico de Kinder o chorizo “para las lentejas”.
“Hay tanta variedad que a veces hasta agobia un poco”, reconoce Sara mientras sigue mostrando productos de todo tipo, desde langostinos Pescanova y pasta fresca hasta anchoas y botes de sésamo. Hemos cogido bacalao porque quiero probar a hacer croquetas y pulpo... echo de menos España”. Finalmente, coge también salsas para las ensaladas, algo más de mermelada y “tostaditas de pan brioche”. “La diferencia con Suiza es que aquí hay mucha variedad de marcas”, explica.
Una vez echa la compra, toca volver a cruzar la frontera, donde realiza una parada para pedir el Tax Free -la exoneración del IVA de sus compras que tienen los no residentes en Suiza- y volver a la parte helvética, que la recibe “con este atardecer tan bonito”.
“Después de colocar la compra aproveché para ir a correr y no sé qué estaban haciendo aquí, pero parece un buen plan”, termina diciendo, para luego preguntar al resto de españoles que viven en Suiza cómo gestionan ellos las compras. La duda que queda es cómo serán las otras dos compras en el resto de países.