La cara B del turismo en uno de los pueblos más bonitos de Francia tras recibir 600.000 visitantes al año: “Hay días en los que es duro”

Pese a los beneficios económicos del turismo, muchos otros vecinos sufren la incomodidad de vivir en un pueblo siempre lleno durante la temporada alta

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Vista aérea del Valle de Gellone, en el municipio de Saint-Guilhem-le-Désert. (Philippe Giraud/Corbis via Getty Images)
Vista aérea del Valle de Gellone, en el municipio de Saint-Guilhem-le-Désert. (Philippe Giraud/Corbis via Getty Images)

244. Este es el número de habitantes que están empadronados en el pueblo de Saint-Guilhem-le-Désert, ubicado al sur de Francia. Su ubicación en mitad de un entorno natural envidiable y sus antiguas edificaciones de piedra hace que sea considerado uno de los pueblos más bonitos de Francia.

Tan bonito que, de hecho, el turismo se ha convertido en la principal actividad económica del lugar, atrayendo a unos 600.000 turistas cada año. Una cifra desmesurada, que hace que pese a poder ganarse la vida gracias a sus visitas, la calidad de vida de quienes allí residen se haya visto comprometida.

La opinión de los residentes

Este asunto ha sido denunciado por un reciente reportaje de la cadena francesa BFM TV. Este medio ha podido entrevistar a varios lugareños, que han explicado como el tráfico de gente durante los meses de julio y agosto condiciona sus vidas. “Hay días que hay que reconocer que es duro”, explican.

“Venimos a partir de las 17.30 o 18 horas para jugar a la petanca. Si no, no salimos de casa, esperamos a que refresque y a que haya menos gente”. De no hacerlo, se ven obligados a caminar por sus propias calles prácticamente comportándose “como una anguila para poder moverte”, lo que en ocasiones “es un poco difícil”.

En el lado contrario se ubican los comerciantes. Para ellos es una suerte que el pueblo reciba tantos visitantes. Uno de los entrevistados es Valentin Segala, gerente del restaurante La Source. Este restaurante abre de abril a octubre, “el pico de la temporada”. Entonces es cuando más turistas vienen. “Nos hace felices, nos ganamos la vida gracias a ellos, entonces es genial”.

Algunas medidas para controlar a los turistas

Para llegar a Sain-Guilhem-le-Désert hay que bajar hasta la cuenca del mar Mediterráneo, y acercarse al conocido Puente del Diablo. Esta zona es rica en bosques, ríos y cuevas de todo tipo, pero también está muy alejada de todas las urbes de mayor tamaño. Una dificultad a la que cabe añadir el hecho de que el pueblo no se ha adaptado a los turistas.

“Es un poco la desventaja del éxito de este pueblo, aparcar y llegar hasta aquí es un poco la cruz y la bandera, explica uno de los visitantes, haciendo uso de una expresión típica del idioma -”la cruz y la bandera”- para referirse a algo que es una auténtica pesadilla. No es el único comentario que despierta este municipio, que no se ha dotado de las infraestructuras necesarias para atener a tantos cientos de miles de turistas.

Sin embargo, esta ausencia de servicios para los turistas es una estrategia asumida por el propio pueblo. Allí se ha decidido que, pese a la importancia económica del turismo, se debe seguir manteniendo la autenticidad del lugar. “No es un pueblo con recursos ilimitados”, explica la responsable de comunicación de la oficina de turismo, Liza Lenain, a la cadena de televisión.

Una de las medidas que se han tomado ha sido establecer un aparcamiento de pago y con plazas limitadas, de cara a controlar mejor la llegada de los turistas. “El aparcamiento de pago permite que el pueblo sea siempre agradable y limpio para visitar a pesar de las multitudes”, concluye ella.

Cinco de los pueblos más bonitos de Francia en la frontera con España, según ‘National Geographic’.
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