Llegó a estar en la lista de las personas más ricas del mundo. Pero, a veces, el dinero no lo consigue todo. Ni siquiera la felicidad. Esto explica, en parte, que el financista franco-suizo Nicolas Berggruen decidiera darle un giro de 360 grados a su vida: pasó de ser multimillonario, a donar casi toda su fortuna y no tener ni siquiera una casa o un coche propio. De ahí que su historia sea de lo más curiosa, alejada del habitual drama de un buen número de personas ricas que fallaron en los negocios y lo perdieron todo.
Aunque fue a los 40 años cuando optó por renunciar a todos sus lujos, lo cierto es que Berggruen ya había dado pistas antes de que él no era como la mayoría de multimillonarios. De hecho, durante su adolescencia lo expulsaron por sedición del popular internado suizo Le Rosey, considerado uno de los más elitistas del mundo. Esto se produjo después de que se negara a hablar en inglés, al entender que este era el idioma del imperialismo. Fue por ello que, con apenas 14 años, su padre lo envió a un monasterio de jesuitas. Su deseo era claro: “enderezarlo”.
Sin embargo, el franco-suizo tenía un propósito de futuro que quería cumplir a toda costa. Sus intereses se enfocaban en el mundo de los negocios, de manera que su padre le dio un préstamo de algo más de 224.000 euros (250.000 dólares). De esta forma, empezó a probar suerte en acciones y bonos, y no le fue nada mal. Dio comienzo a su aventura como inversionista y se hizo con varias propiedades en Manhattan y edificios en Berlín en la década de 1980, cuando el mercado inmobiliario parecía no atravesar su mejor momento.
Cambió su lujoso apartamento en Manhattan por recorrer el mundo
Hace dos décadas, cuando era soltero y pronto cumpliría los 40 años, Berggruen decidió dejar atrás la espectacular vista de Central Park desde su lujoso apartamento en el piso 31 de Manhattan. Lo vendió junto con su mansión de estilo art déco ubicada en una isla privada frente a Miami. Desde entonces, optó por no tener una residencia fija. Tampoco mostró interés en poseer un coche, el que es un símbolo del estatus socioeconómico en Estados Unidos, ni en llevar un reloj de pulsera.
El financista adoptó un estilo de vida nómada, viajando por el mundo como un verdadero ciudadano global, alternando su estancia en hoteles de cinco estrellas y ganándose el apodo de “el millonario sin hogar”, a pesar de que su holding tenía participaciones en varias de esas cadenas hoteleras. Sin embargo, su sobriedad no lo llevó a hospedarse en alojamientos modestos. En Londres, suele quedarse en el icónico Claridge’s; en Nueva York, prefiere el Carlyle Hotel; y en Los Ángeles, durante mucho tiempo eligió el majestuoso Peninsula Beverly Hills, donde pasaba aproximadamente seis meses al año.
Con una fortuna valorada actualmente en más de 2.870 millones de euros (3.200 millones de dólares), según Forbes, Berggruen también se desprendió de las propiedades y obras de arte que heredó de su padre, Heinz, un coleccionista de arte judío que huyó de Alemania a París durante el régimen nazi. Amigo cercano de Pablo Picasso, Heinz fue uno de los mayores compradores de su obra y de la de Paul Klee, las cuales ahora forman parte de la colección del museo berlinés que lleva su nombre.
Las empresas en peligro, su principal interés
Sus inversiones son de lo más diversas: entre sus activos se encuentran, por ejemplo, campos de arroz en Camboya. En 1984, fundó Berggruen Holdings, un fondo que invierte en una amplia variedad de empresas, incluidas Burger King y los grandes almacenes alemanes Karstadt, que adquirió por el simbólico precio de un euro. Sin embargo, a medida que su riqueza aumentaba, comenzó a sentirse insatisfecho con lo que el dinero podía comprar. Llegó a la conclusión de que sus posesiones materiales lo limitaban, y decidió que no quería depender de ellas en el ámbito personal.
Berggruen tiene un interés particular en las empresas en peligro y en las inversiones con un enfoque filantrópico. Un ejemplo de esto es cuando en 2010 rescató al grupo de medios español Prisa, propietario del diario El País, posicionándose a la vanguardia entre los magnates que apostaron por la industria gráfica. Tres años después, Jeff Bezos, fundador de Amazon, siguió su ejemplo comprando The Washington Post, y en 2015, el mexicano Carlos Slim se convirtió en el principal accionista de The New York Times. El financista sostiene que cuando algo deja de interesarle, se desprende de ello y busca un nuevo desafío que lo motive.
¿Su propósito de vida ahora? Salvar la democracia
Actualmente, Berggruen se ha propuesto un nuevo objetivo: salvar la democracia, especialmente en Europa. Para ello, ha creado el Consejo para el Futuro de Europa y el Nicolas Berggruen Institute, un think tank dedicado a estudiar los modelos de gobierno más eficientes a nivel global. Este proyecto, similar a un G20 propio, reúne a ex mandatarios de todo el mundo y a periodistas destacados, como Arianna Huffington, fundadora del Huffington Post, quienes han participado en cumbres anuales con líderes como el presidente chino Xi Jinping.
Berggruen ha recibido más elogios que críticas por su labor. Cada año, organiza una fiesta en el legendario Hotel Chateau Marmont de Los Ángeles, la noche antes de la entrega de los Oscars, para honrar a las celebridades de Hollywood y otras personalidades que lo han apoyado. Entre sus invitados habituales se encuentran figuras como Olivia Wilde, Leonardo DiCaprio, Woody Harrelson y Paris Hilton.
Además, Berggruen es parte de la iniciativa Giving Pledges, junto a otros multimillonarios como Bill Gates, Warren Buffet y Ted Turner. Este compromiso busca “retribuir a la sociedad” mediante la donación de parte de sus fortunas. Asimismo, ha declarado en varias ocasiones su intención de destinar toda su riqueza a obras de caridad y legar su colección de arte a diversos museos tras su muerte.